Correos recibidos en la Redacción (20-1-06)
Viernes, 20 de Enero de 2006 00:00
 "En el comienzo de este inquietante 2006, no quiero dejar de remitirle unas modestas palabras de estímulo y reconocimiento por vuestras preocupaciones de orden espiritual en los días navideños, abusivamente recargados de materialismo." G.H. 9-1-06 Queridos amigos: Con mucha alegría recibo vuestro obsequio que agradezco sinceramente. Regalar un libro en estas fiestas navideñas, mas si son de la estirpe de los escritos por Aïvanov y otros Maestros, es como enviar una corriente de aire limpio y fresco que renueva el ambiente denso y corrompido en el que estamos sumidos. Un gesto de buena voluntad consecuente con el pragmatismo espiritual en el que intentamos alinearnos. En ocasiones estamos identificados con la lectura, muchas veces con el estudio, de determinados libros en los que confiamos como con los viejos amigos. Tales libros han ganado nuestra amistad y también nuestra confianza que nos lleva a consultarles en nuestros momentos “bajos”, buscando en ellos esa fuente de inspiración y de energía espiritual que nos pueda reconducir nuevamente a la comprensión del porqué de los problemas, sean propio o extraños y alumbrarlos con la luz e la verdad. Este libro que me enviáis, “Pensamientos Cotidianos”, entra de lleno es esta élite recoleta para desde ese recogimiento, iluminar la mente y calentar el corazón de los que a ellos acuden en busca de sabiduría. Os repito mis mejores deseos de que este año, el 2006, os sea propicio en vuestro empeño de llevar la luz a lo que hoy es ofuscación, odio y codicia, y trasmutarlos en buena voluntad y amor para el bien de la humanidad. Un fraterno y cordial abrazo de vuestro amigo y servidor: R. C. B. 16-1-06 Queridos amigos. En el comienzo de este inquietante 2006, no quiero dejar de remitirle unas modestas palabras de estímulo y reconocimiento por vuestras preocupaciones de orden espiritual en los días navideños, abusivamente recargados de materialismo. Cambiar el paradigma, buscar otro ejemplo, para la vida de los seres humanos en esta fase temporal tan desorientada, parece una tarea muy difícil, casi imposible, aunque paradójicamente la dificultad no consiste en el hallazgo de otro modelo sino en la recuperación del anterior, ese que guiaba a nuestros antepasados. Es decir, se centra en la simple recuperación del respeto de nosotros mismos para desembocar naturalmente en el respeto hacia los demás, en el amor hacia el prójimo como si de nosotros mismos se tratara. Sin embargo, por encima de las dolencias actuales, que , al final, servirán de elementos depurativos, como en tantas oteas históricas ocasiones, no debemos perder la sonrisa ni la esperanza, porque son alimentos indispensables en cualquier situación. Con el afecto de siempre, recibe un fuerte abrazo, extensivo a todos los que te rodean de una o de otra forma. G. H. J.
Suspenso en geografía (18-I-06)
Miércoles, 18 de Enero de 2006 00:00
 ¿Dónde acaba lo local y donde empieza lo global con una tecnología que engulló todas las distancias? Todo es local y global a un mismo tiempo. Tenían que llegar el ADSL y esas 17 pulgadas con el mundo entero en sus entrañas para darnos cuenta que nada nos es ajeno. En este mundo de espesas nieblas y comunicación transoceánica a golpe de bit, voy perdiendo noción de la geografía. Mi propia vida trashumante no contribuye a ubicarme debidamente. Ora en medio del asfalto inmenso, ora en medio del silencio también enorme de prados y campos. No consigo guardar el sentido de la orientación. Confieso que me gusta cabalgar entre la urbe y el campo, entre el asfalto y el verde, entre la polis saturada y mi aldea calma. La ciudad me proporciona justa adrenalina, necesario palpitar, inquietudes grupales, conspiración por un mundo nuevo… Mi valle me regala no menos indispensable recogimiento, paz, inspiración, naturaleza… Quietud y acción requieren dosis no siempre cuantificables. Personalmente necesito ambas fuerzas centrípeta y centrífuga bullendo en mi interior. Amo el campo abierto no más que los empujones en el metro, obligada cercanía que nos invita a sentirnos un poco más unidos. Amo esa alternancia de árboles y semáforos, de sosiego y ebullición, de retiro y compartir, de silencio y conversación… Cuando el silencio pesa, al final de los mil y un paseos solitarios, subo al “Continental” en Logroño. Aprecio una mesa donde poder reunirme con los compañeros de Ananta, compartir visiones y pujar por lo nuevo. Cuando el ruido satura la cabeza, vuelvo sobre mis pasos, a la vera de una estufa silente y una gran ventana al verde. El perro de la vecina mueve siempre la cola al desembarcar. Tenían que llegar esas maravillosas pantallas planas a nuestros hogares para acabar con la dicotomía de lo propio y lo lejano. Ahora podemos dar la razón a los maestros espirituales que siempre han proclamado la interconexión de todo lo creado. Reparemos, mas no nos enjaulemos en lo local. No olvidemos que somos punto en la autopista infinita, jornada en el camino sin fin, pestañeo en la eternidad…Estamos aquí y allí, somos de diferentes partes, de diferentes tiempos a un mismo tiempo; somos del ayer, del ahora y del mañana en este mismo momento. Por algún euro añadido el ADSL del futuro conectará universos y galaxias. Sólo Dios sabe las maravillas que pronto desfilarán por nuestras pantallas. Pensar local y actuar global que decían los ecologistas en los ochenta, y el espíritu , ¿por qué no ?, allí arriba entre las estrellas. Koldo Aldai Fundación Ananta
Junto al blanco roble (16-I-06)
Lunes, 16 de Enero de 2006 00:00
 Necesitamos cerca a la montaña, su remanso de paz, sus inquilinos salvajes. Saber que está ahí, que desde su cumbre la realidad siempre es más precisa y transparente, más sencilla y a la vez profunda. Basta penetrarla en silencio para que ella también se sincere, para que nos susurre su magia. Rodeada y cercenada por asfalto, herida por pistas, coronada de antenas..., la montaña necesita también de solitarios caminantes con quienes compartir sus secretos. Se esconde la nieve en el valle, se eclipsa tras los colores cotidianos. La tierra la bebe a grandes sorbos, no sin antes dejar en nuestro recuerdo su mensaje de pureza. Calla y marcha tras la impronta de su poderío con el que inunda e iguala todo; se retira sin mediar aviso, con el mismo sigilo que cuando se apoderó de nuestros campos y pueblos, fría alborada en la que intuimos su presencia tras las cortinas. Se despide la nieve del valle pero aún nos aguarda en la sierra. Las hojas acristaladas crepitan bajo el peso de la bota por su piel helada. Vestida la montaña de nieve, cierto pudor nos sacude al horadar su blanca espesura. Saturados por el “trajín” de la urbe nunca hemos necesitado tanto de ella, de su silencio, de su hermosura, de avanzar hundiendo las piernas hacia su cumbre. En el ascenso tranquilo y maravillado vamos venciendo el recelo de romper esa intimidad de la montaña consigo misma, de rasgar su velo de bruma y estampar en la nieve una huella que no siempre le fue amiga. Con acopio de elevados sentimientos por permiso, la hollamos en silencio. Ducha de copos bajo el roble en el que tomamos apoyo, la nieve se desmorona por doquier cansada de equilibrios en las alturas de la arboleda. El sol araña los copos que a duras penas sostienen las ramas, hasta que los precipita hacia los suelos. Irrumpe ya de mañana el astro en la blancura esparciendo un brillo diminuto sobre la nieve, desenrollando su refulgente alfombra que nos eleva a otros mundos. La montaña es símbolo de poder, a causa de la idea de estabilidad que le es propia, estímulo de elevación, constante desafío de superación personal, invitación a una mirada más justa y ancha... Más cubierta de blanco, la montaña, se mete hasta dentro de nosotros y su seducción no es sólo de los sentidos, su embrujo es ya del alma. La ascensión por la nevada arboleda, no es prueba tentando músculos y pulmones, sino invitación a que el espíritu también escale, calce botas y remonte cada vez más alto, más allá del lodo que le salpica en sus valles cotidianos. Los buitres merodean las enormes peñas en las que culminan nuestros esfuerzos. No rehuyen al hombre. Pasan con dulce silbido sobre el cresterío rozando las rocas con sus alas, avivando nuestra fascinación con su elegancia señorial, empaque suavemente empujado por el frío aire de las alturas. Allí ejercen ese a veces sutil, a veces férreo dominio sobre el paraje y sus criaturas. Gobiernan orgullosos en su planeo y ni siquiera nos buscan en su amplia mirada. Algún tiro lejano recuerda que el mundo sigue allí abajo, que el ruido aguarda al final de los mismos caminos, que en algún lugar cede el hechizo de la montaña. Insiste el eco con más detonaciones: persuade el hombre interrumpiendo la vida que aletea, deteniéndola, cortándole una y otra vez el paso en las alturas. Avisa el eco que el mundo sigue allí, donde lo dejamos abajo, en buena medida ajeno a tanta maravilla como nos recrean las cumbres, perezoso por remontar el blanco de las alturas, el manantial de belleza de la sierra. Necesitamos cerca a la montaña, su remanso de paz, sus inquilinos salvajes. Saber que está ahí, que desde su cumbre la realidad siempre es más precisa y transparente, más sencilla y a la vez profunda. Basta penetrarla en silencio para que ella también se sincere, para que nos susurre su magia. Rodeada y cercenada por asfalto, herida por pistas, coronada de antenas..., la montaña necesita también de solitarios caminantes con quienes compartir sus secretos. Tan sólo pide unos pasos respetuosos para convertirse en lugar de conocimiento, en templo sagrado. El valle despliega ante nuestros ojos, su ya verdeante antesala de civilización. A la espalda, sola y soberbia la sierra nevada. La despedimos con guiño hacia la cumbre. Alcanzamos el caserío con nuestra mirada prendada de su nostalgia, abandonando en la arboleda desnuda la promesa de retorno temprano. La Redacción Fundación Ananta
El eje de la verdadera esperanza (13-I-06)
Viernes, 13 de Enero de 2006 00:00
 En América y el mundo entero, el eje de la esperanza lo constituyen la red de voluntades creadoras, dispuestas a participar activamente de un cambio en positivo en todos los órdenes de la actividad humana. La verdadera conspiración de la esperanza constructiva, silenciosa, pacífica…, pero no por ello menos efectiva, tiene más que ver con la socialización de valores, que de improperios, de ahí su pasaje de triunfo. La llegada del líder indígena Evo Morales a la presidencia boliviana y la consiguiente consolidación de un eje “revolucionario” junto con Castro y Chávez, ha despertado no poco entusiasmo en muchos sectores del ámbito radical. Sin embargo, no promete precisamente lo que más suena. América Latina vive su hora suspirada que no necesariamente coincide con lo que se proclama en titulares. Esta hora no viene con probabilidad significada por el reforzamiento que Morales proporciona al mencionado eje, sino por otros factores como el desarrollo de la conciencia ciudadana y la maduración del liderazgo social, político y económico en todas sus latitudes. Los verdaderos cambios apenas meten ruido y dan pasto a los “media”. El evidente progreso, las auténticas trasformaciones en el seno de las naciones latinoamericanas apenas conquistan titulares, pero merece la pena reparar en ellos: pobreza y explotación que merman; educación, conciencia, autoestima popular, autoorganización, cultura democrática que poco a poco van en aumento. Lejos ya las Dictaduras de Seguridad Nacional que tiñeron de dolor y opresión en las décadas anteriores la mayor parte de su geografía, emerge por fin una clase política moderna, democrática, liberada de corruptelas y más preocupada por servir al pueblo que de servirse del mismo. No obstante, residuo de aquellos tiempos oscuros son los regímenes populistas que han medrado a la contra de aquellos y otros excesos. La historia nos ha demostrado de forma reiterada que un programa de gobierno no se puede reducir a la pura y constante confrontación. El simplismo del liderazgo de consigna deriva a menudo en falacia y nueva opresión. Las naciones latinoamericanas progresan y ya no se les puede domar a la contra de una oposición política o un enemigo foráneo. A estas alturas de la historia, el conjunto de la población se haya más capacitado para manifestar libremente su potencial creativo en el desarrollo de alternativas válidas, coherentes, esperanzadoras con respecto al sistema económico y social dominante. El verdadero eje de la esperanza lo constituyen por lo tanto las instituciones y movimientos capaces de progresar, de superar el paradigma de la confrontación y de ir implementando en sus marcos y geografías respectivas esa alternativa. No somos más libres a fuerza de insulto y bravata ante el imperio; ficción de sentirnos liberados a cada palabra que hiere, en vez de a cada ladrillo que construye. La confrontación genera el odio y éste jamás será el camino. Servir al pueblo no es confrontarlo día sí y al otro también con el imperio, sino trabajar por su progreso y genuina liberación, por elevar su nivel de instrucción y de conciencia. Gobernar el país a golpe de consigna antiimperialista entraña fatales riesgos, principalmente el de la patente de corso que se autootorga el gobernante, pudiendo éste incurrir en los mayores despropósitos sin ser por ello siquiera censurado. No nos llevemos a engaños: el eje Castro-Chávez no es el eje de la esperanza, mientras que no acaben con su restricción de libertades, con su política de visceral confrontación. El eje de la incipiente esperanza lo constituyen líderes como Nestor Kirchner, Vicente Fox, Luis Ignacio Lula, Michelle Bachelet…, con todas sus fallas, con sus grandes diferencias entre ellos, pero al fin y al cabo preocupados en la maduración y progreso de su respectivos pueblos, no en granjearse un apoyo ficticio o mercantilizado. En América y el mundo entero, el eje de la esperanza lo constituyen la red de voluntades creadoras, dispuestas a participar activamente de un cambio en positivo en todos los órdenes de la actividad humana. La verdadera conspiración de la esperanza constructiva, silenciosa, pacífica…, pero no por ello menos efectiva, tiene más que ver con la socialización de valores, que de improperios, de ahí su pasaje de triunfo . “El otro mundo posible” se aplica por lo tanto en construir más que en derribar. El Foro Social Mundial nacido al amparo del partido de Lula en Porto Alegre es evidente testimonio de esa esperanza en gestación, de ese otro mundo posible. El Foro cuya sexta edición tendrá lugar entre el 24 y 29 de Enero en Caracas (Habrá un prólogo en Bamako - capital de Malí), es quizás el mayor laboratorio mundial de alternativas. Sin embargo sobre esa ilusionante alternativa pesa igualmente la tentación de la confrontación. El Foro de la capital venezolana se presenta en este sentido clarificador. ¿Será este inconmensurable movimiento mundial mayoritariamente capaz de mantener su independencia ante el gobierno bolivariano o por el contrario, esta macro reunión de la esperanza se echará a los anchos brazos del presidente y se teñirá de chavismo? Ya se ha desatado el protocolo de seducción con los nueve millones de dólares concedidos por el gobierno a la iniciativa. Es preocupante que se haya aceptado ese dinero, cuando precisamente el Foro de hace un año de Mombay estuvo sumido en la más absoluta precariedad por el rechazo de ayudas económicas que varias importantes empresas deseaban prestar. En cierta medida, muy semejante tentación gravita sobre quien será nombrado en breve, primer mandatario boliviano. Concedemos a Morales el beneficio de la duda, bien es verdad que sus dos primeros saltos a Caracas y La Habana no han contribuido precisamente a consolidar una posición de independencia política. Se suman los interrogantes del mismo signo. ¿Logrará el activista indígena encarnar a un estadista progresista comprometido con su pueblo, pero a la vez maduro, razonable, constructivo? ¿Seguirá la senda de un Lula preocupado por el pan, el progreso y la educación de su gente, o la de Chávez sólo interesado en empujar a sus súbditos a su barricada? Erramos muchas veces, asaltamos muchos palacios, desvalijamos muchos imperios, siempre pensando que eran los últimos… Fueron cayendo uno a uno los espejismos que época tras época con dosis de furia e idealismo, pero sin madurez, fuimos construyendo… El futuro ya nos ha alcanzado. Llegada es la hora de las verdades. ¿Seguiremos situando siempre los monstruos fuera, o seremos capaces de concluir que el otro mundo posible depende más de nosotros mismos, de nuestra valentía, creatividad y coraje, de nuestra capacidad de sobreponernos a las dificultades del momento? ¿O por el contrario, seguiremos echando la exclusiva culpa al imperio de que aún la utopía disponga de tan acotado terreno, de que apenas cuente con los cimientos de unas piedras cansadas de aguardar encima una nueva, prometedora y fraterna civilización? La Redacción Fundación Ananta
“E-mail” a los Magos de Oriente (5-I-06)
Jueves, 05 de Enero de 2006 00:00
 Queridos Reyes Magos: Este año os mando la carta por el correo electrónico de mi padre. Dicen que llega al instante a vuestras oficinas centrales de Oriente y así me quito el apuro de llegar tarde. No hemos ido con ella ni al estanco, ni al buzón; ni siquiera ha salido por esa impresora que mete tanto ruido y eso me preocupa un poco. Por favor, aunque os llegue sin sello, no la echéis a la basura. Por cierto la dirección: “
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”, tampoco me termina de convencer. Ni siquiera la ha escrito con mayúsculas el ignorante de él. En fin, confío que, aunque sin sello, ni buzón, ni mayúsculas..., mi carta llegue a vuestros ojos y su pedido a vuestro corazón, pues todo lo que aquí os escribo sale de muy adentro del mío. Me esperan algunas horas delante del “ordenata” escribiendo todo lo que os quiero contar, todavía sólo me manejo con dos dedos y apenas llego hasta la pantalla. Os ruego también que no os enfadéis por las faltas. Dicen que en el correo electrónico se puede escribir sin acentos y por eso nadie se enfada. Por este año olvidaros de“nintendos” y “playmoviles”. Aunque halláis informatizado los pedidos, debéis andar que no dais abasto y con tanta natalidad, vuestra “flota” de camellos todavía será escasa. Sólo os pido, pues, lo principal que no es poco y bien sabéis vosotros, que venís del caliente Oriente, que lo más importante es que se acaben todas las batallas. Os lo dicen todos los años muchos otros niños, lo hacen en todos los idiomas, (como buenos sabios esto no es problema para vosotros) lo escriben en lápices de todos los colores..., pero yo estoy obligado también a repetíroslo: os pedimos que la paz se instale en todos los rincones del planeta. Que nadie use bombas y pistolas para defender las ideas que lleva en la “pelota”. Yo sé que con el hierro de las armas se pueden hacer muchas cosas estupendas: vías de tren que unen a los hombres, aviones que saltan continentes, coches que nos llevan a la playa... A vosotros que atravesáis arenas, mares y montañas trayendo siempre buenas noticias, os pido que se encienda la paz en todos los hogares pequeños y en este grande hogar que es nuestro planeta. Os pido también que todos los niños tengan sopa con bien de letras o macarrones con mucho tomate en su plato, un columpio de madera en su plaza, un cuaderno en su escuela para escribiros estos y otros sueños. Acordaos de los niños de los países pobres. Que esas barrigas de hambre se desinflen y su esperanza de vida se ensanche, que sus campos verdeen y sus silos rebosen. Tened muy presentes también a todas las gentes dañadas por tantos desastres naturales. Vosotros que tenéis “enchufe” en los cielos, que desde allí detengan los huracanes y los “tsunamis” que nacen en los océanos y se meten después en los continentes, para que nunca más vuelen tejados, destruyan puentes e inunden poblaciones enteras. Os pido también por los niños de los basureros, las minas, los campos de sol a sol..., para que en adelante suden con las multiplicaciones de cuatro números, los ríos de China y los verbos irregulares en inglés; que no gotee ya de sus frentes ese sudor que, de ninguna forma, les corresponde. No olvidaros tampoco de los ricos de la tierra. Contagiadles del gozo de compartir y curadles del mortal virus de acumular, que sepan acertar con el encanto de lo bello que también es lo sencillo, con el hechizo de la vida que tan a menudo desbaratan los dólares. Os pido por los medio-ricos como yo, para que aprendamos a dividir, cuanto menos, por “0’7” y no enfermemos con esa peligrosa sed de querer más y más a costa de los demás. En fin, os pido lo que ya bien sabéis: que los mayores no corten más bosques, y así no emigren los duendes; que no ensucien las aguas y así no se escondan sirenas..., porque sin selvas misteriosas, ni ríos transparentes se acabarían los cuentos, y vosotros, mejor que nadie sabéis, que un mundo sin cuentos no sobrevive. Que los mayores aprendan a querer más y más a nuestra otra gran madre que es la Tierra; que después de tanto maltrato, retornen a ella, escuchen sus lecciones, abracen sus árboles, acaricien su rostro con una mirada por fin agradecida. Por último quisiera que mayores y pequeños aprendiéramos a utilizar el gran poder de este trasto con el que os escribo. Sería “guay” que esta carta os llegara sin sello y a través del esmirriado cable del teléfono. Ahora que dicen que los ordenatas tienen dentro bibliotecas y enciclopedias enteras, que están unidos los unos con los otros, que pueden compartir entre ellos todo lo que guardan..., que sepamos, pues, utilizarlos para bien. No olvidéis de incluir precisas instrucciones en estos complicados “juguetes” que pondréis junto a los zapatos. Ocurre a veces que la gente no acierta a aprovecharlos y pierde con ellos tristemente el tiempo. Advertid el “porque” y “para que” de los “superordenatas” que a veces no caben ni por el tubo de las chimeneas. Ya que han sudado tanto los camellos trayéndolos desde Oriente, que esos instrumentos, cada vez más maravillosos, sirvan para unir y no separar, para crear y no destruir, para facilitarnos la vida, pero no esclavizarnos..., para hacernos en definitiva, de día en día, más magos como vosotros. Que en ese gran océano compuesto de millones de pantallas, pongáis, queridos y sabios Reyes, un poco de orden y así los navegantes no se despisten en lo que no merece la pena, en lo que nubla la magia de la vida, que vosotros anunciáis por la arena y el asfalto. Que los ordenadores nos ayuden a formar esa aldea global de verdaderos hermanos, esa familia planetaria que vino a inspirar, ya hace 2006 años, aquel Niño al que ofrendasteis, en un humilde pesebre, oro, incienso y mirra. Sé bien que tenéis muchos “emilios” en vuestra bandeja de entrada y no os quiero aburrir más de la cuenta. Me dejo muchas cosas en el tintero, perdón en la “Ram” de mi cerebro, pero he de acabar la carta, que no mis deseos, pues son casi tantos como las estrellas de vuestros desiertos. Queridos Reyes Magos venid pronto, que los regalos de verdad bajen por todas las chimeneas; que la sonrisa llegue a todos los labios, que el alimento a todas las mesas y la esperanza a todos los corazones. Desde Madrid con gran amor. La Redacción
Las últimas trincheras (18-XII-05)
Domingo, 18 de Diciembre de 2005 00:00
La película "Feliz Navidad" nos muestra en definitiva que todas las trincheras pueden desaparecer, tras una gran nevada, a partir de un pitillo compartido, tras el canto sublime de una soprano danesa. El film franco-alemán nos sitúa ante el mayúsculo dilema que, en definitiva, afronta la humanidad: mantener y fortalecer las trincheras o por el contrario acabar por siempre con todas ellas. En las pantallas de los cines se libra en nuestros tiempos enconada liza: por un lado películas oscuras de odio, sangre y violencia, por otro películas bellas, rebosantes de creatividad, valores y esperanza. Las hay que levantan trincheras, las hay que las allanan. Por ahora son tablas. No se sabe quien ganará. De nosotros depende alimentar una u otra conciencia, una u otra taquilla. La taquilla de "Feliz Navidad" merece ser visitada en estos días. La película de Christian Carion nos muestra que las más confrontadas trincheras pueden desaparecer diluidas por oportunas dosis de arrojo y humanidad. Basada en hechos reales, esta gran producción de reciente estreno nos sitúa en el escenario de la primera guerra mundial y nos acerca a los combatientes de uno y otro bando, a los soldados franceses, británicos y alemanes hostigándose desde sus defensas. En unas fechas como éstas, hartos de combatir, por encima del odio instalado, decidieron compartir cantos, cigarros y gozo navideño. La película nos muestra en definitiva que todas las trincheras pueden desaparecer, tras una gran nevada, a partir de un pitillo compartido, tras el canto sublime de una soprano danesa. El film franco-alemán nos sitúa ante el mayúsculo dilema que, en definitiva, afronta la humanidad: mantener y fortalecer las trincheras o por el contrario acabar por siempre con todas ellas. Muestran callos nuestras manos de tanto asir la pala. Cavamos trincheras en la tierra, en las praderas de la política, la ideología, la economía, la cultura, el deporte. Cavamos también trincheras en los cielos, incapaces de esbozar una misma oración, de clavarnos ante un mismo altar, de clamar a un mismo Origen de infinito amor. La esperanza de la humanidad es el hastío de divisiones y fronteras. Al igual que en la pantalla, son los cigarros, los villancicos, los chocolates. a compartir en el terreno de nadie, en el terreno de todos. Van callando todas las cornetas que ayer alentaban a la batalla, hartos de dispararnos desde todas las defensas. ¿Queda ya hoy algo por defender que no sea la paz, la sanación de la Tierra y el pan en todas las mesas; que no sea nuestra propia sobrevivencia, nuestra sana convivencia en la diversidad? Ya nos matamos una y mil veces, por una y mil excusas. A la vuelta de una historia de dolor y rencor, prendamos el fuego de la esperanza en mitad de todas las trincheras. Contagie nuestra vida algo del mensaje de ese celuloide. Abandonemos los fusiles en el fondo de nuestras trincheras, iluminemos árboles en medio de las tierras minadas. No aguardemos futuras navidades, no esperemos que sea el otro el primero en asomar su casco, en dar el primer paso sobre el paisaje blanco, en encender el primer pitillo para los labios "enemigos". Compartamos humos y futuros, dulces y horizontes, villancicos y alboradas. Ahora o nunca, todos los ojos de todas las trincheras del pasado confían en nosotros. Ellos no pudieron, era aún temprano, el viento era más helado, no tenían teclado, ni pantalla, ni SMS. para preparar el abrazo de gentes y pueblos, de orillas y continentes, de religiones y civilizaciones. La Redacción
Altas vallas o anchos corazones (23-XI-05)
Miércoles, 23 de Noviembre de 2005 00:00
 No es cuestión de altura de vallas, sino de anchura de corazones. Urge magna cruzada contra el hambre y la pobreza, no más blindaje de nuestro privilegio... Urgen pozos e industrias nobles bajo el Sahara, para que nadie corra a clavar su mano en los espinos de acero. Poco frena el hierro cuando espolea el hambre. Las espinas no asustan a quienes ven dicha y prosperidad más allá de sus afiladas puntas. Todos sabemos que, a la larga, la solución no es la valla. Nunca lo fue, nunca perduraron muros o alambradas entre humanos. En la muralla china se fotografían los turistas japoneses, las piedras del muro de Berlín alcanzan buena cotización en el mercado alternativo, las aduanas de la antigua Europa son ahora jardines y museos… Alambradas que rallen los cielos proyecta nuestro gobierno en Melilla, pero África y sus multitudes hambrientas asaltarán los propios cielos. Ya sea de tres, de seis o de nueve metros…, no hay valla infranqueable al fondo de una geografía de miseria. No más frágiles escaleras de madera para asaltos de vida o muerte. Futuro también para los jóvenes al Sur del desierto, para que no salten verjas gigantescas, para que no les alcance la bala en el intento. Nadie se despierte con obsesión de huida; nadie deje su aldea al alba, abandone a los suyos por un trozo de pan; a nadie le crujan los huesos tras salto en ingrato vacío. No es cuestión de altura de vallas, sino de anchura de corazones. Urge magna cruzada contra el hambre y la pobreza, no más blindaje de nuestro privilegio, no más fusiles en la sien inocente. Urgen pozos e industrias nobles bajo el Sahara, para que nadie corra a clavar su mano en los espinos de acero. Nadie deje su sangre en el alambrado, nadie embarranque su vida en la arena. Las playas son solaz y disfrute, no redada o cementerio. Construyamos futuro para el Norte, también para el Sur. Cesen ya los abismos sociales, las caídas igualmente mortales desde la nueva valla de seis metros… Pan y dignidad, techo y jardín, mar y playa sin cadenas por fin para todos. La redacción
Sueños y brasas (10-XI-05)
Jueves, 10 de Noviembre de 2005 00:00
A propósito de la revuelta en los suburbios franceses Lo sencillo es practicar “tierra quemada”, lo difícil construir otra tierra, otros barrios, otra periferia… Lo sencillo es destruir este mundo, lo titánico es ponerse a levantar otro, sobre unas bases más justas y solidarias. Cualquier comparación de la revuelta actual con Mayo del 68 es desafortunada. No comparemos sueños con brasas, primaveras con otoños. No conviene equiparar movimientos que crean con los que destruyen. El fuego no descarrila la historia. El asfalto es duro, pero las cenizas no liberan. La situación en los suburbios franceses puede ser límite, mas las llamas no emancipan. Lo sencillo es dar rienda suelta a la rabia, emprenderla contra los vehículos que duermen aparcados; lo complicado es caminar ese mismo coraje en un sentido más positivo y creativo, ofrecer alternativas y propuestas. Lo sencillo es practicar “tierra quemada”, lo difícil construir otra tierra, otros barrios, otra periferia… Lo sencillo es destruir este mundo, lo titánico es ponerse a levantar otro, sobre unas bases más justas y solidarias. Cualquier comparación de la revuelta actual con Mayo del 68 es desafortunada. No comparemos sueños con brasas, primaveras con otoños. No conviene equiparar movimientos que crean con los que destruyen. Entonces era la imaginación la que se postulaba para el poder, ahora son llamas al asalto de todo. Entonces los muros se coloreaban, ahora se humean. Entonces era conquista de imposibles, ahora basta prender un mechero. Entonces “playas bajo los adoquines”, perfume de flores en las bayonetas…, ahora paisaje de hoguera, hedor de petróleo… Es difícil encontrar sentido de progreso a la quema masiva de coches y edificios públicos en el país vecino. No es preciso alarde de imaginación para levantar piras de llamas, hace falta algo más para alumbrar el mañana. Bañe los guetos el aire fresco, no el fuego insaciable. Antorchas que clareen, no hogueras que arrasen, urge nuestro mundo. Arde algo de Paris. Sus cenizas son en buena parte las de nuestra civilización. Son llamas prematuras, pues el recambio no está preparado y los pirómanos no han soltado palabra, ni esbozado aurora. Por lo demás, el otro “mundo posible” no soporta cemento de rencor, otra pasta más duradera ha de ensamblar sus piezas diamantinas. El geto puede tener llave por fuera, pero también por dentro. Salten todas las cerraduras. Alto a la marginación que cierra caminos y alimenta iras, alto a las llamas que calcinan y no iluminan. La Redacción
Defienden la vida (30-X-05)
Domingo, 30 de Octubre de 2005 00:00
A propósito del despliegue de la OTAN en la Cachemira pakistaní Con las tareas humanitarias, los ejércitos han hallado ubicación y cometido en nuestros días. Los operativos de paz y de socorro han dado legitimidad y razón de ser a unas Fuerzas Armadas tan cuestionadas a lo largo de la historia en general y de la nuestra en particular. Un mundo tan cambiante nos invita a repensarlo a cada momento. Lo que ayer formaba parte de nuestros más firmes postulados, hoy puede demandar urgente revisión. Acercarnos con fina mirada a un presente sorpresivo, acelerado, global…, a menudo implica el esfuerzo de superar estancamientos del pasado. Hay noticias que nos obligan a volver sobre nuestros pasos, rehacer visiones, recomponer ideas, remontar otras atalayas sobre el mundo. Somos fruto de cada momento y a menudo se nos puede antojar ajena una mirada que sostuviéramos ayer. Cada vez más complejas realidades nos empujan a abandonar pretéritos simplismos. Nos construimos día a día y las circunstancias no son extrañas a esa constante renuncia y modelación de nuestra mirada. Estas circunstancias condicionan, en muy buena medida, nuestra forma de interpretar el mundo y sus avatares. Cuando ellas cambian, afrontamos el apremio de aplicar a la realidad una visión diferente, so pena de caducidad y anclaje, so pena de perder el tren de los tiempos. La vida colectiva da muchas vueltas y nosotros hemos de estar dispuestos a bailar con ella, a no perder el paso. Hay noticias que nos invitan a una especial reflexión: la OTAN se emplea por primera vez en una gran misión humanitaria. Tras el terremoto que sacudió la región de Cachermira el pasado 8 de Octubre en las zonas remotas del Himalaya, tres millones de personas se han quedado aisladas y sufren bajas temperaturas. El invierno se torna terrible amenaza en las estribaciones de las más altas montañas de la tierra. Se hace preciso llevar alimento, mantas, tiendas de campaña, estufas…en ingentes cantidades a aldeas remotas e inaccesibles. Si no llegan a los afectados con rapidez, el número de muertos se multiplicará en Pakistán. Las ONG’s no pueden con una empresa humanitaria de esa magnitud, no están preparadas para semejante operativo. Carecen de medios para establecer tan urgente puente aéreo humanitario. Sólo una alianza militar está en condiciones de garantizar la vida de tantos damnificados, sólo los ejércitos pueden llevar esperanza a esas remotas montañas. Cientos de miles de pakistaníes, ahora en peligro, pueden ser salvadas por la Alianza Atántica. Ellos socorrerán con sus potentes helicópteros a las mujeres, los hombres y los niños que no bajan sus ojos del cielo. Difícilmente olvidarán la estrella de la OTAN en la chapa de los vehículos que les sacaron del infierno. Se podrá argüir que la operación representa lavado de imagen, sin embargo en algún momento era preciso comenzar con la transformación necesaria. ¿Quién está en condiciones de juzgar si el cambio viene de la epidermis o del corazón? En el presente caso, dudar de la buena voluntad de la gran entente militar supone asumir la condena a muerte de innumerables campesinos pakistaníes. La implicación de la OTAN en tan grande operativo humanitario nos obliga a revisar nuestra opinión con respecto a la mayor alianza militar de todos los tiempos. Estos hechos evidencian que vale más emplearse en ganar conciencias, que en tumbar estructuras. No se trataría tanto de derrotar organizaciones, sino de conquistar corazones. El pronto despliegue de 1.000 soldados de la Alianza en los Himalayas de Pakistán nos invita también a otra consideración con respecto al papel de los ejércitos en el siglo XXI. En estos tiempos que vivimos de catástrofes de grandes magnitudes, las fuerzas armadas se revelan de una utilidad incontestable. Paradojas de la historia: las estructuras que nacieron para la guerra, son ahora, en alguna medida también, salvaguarda de paz, esperanza de vida. A nosotros nos toca abrirnos a esta evidencia, aceptar y agradecer estas paradojas. La vida es el valor supremo y en circunstancias como las que se viven en Cachemira, sólo los militares y sus medios están condiciones de salvaguardarla. Las grandes estructuras están compuestas por humanos también susceptibles de evolución. No procede combatirlas. Mutan al ritmo del cambio de quienes las componen. Con las tareas humanitarias, los ejércitos han hallado ubicación y cometido en nuestros días. Los operativos de paz y de socorro han dado legitimidad y razón de ser a unas Fuerzas Armadas tan cuestionadas a lo largo de la historia en general y de la nuestra en particular. Su descomunal presupuesto comienza a tener alguna justificación: mayormente alientan vida, ya no la callan. Cada vez la tierra es más de todos y nosotros somos también más de todas partes. Cada vez hay menos territorios que defender y los ejércitos y sus alianzas cobran más razón de ser para llevar consuelo en situaciones extremas, alivio en medio del fatalidad y ya no más muerte y dolor. Cada vez sirven más para paliar los desastres humanitarios y menos para causarlos. Las armas comienzan a ser “arados” de una nueva y más fraterna tierra. ¡Tornen poco a poco las maquinarias de guerra en garantes de vida y de paz! Remonten los helicópteros las alturas del Himalaya, llenen sus panzas de heridos y hambrientos, no más de bombas, hierro y metralla. La Redacción
El Monte Kailas
Domingo, 09 de Octubre de 2005 00:00
El camino es un continuo discurrir de mujeres y hombres vestidos con sus mejores trajes: nómadas de las llanuras del Chantang, mujeres de Ladakh, Chambas del este del Tíbet con las trenzas rojas, familias de Amdo con sus gorros de piel, mujeres de Dolpo cubiertas con los gorritos visera de metal fundido, gente del Mustang y de Nepal, de Sikkim y de toda la India. Nunca se había visto tal despliegue abrumador de corales y enormes turquesas junto a piedras de ámbar de colores y tamaño como el sol. Cada doce años, en el Monte Kailash se reúnen, mientras lo circundan en el sentido de las agujas del reloj, miles de peregrinos budistas porque dice la tradición, que cada kora equivale a trece de cualquier otro año. Recorren los 52 kms. enfrentándose a los riesgos de la altura y del clima de alta montaña: Es el año del caballo. Se ven familias enteras que caminan llevando a sus recién nacidos; también a monjes y monjas solas, a grupos de amigos y desconocidos que se hacen amigos para realizar la kora juntos. Es una cascada de destellos que se despliega en el ambiente severo de la montaña. Entre glaciares y morrenas enormes titilan puntos de luz de todos los colores: son los peregrinos que con sus vestidos y adornos al sol, puntean las laderas de la gran montaña a docenas, a cientos, a miles, todos realizando ofrendas y postraciones. Muchos tibetanos van acompañados por sus perros: enormes mastines negros que enjaezados con collares de lana roja, saltan y corren elegantes olfateando con brillantes trufas de color azabache, el aire purísimo de la montaña. Ellos también participan de la fiesta, del esfuerzo y cruzan los neveros afianzando las enormes patas en la nieve, mientras en sus ojos aparece el brillo de la determinación: seguirán a sus amos, a sus compañeros de samsara… hasta el final, sea cual fuere el camino a recorrer… sea cual fuere el peligro a abordar. Pájaros de todas clases y tamaños desde los descomunales buitres hasta los brillantes jilgueros del Himalaya, cantan y saltan junto al camino sin temor: Nadie causará sufrimiento intencionado a ningún ser viviente en el Kailash y las chovas piquigualdas planean con confianza, mientras las marmotas mueven el hociquito anta la barahúnda de este peregrinaje único en la tierra. Los rebaños de yacs cargan las pertenencias de cada grupo y las lanas que les cubren hasta las patas, aparecen también como un adorno den esta fiesta donde todos, animales y personas tienen la misma importancia… el mismo sentido. Los de color negro son mayoritarios, pero de vez en cuando un enorme animal de pelo rubio casi amarillo como el oro, rompe la monotonía del rebaño con su delicado hocico rosa pálido y unos grandes ojos azules asustados. El animal más poderoso del Himalaya… es el más tímido y discreto. Los grupos de caminantes mientras tanto descansan, hablan y aclimatan y las cuentas de los malas corren presurosas entre los dedos, al tiempo que los mantras, millares de mantras se elevan hacia el cielo nevado del Kailash. Una espiral de compasión asciende sobre el resto de las montañas: “la única felicidad posible es la que deviene de ayudar a todos los demás seres vivientes”. Cerca de la cumbre el sendero se suaviza. Sobre la ladera pende un enorme glaciar colgado. Ya se divisa el collado, el paso de Drolma. Tara el Buda femenino de la compasión inmediata, acoge a todos los caminantes en un bosque inextricable de banderas de oración: Lung Ta. el caballo del viento, que nos recuerda la impermanencia de las cosas, flamea sobre el collado y toda la montaña. Al instante, una nube de katas blancas como palomas vuela sobre las banderas; cada peregrino arroja una y cien a la vez. Ancianos vestidos con chubas de piel de yak se postran entre los bloques del granito venerado. Es difícil caminar, moverse a esa altura pero todo es una fiesta de purificación y de amor. En los ojos de los caminantes aparecen lágrimas que contienen toda la profunda belleza del budismo mahayana. El cielo aparece negro, gris y azul oscuro y los rojos y ocres de los vestidos contrastan en el más delicado arco iris que quepa imaginar. Y comienza la bajada. El sendero se desploma a través de roquedales y entonces… cantos, cantos jubilosos. Voces rudas y potentes acostumbradas a llamar cruzando los desiertos y los valles más inhóspitos de la tierra, entonan las melodías más dulces y cálidas que se contestan de grupo en grupo, y armonizan de ladera en ladera, de nevero en nevero. A cinco mil seiscientos metros de altura, el Kailash entona las melodías y enseñanzas del VI Dalai Lama: “¡El único maestro reside en tu corazón! ¡Búscale!”. Guelupas, ñingmapas, sakyaapas, karguiupas, todos cantan después del abrazo de la Madre Tara. Algunos ya se sientan y meditan bajo la lluvia y la nieve. Otros se apresuran… tal vez puedan completar en los próximos días algunas vueltas más. Es en la mayor estupa de la tierra, en el hogar de Guru Rimpoché donde algunos eremitas encontraron la luz que se transmite de maestro a discípulo. Hoy aparece entre nosotros con el mensaje del Buda: “si te determinas puedes alcanzar la Iluminación y abandonar para siempre la rueda del sufrimiento”. Es la enseñanza que descubren todos los peregrinos el circundar la montaña más bella del Universo, el Monte Kailash. José Ramón Bacelar
Ascender a Nuestra Identidad Humana por Jorge Carvajal
Martes, 05 de Abril de 2005 00:00
Partimos de sucesivas uniones que se reiteraron en nosotros hasta converger en la humanidad. En el corazón del hombre encontramos mares interiores, tempestades, instintos, sacrificios, sublimes amores... Todo confluye allí cuando ya no huimos más de nosotros. Al interior no hay un refugio. Mar insondable, la vida es allí permanente conquista. No es una entidad estática, limitada, definida. Es una entidad, el ser, que se renueva cada segundo. En un permanente ascender al presente, se supera el límite del pasado. En un constante soñarse la vida se convierte en el arte de renovarse. Identificarse tiene que ver con la desidentificación. Afirmarse con la negación. En el noble sendero del medio entre los extremo, puro presente, el proceso redime el ser del no ser. Y ser en nuestra condición es ser humanos. No el fósil molecular muerto; no la esquizofrenia existencial de una mente y un cuerpo divididos; no una vida en el más allá como premio de consolación por olvidarnos de vivir ahora y aquí, ni un infierno en esta vida cargando el pasado como temores y culpas. Ser humano es un vivir asombrados y conmovidos el milagro de inventarnos todos los instantes, el milagro de ser conscientes de respirar, el logro trascendental de ser conscientes de la conciencia, la ciencia sublime de sentir que estamos vivos cuando sentimos que la vida que anima flores y trinos es la misma que habita en nosotros. Ser humanos es cantar con la tierra la amorosa canción del regreso; volver a nosotros en todo lo otro, que está ahora y aquí, presente, para revelarnos; es reverenciar tanto el misterio del nacimiento como el de la muerte y en los dos reconocer la vida. No es del ser humano la separación, ni la violencia, ni la ciencia para dominar o controlar. La identidad por conquistar es aquella que permite al hombre abrirse para compartir, morir al pequeño yo para nacer al yo mayor del dar. Ascender de la cantidad a la calidad, no negarse el cuerpo o el alma, no dividirse en espíritu o materia, vivir en cuerpo y alma la vida como una corriente espiritual. Donde están tus sueños se revela Su proyecto. Donde tienes el alma están Sus silencios. Donde está tu aliento respiras con el espíritu. Donde está tu corazón expresas Su amor. Cuando te unes a tu naturaleza y descubres en la tuya la síntesis de la naturaleza ascendente, entiendes que el camino sagrado de la mente es el de pasar por la síntesis de la humanidad para ascender en cuerpo y alma al momento de la integridad. Es la vía de los reinos de la naturaleza en ti. La de la transparencia del mineral que te ha hecho sensible a la luz que dejas pasar. La integridad del vegetal que convierte luz solar en química vital. La integridad del animal que asciende del cuerpo a la manada, e inventa para las alas la bandada y para las migraciones un cuerpo de inteligencia colectiva. La integridad humana, luz convertida en intelecto e intuición, fuerza magnética de la creación expresada en amor. Salvarnos del pecado original del separatismo que un día se convirtió en feroz egoísmo. Asumir la identidad que no separa, no la del juez, no la del culpable, no la del juicio, ni la de la culpa, ni siquiera la del ya no necesario perdón. No la de la víctima en busca de chivos expiatorios. Asumir la identidad que da la dignidad de ser esencialmente libres. La identidad que da la libertad de optar. La identidad que permite elegir la actitud y actuar desde el pensar y el sentir no disociados. Si ya somos lo que en esencia somos, lo único que falta es dejar que sea el ser, y permitir que su luz revele el sentido de la sombra. Dejar que su fuego derrita el hielo de todas las edades para que el lastre del pasado no impida desplegar las alas y ascender al aire de la mente, el aire del alma, esa tenue sustancia que hace de nosotros seres humanos. Jorge Carvajal Posada
Octubre 2010
Con Europa
Domingo, 13 de Febrero de 2005 00:00
 Creemos en Europa. No es la de nuestros sueños, pero es la que al día de hoy hemos alcanzado. La política es arte de los posibles. Primero demos vida a su Constitución, formalicemos Europa con el apoyo del más amplio espectro político, con la suma del mayor número de voluntades. Cuando haya crecido y madurado ya la colorearemos, ya la desgominaremos… Su faz más selecta y ostentosa no lo es para siempre. Para modelar la nueva entidad, es preciso primero consolidarla. Cuando hayamos construido ese nuevo sujeto político, ya iremos llenando esa Unión de valores de más ambicioso progreso. La política es una inversión de paciencia. Cierto, ésta no es la “Europa diez”, pero no hay otra y es preciso proyectar a partir de ella. Lo importante es no perder nunca el entusiasmo primigenio, el perenne incentivo de progreso. La política, sobre todo cuando implica a casi 500 millones de habitantes y 25 naciones, no es apuesta de máximos, al día de hoy inalcanzables, sino de mínimos posibles. No hemos de borrar nunca los máximos de la cabeza, pero no olvidemos tampoco que conllevan su gran dosis de prudencia, su ritmo de avance, su tiempo. La política es arte de generosidad. Grandes avances implican grandes consensos. El ideal de evolución cultural, político, económico, social… está indisolublemente ligado al de unidad, al de síntesis, siempre escrupulosamente respetuoso de la diversidad, de la autonomía de las partes. Perpetuar fragmentación y división implica paralizar el avance de la humanidad hacia cotas más elevadas de civilización. La política es la ciencia de los cambios graduales. Ya no vivimos aquellos tiempos tan apresurados del “todo o nada”. No es la Europa que hubiéramos diseñado y las razones son de sobra conocidas, pero es la única que tenemos y no renunciaremos a ella, no ya sólo por nosotros, sino por todos los que ayer cayeron en cualquiera de los innumerables conflictos y guerras, que a lo largo de la historia salpicaron su convulsa geografía. Ensanchemos nuestra mirada. Europa es el producto anhelado de muchas generaciones. No la menospreciemos. Deberemos de trabajar por unas más justas relaciones humanas en su seno y para con el exterior, pero no subvaloremos lo conseguido. Es preciso observar desde la atalaya de la historia, no desde la impaciencia de nuestra perspectiva: las naciones que hoy se unen, durante muchos siglos se han despedazado. En lo que a la otra atalaya geográfica se refiere, en ningún lugar, tantas naciones han logrado semejante grado de convergencia. Los octogenarios que se reunieron en Auschwitz para conmemorar la clausura hace sesenta años del infierno de los infiernos, la capital del horror de todos los tiempos y lugares; los abuelos que de jóvenes o niños vieron remontar a los cielos tan siniestros humos que se izaban desde los cuerpos de sus compañeros, no podían concebir que unos y otros, víctimas y verdugos, íbamos un día a formar una enorme confederación de Estados. Jamás hubieran podido pensar que millones de personas de uno y otro bando refrendarían en nuestro tiempo un mismo Tratado de unión, de cooperación, de interdependencia. Las lágrimas derramadas en el mayor cementerio de nuestro continente, en la zona cero de la barbarie del pasado, bien merecían el esfuerzo del “si” en la cita del pasado 20 de Febrero. Kyoto, el Tribunal de la Haya, muy buena parte de las instituciones internacionales… pivotan fundamentalmente en la Europa unida; muy buena parte de los procesos de paz, de los procesos de desarrollo, tienen su garantía en el apoyo del viejo continente . Muchas naciones miran con esperanza el sistema de valores aquí madurado, la unidad que aquí hemos logrado construir y que nosotros no terminamos de apreciar en su debida medida. Europa es el mayor embrión de un mundo unido. Con el eco de tantos cañones vecinos, de guerras que aún sacuden geografías nada lejanas, no se puede renunciar a una unidad que hoy tanto significa. Más allá de nuestras fronteras, Europa representa un referente de estabilidad, prosperidad, cooperación, seguridad, progreso… y demasiados etcéteras como para defraudar a tantos observadores. Miran con optimismo el grado de internacionalización que hemos conseguido. Ha corrido mucha sangre, ha sido necesario mucho tiempo para llegar en nuestros días a esta Europa, evidentemente inconclusa. Muchos la sueñan más joven, lozana y solidaria…, con su mirada más puesta en la ventana del Sur, que en la caja registradora. El posible de hoy es una Europa unida, pero mañana le iremos sumando los adjetivos de amable, abierta, verde, solidaria… Tomemos conciencia del ritmo necesario para consolidar avances irreversibles. El alba no nos sorprende de repente, no rompe la flor en su alarde de color y perfume en unos segundos, no calla de una el frío del invierno que precede a la primavera. No pretendamos que la fraternidad humana, la paz, la justicia, la armonía excelsa... encarnen de un día para otro. La redacción
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