Junto al blanco roble (16-I-06)
 Necesitamos cerca a la montaña, su remanso de paz, sus inquilinos salvajes. Saber que está ahí, que desde su cumbre la realidad siempre es más precisa y transparente, más sencilla y a la vez profunda. Basta penetrarla en silencio para que ella también se sincere, para que nos susurre su magia. Rodeada y cercenada por asfalto, herida por pistas, coronada de antenas..., la montaña necesita también de solitarios caminantes con quienes compartir sus secretos. Se esconde la nieve en el valle, se eclipsa tras los colores cotidianos. La tierra la bebe a grandes sorbos, no sin antes dejar en nuestro recuerdo su mensaje de pureza. Calla y marcha tras la impronta de su poderío con el que inunda e iguala todo; se retira sin mediar aviso, con el mismo sigilo que cuando se apoderó de nuestros campos y pueblos, fría alborada en la que intuimos su presencia tras las cortinas. Se despide la nieve del valle pero aún nos aguarda en la sierra. Las hojas acristaladas crepitan bajo el peso de la bota por su piel helada. Vestida la montaña de nieve, cierto pudor nos sacude al horadar su blanca espesura. Saturados por el “trajín” de la urbe nunca hemos necesitado tanto de ella, de su silencio, de su hermosura, de avanzar hundiendo las piernas hacia su cumbre. En el ascenso tranquilo y maravillado vamos venciendo el recelo de romper esa intimidad de la montaña consigo misma, de rasgar su velo de bruma y estampar en la nieve una huella que no siempre le fue amiga. Con acopio de elevados sentimientos por permiso, la hollamos en silencio. Ducha de copos bajo el roble en el que tomamos apoyo, la nieve se desmorona por doquier cansada de equilibrios en las alturas de la arboleda. El sol araña los copos que a duras penas sostienen las ramas, hasta que los precipita hacia los suelos. Irrumpe ya de mañana el astro en la blancura esparciendo un brillo diminuto sobre la nieve, desenrollando su refulgente alfombra que nos eleva a otros mundos. La montaña es símbolo de poder, a causa de la idea de estabilidad que le es propia, estímulo de elevación, constante desafío de superación personal, invitación a una mirada más justa y ancha... Más cubierta de blanco, la montaña, se mete hasta dentro de nosotros y su seducción no es sólo de los sentidos, su embrujo es ya del alma. La ascensión por la nevada arboleda, no es prueba tentando músculos y pulmones, sino invitación a que el espíritu también escale, calce botas y remonte cada vez más alto, más allá del lodo que le salpica en sus valles cotidianos. Los buitres merodean las enormes peñas en las que culminan nuestros esfuerzos. No rehuyen al hombre. Pasan con dulce silbido sobre el cresterío rozando las rocas con sus alas, avivando nuestra fascinación con su elegancia señorial, empaque suavemente empujado por el frío aire de las alturas. Allí ejercen ese a veces sutil, a veces férreo dominio sobre el paraje y sus criaturas. Gobiernan orgullosos en su planeo y ni siquiera nos buscan en su amplia mirada. Algún tiro lejano recuerda que el mundo sigue allí abajo, que el ruido aguarda al final de los mismos caminos, que en algún lugar cede el hechizo de la montaña. Insiste el eco con más detonaciones: persuade el hombre interrumpiendo la vida que aletea, deteniéndola, cortándole una y otra vez el paso en las alturas. Avisa el eco que el mundo sigue allí, donde lo dejamos abajo, en buena medida ajeno a tanta maravilla como nos recrean las cumbres, perezoso por remontar el blanco de las alturas, el manantial de belleza de la sierra. Necesitamos cerca a la montaña, su remanso de paz, sus inquilinos salvajes. Saber que está ahí, que desde su cumbre la realidad siempre es más precisa y transparente, más sencilla y a la vez profunda. Basta penetrarla en silencio para que ella también se sincere, para que nos susurre su magia. Rodeada y cercenada por asfalto, herida por pistas, coronada de antenas..., la montaña necesita también de solitarios caminantes con quienes compartir sus secretos. Tan sólo pide unos pasos respetuosos para convertirse en lugar de conocimiento, en templo sagrado. El valle despliega ante nuestros ojos, su ya verdeante antesala de civilización. A la espalda, sola y soberbia la sierra nevada. La despedimos con guiño hacia la cumbre. Alcanzamos el caserío con nuestra mirada prendada de su nostalgia, abandonando en la arboleda desnuda la promesa de retorno temprano. La Redacción Fundación Ananta
El eje de la verdadera esperanza (13-I-06)
 En América y el mundo entero, el eje de la esperanza lo constituyen la red de voluntades creadoras, dispuestas a participar activamente de un cambio en positivo en todos los órdenes de la actividad humana. La verdadera conspiración de la esperanza constructiva, silenciosa, pacífica…, pero no por ello menos efectiva, tiene más que ver con la socialización de valores, que de improperios, de ahí su pasaje de triunfo. La llegada del líder indígena Evo Morales a la presidencia boliviana y la consiguiente consolidación de un eje “revolucionario” junto con Castro y Chávez, ha despertado no poco entusiasmo en muchos sectores del ámbito radical. Sin embargo, no promete precisamente lo que más suena. América Latina vive su hora suspirada que no necesariamente coincide con lo que se proclama en titulares. Esta hora no viene con probabilidad significada por el reforzamiento que Morales proporciona al mencionado eje, sino por otros factores como el desarrollo de la conciencia ciudadana y la maduración del liderazgo social, político y económico en todas sus latitudes. Los verdaderos cambios apenas meten ruido y dan pasto a los “media”. El evidente progreso, las auténticas trasformaciones en el seno de las naciones latinoamericanas apenas conquistan titulares, pero merece la pena reparar en ellos: pobreza y explotación que merman; educación, conciencia, autoestima popular, autoorganización, cultura democrática que poco a poco van en aumento. Lejos ya las Dictaduras de Seguridad Nacional que tiñeron de dolor y opresión en las décadas anteriores la mayor parte de su geografía, emerge por fin una clase política moderna, democrática, liberada de corruptelas y más preocupada por servir al pueblo que de servirse del mismo. No obstante, residuo de aquellos tiempos oscuros son los regímenes populistas que han medrado a la contra de aquellos y otros excesos. La historia nos ha demostrado de forma reiterada que un programa de gobierno no se puede reducir a la pura y constante confrontación. El simplismo del liderazgo de consigna deriva a menudo en falacia y nueva opresión. Las naciones latinoamericanas progresan y ya no se les puede domar a la contra de una oposición política o un enemigo foráneo. A estas alturas de la historia, el conjunto de la población se haya más capacitado para manifestar libremente su potencial creativo en el desarrollo de alternativas válidas, coherentes, esperanzadoras con respecto al sistema económico y social dominante. El verdadero eje de la esperanza lo constituyen por lo tanto las instituciones y movimientos capaces de progresar, de superar el paradigma de la confrontación y de ir implementando en sus marcos y geografías respectivas esa alternativa. No somos más libres a fuerza de insulto y bravata ante el imperio; ficción de sentirnos liberados a cada palabra que hiere, en vez de a cada ladrillo que construye. La confrontación genera el odio y éste jamás será el camino. Servir al pueblo no es confrontarlo día sí y al otro también con el imperio, sino trabajar por su progreso y genuina liberación, por elevar su nivel de instrucción y de conciencia. Gobernar el país a golpe de consigna antiimperialista entraña fatales riesgos, principalmente el de la patente de corso que se autootorga el gobernante, pudiendo éste incurrir en los mayores despropósitos sin ser por ello siquiera censurado. No nos llevemos a engaños: el eje Castro-Chávez no es el eje de la esperanza, mientras que no acaben con su restricción de libertades, con su política de visceral confrontación. El eje de la incipiente esperanza lo constituyen líderes como Nestor Kirchner, Vicente Fox, Luis Ignacio Lula, Michelle Bachelet…, con todas sus fallas, con sus grandes diferencias entre ellos, pero al fin y al cabo preocupados en la maduración y progreso de su respectivos pueblos, no en granjearse un apoyo ficticio o mercantilizado. En América y el mundo entero, el eje de la esperanza lo constituyen la red de voluntades creadoras, dispuestas a participar activamente de un cambio en positivo en todos los órdenes de la actividad humana. La verdadera conspiración de la esperanza constructiva, silenciosa, pacífica…, pero no por ello menos efectiva, tiene más que ver con la socialización de valores, que de improperios, de ahí su pasaje de triunfo . “El otro mundo posible” se aplica por lo tanto en construir más que en derribar. El Foro Social Mundial nacido al amparo del partido de Lula en Porto Alegre es evidente testimonio de esa esperanza en gestación, de ese otro mundo posible. El Foro cuya sexta edición tendrá lugar entre el 24 y 29 de Enero en Caracas (Habrá un prólogo en Bamako - capital de Malí), es quizás el mayor laboratorio mundial de alternativas. Sin embargo sobre esa ilusionante alternativa pesa igualmente la tentación de la confrontación. El Foro de la capital venezolana se presenta en este sentido clarificador. ¿Será este inconmensurable movimiento mundial mayoritariamente capaz de mantener su independencia ante el gobierno bolivariano o por el contrario, esta macro reunión de la esperanza se echará a los anchos brazos del presidente y se teñirá de chavismo? Ya se ha desatado el protocolo de seducción con los nueve millones de dólares concedidos por el gobierno a la iniciativa. Es preocupante que se haya aceptado ese dinero, cuando precisamente el Foro de hace un año de Mombay estuvo sumido en la más absoluta precariedad por el rechazo de ayudas económicas que varias importantes empresas deseaban prestar. En cierta medida, muy semejante tentación gravita sobre quien será nombrado en breve, primer mandatario boliviano. Concedemos a Morales el beneficio de la duda, bien es verdad que sus dos primeros saltos a Caracas y La Habana no han contribuido precisamente a consolidar una posición de independencia política. Se suman los interrogantes del mismo signo. ¿Logrará el activista indígena encarnar a un estadista progresista comprometido con su pueblo, pero a la vez maduro, razonable, constructivo? ¿Seguirá la senda de un Lula preocupado por el pan, el progreso y la educación de su gente, o la de Chávez sólo interesado en empujar a sus súbditos a su barricada? Erramos muchas veces, asaltamos muchos palacios, desvalijamos muchos imperios, siempre pensando que eran los últimos… Fueron cayendo uno a uno los espejismos que época tras época con dosis de furia e idealismo, pero sin madurez, fuimos construyendo… El futuro ya nos ha alcanzado. Llegada es la hora de las verdades. ¿Seguiremos situando siempre los monstruos fuera, o seremos capaces de concluir que el otro mundo posible depende más de nosotros mismos, de nuestra valentía, creatividad y coraje, de nuestra capacidad de sobreponernos a las dificultades del momento? ¿O por el contrario, seguiremos echando la exclusiva culpa al imperio de que aún la utopía disponga de tan acotado terreno, de que apenas cuente con los cimientos de unas piedras cansadas de aguardar encima una nueva, prometedora y fraterna civilización? La Redacción Fundación Ananta
“E-mail” a los Magos de Oriente (5-I-06)
 Queridos Reyes Magos: Este año os mando la carta por el correo electrónico de mi padre. Dicen que llega al instante a vuestras oficinas centrales de Oriente y así me quito el apuro de llegar tarde. No hemos ido con ella ni al estanco, ni al buzón; ni siquiera ha salido por esa impresora que mete tanto ruido y eso me preocupa un poco. Por favor, aunque os llegue sin sello, no la echéis a la basura. Por cierto la dirección: “
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”, tampoco me termina de convencer. Ni siquiera la ha escrito con mayúsculas el ignorante de él. En fin, confío que, aunque sin sello, ni buzón, ni mayúsculas..., mi carta llegue a vuestros ojos y su pedido a vuestro corazón, pues todo lo que aquí os escribo sale de muy adentro del mío. Me esperan algunas horas delante del “ordenata” escribiendo todo lo que os quiero contar, todavía sólo me manejo con dos dedos y apenas llego hasta la pantalla. Os ruego también que no os enfadéis por las faltas. Dicen que en el correo electrónico se puede escribir sin acentos y por eso nadie se enfada. Por este año olvidaros de“nintendos” y “playmoviles”. Aunque halláis informatizado los pedidos, debéis andar que no dais abasto y con tanta natalidad, vuestra “flota” de camellos todavía será escasa. Sólo os pido, pues, lo principal que no es poco y bien sabéis vosotros, que venís del caliente Oriente, que lo más importante es que se acaben todas las batallas. Os lo dicen todos los años muchos otros niños, lo hacen en todos los idiomas, (como buenos sabios esto no es problema para vosotros) lo escriben en lápices de todos los colores..., pero yo estoy obligado también a repetíroslo: os pedimos que la paz se instale en todos los rincones del planeta. Que nadie use bombas y pistolas para defender las ideas que lleva en la “pelota”. Yo sé que con el hierro de las armas se pueden hacer muchas cosas estupendas: vías de tren que unen a los hombres, aviones que saltan continentes, coches que nos llevan a la playa... A vosotros que atravesáis arenas, mares y montañas trayendo siempre buenas noticias, os pido que se encienda la paz en todos los hogares pequeños y en este grande hogar que es nuestro planeta. Os pido también que todos los niños tengan sopa con bien de letras o macarrones con mucho tomate en su plato, un columpio de madera en su plaza, un cuaderno en su escuela para escribiros estos y otros sueños. Acordaos de los niños de los países pobres. Que esas barrigas de hambre se desinflen y su esperanza de vida se ensanche, que sus campos verdeen y sus silos rebosen. Tened muy presentes también a todas las gentes dañadas por tantos desastres naturales. Vosotros que tenéis “enchufe” en los cielos, que desde allí detengan los huracanes y los “tsunamis” que nacen en los océanos y se meten después en los continentes, para que nunca más vuelen tejados, destruyan puentes e inunden poblaciones enteras. Os pido también por los niños de los basureros, las minas, los campos de sol a sol..., para que en adelante suden con las multiplicaciones de cuatro números, los ríos de China y los verbos irregulares en inglés; que no gotee ya de sus frentes ese sudor que, de ninguna forma, les corresponde. No olvidaros tampoco de los ricos de la tierra. Contagiadles del gozo de compartir y curadles del mortal virus de acumular, que sepan acertar con el encanto de lo bello que también es lo sencillo, con el hechizo de la vida que tan a menudo desbaratan los dólares. Os pido por los medio-ricos como yo, para que aprendamos a dividir, cuanto menos, por “0’7” y no enfermemos con esa peligrosa sed de querer más y más a costa de los demás. En fin, os pido lo que ya bien sabéis: que los mayores no corten más bosques, y así no emigren los duendes; que no ensucien las aguas y así no se escondan sirenas..., porque sin selvas misteriosas, ni ríos transparentes se acabarían los cuentos, y vosotros, mejor que nadie sabéis, que un mundo sin cuentos no sobrevive. Que los mayores aprendan a querer más y más a nuestra otra gran madre que es la Tierra; que después de tanto maltrato, retornen a ella, escuchen sus lecciones, abracen sus árboles, acaricien su rostro con una mirada por fin agradecida. Por último quisiera que mayores y pequeños aprendiéramos a utilizar el gran poder de este trasto con el que os escribo. Sería “guay” que esta carta os llegara sin sello y a través del esmirriado cable del teléfono. Ahora que dicen que los ordenatas tienen dentro bibliotecas y enciclopedias enteras, que están unidos los unos con los otros, que pueden compartir entre ellos todo lo que guardan..., que sepamos, pues, utilizarlos para bien. No olvidéis de incluir precisas instrucciones en estos complicados “juguetes” que pondréis junto a los zapatos. Ocurre a veces que la gente no acierta a aprovecharlos y pierde con ellos tristemente el tiempo. Advertid el “porque” y “para que” de los “superordenatas” que a veces no caben ni por el tubo de las chimeneas. Ya que han sudado tanto los camellos trayéndolos desde Oriente, que esos instrumentos, cada vez más maravillosos, sirvan para unir y no separar, para crear y no destruir, para facilitarnos la vida, pero no esclavizarnos..., para hacernos en definitiva, de día en día, más magos como vosotros. Que en ese gran océano compuesto de millones de pantallas, pongáis, queridos y sabios Reyes, un poco de orden y así los navegantes no se despisten en lo que no merece la pena, en lo que nubla la magia de la vida, que vosotros anunciáis por la arena y el asfalto. Que los ordenadores nos ayuden a formar esa aldea global de verdaderos hermanos, esa familia planetaria que vino a inspirar, ya hace 2006 años, aquel Niño al que ofrendasteis, en un humilde pesebre, oro, incienso y mirra. Sé bien que tenéis muchos “emilios” en vuestra bandeja de entrada y no os quiero aburrir más de la cuenta. Me dejo muchas cosas en el tintero, perdón en la “Ram” de mi cerebro, pero he de acabar la carta, que no mis deseos, pues son casi tantos como las estrellas de vuestros desiertos. Queridos Reyes Magos venid pronto, que los regalos de verdad bajen por todas las chimeneas; que la sonrisa llegue a todos los labios, que el alimento a todas las mesas y la esperanza a todos los corazones. Desde Madrid con gran amor. La Redacción
Las últimas trincheras (18-XII-05)
La película "Feliz Navidad" nos muestra en definitiva que todas las trincheras pueden desaparecer, tras una gran nevada, a partir de un pitillo compartido, tras el canto sublime de una soprano danesa. El film franco-alemán nos sitúa ante el mayúsculo dilema que, en definitiva, afronta la humanidad: mantener y fortalecer las trincheras o por el contrario acabar por siempre con todas ellas. En las pantallas de los cines se libra en nuestros tiempos enconada liza: por un lado películas oscuras de odio, sangre y violencia, por otro películas bellas, rebosantes de creatividad, valores y esperanza. Las hay que levantan trincheras, las hay que las allanan. Por ahora son tablas. No se sabe quien ganará. De nosotros depende alimentar una u otra conciencia, una u otra taquilla. La taquilla de "Feliz Navidad" merece ser visitada en estos días. La película de Christian Carion nos muestra que las más confrontadas trincheras pueden desaparecer diluidas por oportunas dosis de arrojo y humanidad. Basada en hechos reales, esta gran producción de reciente estreno nos sitúa en el escenario de la primera guerra mundial y nos acerca a los combatientes de uno y otro bando, a los soldados franceses, británicos y alemanes hostigándose desde sus defensas. En unas fechas como éstas, hartos de combatir, por encima del odio instalado, decidieron compartir cantos, cigarros y gozo navideño. La película nos muestra en definitiva que todas las trincheras pueden desaparecer, tras una gran nevada, a partir de un pitillo compartido, tras el canto sublime de una soprano danesa. El film franco-alemán nos sitúa ante el mayúsculo dilema que, en definitiva, afronta la humanidad: mantener y fortalecer las trincheras o por el contrario acabar por siempre con todas ellas. Muestran callos nuestras manos de tanto asir la pala. Cavamos trincheras en la tierra, en las praderas de la política, la ideología, la economía, la cultura, el deporte. Cavamos también trincheras en los cielos, incapaces de esbozar una misma oración, de clavarnos ante un mismo altar, de clamar a un mismo Origen de infinito amor. La esperanza de la humanidad es el hastío de divisiones y fronteras. Al igual que en la pantalla, son los cigarros, los villancicos, los chocolates. a compartir en el terreno de nadie, en el terreno de todos. Van callando todas las cornetas que ayer alentaban a la batalla, hartos de dispararnos desde todas las defensas. ¿Queda ya hoy algo por defender que no sea la paz, la sanación de la Tierra y el pan en todas las mesas; que no sea nuestra propia sobrevivencia, nuestra sana convivencia en la diversidad? Ya nos matamos una y mil veces, por una y mil excusas. A la vuelta de una historia de dolor y rencor, prendamos el fuego de la esperanza en mitad de todas las trincheras. Contagie nuestra vida algo del mensaje de ese celuloide. Abandonemos los fusiles en el fondo de nuestras trincheras, iluminemos árboles en medio de las tierras minadas. No aguardemos futuras navidades, no esperemos que sea el otro el primero en asomar su casco, en dar el primer paso sobre el paisaje blanco, en encender el primer pitillo para los labios "enemigos". Compartamos humos y futuros, dulces y horizontes, villancicos y alboradas. Ahora o nunca, todos los ojos de todas las trincheras del pasado confían en nosotros. Ellos no pudieron, era aún temprano, el viento era más helado, no tenían teclado, ni pantalla, ni SMS. para preparar el abrazo de gentes y pueblos, de orillas y continentes, de religiones y civilizaciones. La Redacción
Altas vallas o anchos corazones (23-XI-05)
 No es cuestión de altura de vallas, sino de anchura de corazones. Urge magna cruzada contra el hambre y la pobreza, no más blindaje de nuestro privilegio... Urgen pozos e industrias nobles bajo el Sahara, para que nadie corra a clavar su mano en los espinos de acero. Poco frena el hierro cuando espolea el hambre. Las espinas no asustan a quienes ven dicha y prosperidad más allá de sus afiladas puntas. Todos sabemos que, a la larga, la solución no es la valla. Nunca lo fue, nunca perduraron muros o alambradas entre humanos. En la muralla china se fotografían los turistas japoneses, las piedras del muro de Berlín alcanzan buena cotización en el mercado alternativo, las aduanas de la antigua Europa son ahora jardines y museos… Alambradas que rallen los cielos proyecta nuestro gobierno en Melilla, pero África y sus multitudes hambrientas asaltarán los propios cielos. Ya sea de tres, de seis o de nueve metros…, no hay valla infranqueable al fondo de una geografía de miseria. No más frágiles escaleras de madera para asaltos de vida o muerte. Futuro también para los jóvenes al Sur del desierto, para que no salten verjas gigantescas, para que no les alcance la bala en el intento. Nadie se despierte con obsesión de huida; nadie deje su aldea al alba, abandone a los suyos por un trozo de pan; a nadie le crujan los huesos tras salto en ingrato vacío. No es cuestión de altura de vallas, sino de anchura de corazones. Urge magna cruzada contra el hambre y la pobreza, no más blindaje de nuestro privilegio, no más fusiles en la sien inocente. Urgen pozos e industrias nobles bajo el Sahara, para que nadie corra a clavar su mano en los espinos de acero. Nadie deje su sangre en el alambrado, nadie embarranque su vida en la arena. Las playas son solaz y disfrute, no redada o cementerio. Construyamos futuro para el Norte, también para el Sur. Cesen ya los abismos sociales, las caídas igualmente mortales desde la nueva valla de seis metros… Pan y dignidad, techo y jardín, mar y playa sin cadenas por fin para todos. La redacción
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