El comienzo del 2006 vino ya complicado por las caricaturas de Mahoma. La brecha civilizacional pareció agrandarse por momentos, pero también la crisis sirvió para marcar con más nitidez los límites de la libertad. El exquisito respeto a las convicciones ajenas se reveló como la base indispensable para poder ahondar en unas relaciones más estrechas entre Occidente e Islam. La ridiculización del profeta del desierto no ensancha los márgenes de la libertad. Mientras la brecha de culturas daba titulares a todos los medios, una realidad bien contraria de diálogo y entendimiento ponían contrapunto al escándalo. Nunca en nuestro mundo han proliferado tantas iniciativas a favor del encuentro interreligioso e interconviccional. En España los últimos foros y congresos de este orden en Barcelona, Sevilla, Canarias, Bilbao, Estella… daban prueba de ello.
África siguió sangrando, navegando a la desesperada, llamando con más fuerza que en años anteriores a las puertas de Europa. Las playas de la prosperidad se tornaron demasiado a menudo arenas del fracaso, cuando no de la muerte. La fuerte presión inmigratoria espoleó solidaridad. Se ha ido imponiendo la reflexión de que hay que intentar hacer sitio aquí, pero sobre todo hay que ayudar a crear condiciones allí, de forma que un día los cayucos vuelvan al arte de la pesca y no al transporte de humanos.
La violencia creció muy sensiblemente en Oriente Medio. La guerra se cebó de nuevo en un Líbano ya desescombrado de tantas batallas pretéritas. Israel por su parte acusó la natural fatiga de guerra. Al tiempo que el alarde de fuerza de los halcones militares se reveló estéril, aumentó en el país el convencimiento de que la paz no la traerán misiles y tanques, sino la mesa de negociaciones. Por de pronto, la bandera de la ONU se pasea ya por el terreno del combate.
El horror se amontonó también en un Irak que parecía haber cubierto su cupo de dolores. Pensábamos que habían explotado todas las bombas, que habían saltado por los aires todos los cuerpos, que habían sangrado ya todas las venas… La saturación de la violencia no puede tardar en llegar al alma de un pueblo tan curtido de tiranías y luchas banderizas. Ojalá el sinsentido del ahorcamiento del ex-dictador no agrave una situación, ya de por sí, muy deteriorada.
En Afganistán los talibanes hacen notar a su estridente manera, que aún son más que un triste recuerdo. Atrincherados en las montañas amenazan con su intransigencia los valles. Aún no se vislumbra la luz final de todos esos largos túneles, pero tanto dolor de ninguna forma puede haber sido en balde.
Bajo el mandato Bush, EEUU acusó su perfil de imperio prepotente, que no de líder mundial valedor de principios neutrales, pero el varapalo de las elecciones al congreso anuncian ya un relevo en positivo para las próximas presidenciales. En el otro extremo, el segundo imperio apenas se molesta en ocultar su verdadero rostro de corrupción, escándalo y crimen, pero tanta chapuza y horror de Estado han acabado por despertar la Rusia valiente y democrática.
En lo que a Latinoamérica se refiere, el ascenso de regimenes populistas en todo el cono sur marca también el relevo en el poder de las masa de los desposeídos. La ley del péndulo se hace notar en la esfera política. Tras los regímenes dictatoriales de Seguridad Nacional y los gobiernos tan a menudo poco populares de los noventa, una gran mayoría de desposeídos toma las riendas de los gobiernos, pero aún habrá de pasar tiempo para superar una etapa de populismo poco emancipador, enfrascado a menudo en confrontación gratuita y revanchismo. Chile, Brasil, Argentina…, constituyen, no obstante, muy honrosas excepciones con liderazgos preocupados por la cohesión nacional y el progreso y la prosperidad para todos.
En la esfera política mujeres de coraje y visión de futuro alcanzan las cimas del poder. La energía femenina se deja sentir con más fuerza en las altas esferas de gobierno. En Chile Michelle Bachelet recuerda a su país el valor de la reconciliación, en Francia Ségolène Royal inaugura también una nueva forma más transparente, directa y sincera de hacer política de progreso.
Por lo demás, bajan los dictadores y políticos autoritarios de uno y otro signo. Ahora visten pijama o traje a rayas de presidiario, o se desnudan de bigote y gafas negras al otro lado de la vida. La humanidad va superando ese triste pasado en que tan pocos decidían por tantos.
En lo que al medio ambiente se refiere, se ha acrecentado mucho la sensibilidad en el 2006. La fuerte implicación de políticos de renombre y gobiernos en este trascendental tema no tiene vuelta atrás, pero aún hace falta fuertes compromisos, cuando no sacrificios, para garantizar la sostenibilidad de la vida en todos los reinos.
En el ámbito de la cultura, avanza imparable la democratización de las nuevas tecnologías. Más medios y posibilidades al alcance del usuario van operando como una imparable e irreversible revolución por la que la ciudadanía adquiere cartas de participación y gestión en la información y la comunicación sin precedentes. You-Toube, Linux, Wikipedia, Blogs… son la evidencia de la toma del poder participativo y comunicativo por parte del simple usuario con inquietudes.
Las iniciativas cocreativas, que en la esfera virtual de Internet se multiplican, basadas en los principios de compartir, libre acceso y servicio a la humanidad son antesala del mundo que ya se acerca en el que el bien colectivo prevalecerá sobre el bien personal, en el que el alma grupal estará más desarrollada y la ciudadanía se preocupará, ante todo, por el beneficio de la colectividad.
El anunciado aumento en el precio de todo el utillaje para hacer copias digitales no facilita precisamente la expansión de la cultura y el principio del compartir. Demasiado a menudo se subraya el respeto a los derechos de autor, obviando las cantidades exorbitantes de inversión en publicidad que lastran estos productos digitales.
Las cámaras han abierto, por su parte, mucho camino de conciencia. Buena parte de la esperanza anunciada vino de la mano del séptimo arte. La gran pantalla se ha manifestado como uno de los instrumentos más operativos a la hora de propagar nuevos valores. Ahí tenemos “El gran silencio” con su llamada a volcar para dentro, para revalorizar la vida comunitaria; “La verdad incómoda” para presentarnos la cruda amenaza del cambio climático; “Navidad” para poner entrañables imágenes a uno de los más grandes acontecimientos de todo los tiempos.
Ya en nuestro país no podemos dejar de mencionar esa otra Navidad que floreció allá por Marzo con el nacimiento de una tregua frágil, sin embargo urge que ETA desaparezca por siempre. Furgonetas atiborradas de explosivos no pueden frustrar el derecho absolutamente inalienable a la paz y la tranquilidad de toda una colectividad. La banda terrorista y su entorno han de empezar a hacer política y dejar de causar tanto daño inútil. Ojalá se consolide una paz que no confronte, sino que aúne a las dos Españas que ahora se vuelven a dibujar, sobre todo con la polémica del final de la violencia.
Al igual que en el pasado, las buenas noticias hicieron menos ruido y se vieron, como es costumbre, más silenciadas. Valores en alza de solidaridad, de búsqueda interior, de desarrollo personal, de aprecio de lo auténtico y no contaminado, de retorno a la naturaleza, de crecimiento del impuso grupal y comunitario… no son registrados por las estadísticas al uso y sin embargo son aspectos significativos que anuncian la llegada de un nuevo paradigma.
Los teletipos de las agencias no cantan precisamente ese silencioso progreso hacia el otro mundo en el que gobiernen por fin los valores del bien común, la justicia y la paz. Es preciso explorar en el acontecer subterráneo y oculto de nuestros días, observar sobre todo el brillo y la belleza del despertar de tantos seres a una realidad trascendente, a una promesa de eternidad, a un sentimiento de genuino amor y entrega. Es por ello preciso no dejarnos llevar por el aparente desánimo que pareciera generalizarse y saber encontrar en los titulares más pequeños y escondidos, las semillas ya en gestación de ese otro nuevo mundo de orden superior y belleza eternas. Esa es nuestra heredad y por ella seguiremos trabajando con toda nuestra fuerza y entusiasmo a lo largo del 2007.
¡Juntos podemos, la tarea continua!
La Redacción
Fundación Ananta