Querido David,

Ya han pasado cuatro años.

En el mantram de unificación recitamos “que el dolor traiga la debida recompensa de luz y de amor”. En mi caso, ya me evocas esa luz, y tu recuerdo me invita a amar. Por ello te estoy agradecido.

Pienso en ti con frecuencia, y siempre te he visto pleno. Por eso, tras llenarme de luz, intento en silencio compartirla.

Entiendo que puedes visitar los corazones, que aquí abajo se nos han vuelto tristes y duros.


Te invito a que nos visites, y a que vengas con la varita mágica para encendernos por dentro.

Las amorosas manos del otro lado nos esperan. Entretanto aquí la ilusión nos envuelve. Pero siempre vuelven los días azules llenos de sol. Hoy es uno de ellos.

Por algún motivo te fuiste muy pronto, como Rubén.

Por el río bajan las lágrimas de tu madre.

Al final del día, contemplamos el sol caer sobre el mar. Allí comprendemos más.

Abrazo muy fuerte a ti y a Rubén y a todos.