¿Qué nos diría el alma tuya, querido Fermín, si pudiéramos traducir la voz del silencio a la palabra?
Antes que nada y de seguro un chiste que encendiera la alegría y una sonrisa para mantener viva la esperanza. La mirada firme y serena de tu amor daría a las pausas la elocuencia sagrada que da sentido a la palabra. Y tu palabra como un láser penetrante sanaría tristezas y nostalgias.
Si pudiéramos escuchar tu alma sabríamos de veras que el hijo, el padre, el esposo y el amigo incondicional que en ti vivían no se irán nunca de nosotros.
Estamos tan llenos de ti, querido Fermín, que en tu muerte no podemos menos que decirte gracias por la vida. Tus semillas germinarán en el surco de este dolor para florecer como tu, al compromiso del amor. Don Fermín, Marian, Alvaro, Antonio, toda la familia y todos tus compañeros y pacientes, unimos nuestras almas a la tuya para acompañar de todo corazón tu sendero de regreso al Padre.
No te perdimos compañero del alma. Nos quedan en abundancia la serenidad de tu fuerza, el magnetismo de tu presencia, la claridad de tu ciencia, y en la conciencia ese sabor de la sabiduría, que en ti reunía inteligencia e intuición, para llenar cada espacio de la vida con la magia indescifrable del amor.
Jorge Carvajal, 4 diciembre 2011