Medran en los  ámbitos acuarianos cursos  que  nos iluminan en apretados fines de semana, que despiertan  nuestros “chakras” entre  cuatro paredes, con unos ligeros toques, que nos catapultan a avanzados estados con dos traguitos de caras pócimas… Escasean los  seminarios que contribuyen a ubicarnos en el instante grande en que nos encontramos, que nos ayudan a situarnos ante nuestros propios y verdaderos desafíos personales y colectivos, que nos  acercan a la sabiduría  eterna, inmanente, aquella única  capaz de  arrojar  luz  sobre nuestras vidas y sus retos evolutivos, sobre nuestro difícil, pero apasionante presente.

Escasean los  seminarios que nos acercan a las imprescindibles Leyes superiores, Leyes  sagradas que nos permiten  caminar en consonancia con la Creación, en armonía y solidaridad  con cuanto nos rodea, las Leyes del Cielo que nos dan autonomía de vuelo y de criterio, empoderamiento para orientarnos  en los confusos días que vivimos.  Lo fácil es iluminarnos encima de un tatami, tras un ejercicio mágico con el gurú de turno, tras un forzar de pulmones, tras una ingesta milagrosa… Más sacrificado es asumir aquí y ahora plenamente nuestras responsabilidades, más trabajoso es  intentar abrazar la vida, su sentido, su origen, su futuro y nuestro compromiso en medio de ella. Más desafiante es sumirnos por entero en la corriente  del Plan de amor, del Propósito superior, vincularnos a Quienes lo custodian; más interpelante es prepararnos sincera y esforzadamente para aquello para lo que volvemos una y otra vez a la tierra: el servicio planetario.

La mirada que arrojemos  sobre la  realidad  será preciso se ajuste a Ley, no necesariamente a la de los gobiernos, sino a la de la Vida, a las Leyes inmutables e incontestables que funcionan aquí y en el otro extremo de las estrellas. Al margen de otras y sin duda polémicas consideraciones, si la crisis libia y la posterior intervención militar de la coalición ha servido para algo, ha sido para estimular discernimiento en las conciencias y sano debate en la Red. No hay respuestas rotundas a tan delicado tema, difícil encontrar la última palabra a tan espinosa cuestión: “¿Quién  estará   libre de vacilación cuando tercia la atroz   guerra  y la  sagrada vida de  seres humanos?” A lo largo de estos días intensos, en la plaza pública virtual estamos arrojando  nuestras reflexiones con la mejor intención de contribuir a enriquecer un debate tan actual y necesario en las filas del progreso.

Con todos los respetos, quiero sugerir un acercamiento a las Leyes a la hora de afinar mirada, a la hora de verter nuestra opinión sobre los aconteceres mundiales. Por  ejemplo, la Ley de analogía nos  dice que como es arriba es abajo y viceversa. Nuestros mandatarios somos  nosotros. En líneas generales, su nivel de conciencia  es el nuestro. Evolucionan  a nuestro ritmo, o a la zaga bien cercanos. Ningún pueblo tiene un gobierno que no se merece (o que no lo esté trasformando o tumbando).

En la actual  crisis libia, en otras tantas similares, acostumbramos a juzgar a los mandatarios occidentales con una perfidia que no nos atribuimos a nosotr@s. Por todas partes salta que “los aliados están en Libia por el petróleo”. Múltiples correos y posts claman que “las fuerzas de intervención no abrigan ningún asomo de altruista motivación. Los derechos humanos les importan un bledo”. Ese análisis no soporta  la  Ley de la analogía, sienta un abismo inexistente entre los que gobiernan  y los gobernados.

Pero hay otras Leyes a las que tampoco se avienen estas omnipresentes y dudosas consideraciones tan críticas, véase la de la evolución. Pareciera  que  sólo nosotros,  los benditos militantes de las honrosas filas de la “nueva era” somos  susceptibles de evolucionar. Nada  más en el universo. Sin embargo la Ley superior  de la evolución reza  que absolutamente  todo evoluciona  hacia arquetipos superiores  de orden, de armonía, de  belleza…; todo crece en los reinos mineral, vegetal y animal, por supuesto todo en la corriente de vida humana y dévica (angélica). Por mucho que nos cueste creerlo, la clase política en general, Sarkozy, Obama, Cameron, Zapatero…, también evolucionan, también son dignos receptores de las energías superiores. Nos podemos morir clamando  consignas  “antiimperialistas”, igual que lo hacíamos hace veinte años,  y  olvidar que  hay un presidente de  color, demócrata, progresista, noble, que gobierna la nación más poderosa de la tierra. Podemos  seguir  pensando que las bendiciones  celestes  sólo recaen sobre nosotros,  que la privilegiada y “secreta”  información para el cambio sólo la detentamos  en nuestro cerebro, que el mundo quedó varado, mientras que nosotr@s estamos ya casi  rayando la iluminación. Sin embargo la carga de oscuridad que albergan esos presidentes no es necesariamente mayor que la que mora en nuestras entrañas. Otra cuestión bien diferente es las de los gobernantes que atentan contra la sagrada vida y conculcan los derechos humanos.

Toneladas por lo  tanto de humildad, para  reconocer lo  grande  y lo noble que en el otro, también en el de arriba, en el del poder, habita; lo luminoso que en él, en ella también está medrando. Eso es lo maravilloso de esta hora sagrada: un sol que  brilla absolutamente para  todos, incluso para aquellos que visualizamos en el pasado más alejados de la luz.

Nadie tiene  la última palabra en medio de las complicadas crisis planetarias  en las que estamos envueltos en estos tiempos de  graduación y de prueba. Nuestro camino  es ayudarnos  con humildad los unos y los otros en la búsqueda de  la  verdad, conscientes de que  nuestras  pequeñas  verdades se nutren y fecundan. Perdón por las palabras gruesas, apresuradas, marcho de viaje, pero sólo las espoleó la sana intención de contribuir  a  esta  apasionante búsqueda común en la que estamos inmersos en este tiempo único. Junt@s creemos, junt@s podemos. Fuerte  y fraterno abrazo.

Koldo Aldai, 24 marzo 2011