También las religiones deben abrir la ventana. El cuarto está muy oscuro y el aire enrarecido, y allá fuera luce el sol.
Las Iglesias como institución habrán de ir dejando paso a las vivencias de lo sagrado y de lo divino en la cotidianeidad de la vida, a cada instante, en todo momento.
Hay que traer la práctica a cada mirada, a cada apretón de manos, y recordar según caminamos por la calle nuestra filiación divina, más allá de textos, de ceremonias, de jerarquías.
Todo lo demás empieza a sobrar y más cuando las instituciones quedaron petrificadas, ante el peso de su tamaño, de su herencia y de su responsabilidad. Los fundadores ya no se apuntarían.
Krishnamurti y otros pensadores nos piden que busquemos en el interior. Bueno es preguntarse ante cada disyuntiva: “¿Qué hubiera hecho Jesús?”.
Hay páginas nuevas por escribir, con mayor paz y también con mayor gozo.
Joaquín Tamames