Laura Arrache, psicoterapeuta transpersonal e investigadora de la sanación por arquetipos, detecta en sus pacientes la necesidad de encontrar su “misión de servicio” para dar sentido a su vida, y aconseja concebir la empresa como un instrumento “de lo que somos en esencia: un espíritu en evolución”.
En una entrevista con Fundación Ananta, esta empresaria dedicada a “sanadora” explica que recibe en su consulta a muchos ejecutivos y directivos cuyo único problema es falta de “sentido” en su vida, cuestión que, según ella, se debe a que “verdaderamente hay un cambio real en la conciencia de la humanidad” y cada vez necesitamos “más valores profundos y trascendentes” en nuestra vida.
Como directora de comunicación de un inmenso holding, puesto que abandonó hace ocho años, fue testigo de cómo se “quintuplicaron” en cinco años los beneficios en un conjunto de empresas cuyas trabajadoras recibieron unos cursos de autoestima basados en el conocimiento de “valores profundos, como el amor y la fe”.
Al respecto, la presidenta de la Asociación Española de Sanadores Espirituales (AESE) durante los últimos tres años explica que la palabra “autoestima” es demasiado abstracta y destaca la importancia de conectar “con la parte amorosa de ti mismo: cuando te amas a ti mismo y a los demás cambia la perspectiva de tu vida”, asegura.
Con esa actitud, es más fácil ver que “todos somos una misma cosa; que nosotros pertenecemos al todo y a la vez somos el todo; y cuando tenemos esa conciencia sabemos que lo que le hago a un compañero de trabajo o a la empresa, me lo estoy haciendo a mí mismo”. “Ése es un concepto altamente rentable”, que hace además que “el inconsciente colectivo de la humanidad se vaya modificando”.
Laura Arrache apoya la evolución de estos valores “desde lo cotidiano” y defiende, en lugar de tomar “la gran decisión de cambiar”, tener el propósito de ir modificando tu vida desde los pequeños detalles, tanto en el entorno familiar como laboral. Según indica, los pequeños logros traen consigo “logros universales”, generados por emanaciones positivas y afinidades.
Insiste sobre todo en la necesidad de concebir la empresa como colaboradora de nuestros procesos de vida, tanto por parte del empresario como de los trabajadores, y subraya la necesidad de revisar los patrones de autoridad, que en ocasiones hacen ver al “jefe como un adversario” en función de pautas familiares que no benefician al buen funcionamiento de la entidad.
Según Laura Arrache, es importante además re-gestionar el tiempo, y tomar conciencia de que “hemos entrado en un espacio-tiempo muy acelerado” que impide mantener los ritmos previstos, lo que en su opinión genera un estrés que puede retroalimentarse, en la medida en que repercute en el centro de trabajo y empeora aún más la situación.
También subraya la necesidad de “compartir y no competir”, y de fomentar el concepto de “yo gano y tú ganas”, y asegura que un gestor que se maneje en los términos de “yo gano y tú pierdes”, su empresa “nunca va a funcionar porque está transgrediendo una ley universal: la del equilibrio”.
A su juicio, una empresa es un entramado de conciencias unidas en un momento determinado para cumplir una función lo mejor que puedan. Y nuestra conciencia se está expandiendo, está avanzando hacia un estadio superior…hacia el homo amans, hacia un ser capaz de transformar cualquier realidad con el amor. Cuando uno descubre el amor incondicional, se desatan factores transcendentes en la vida, con consecuencias visibles también en lo material.
Para ilustrar esto, menciona el ejemplo de un paciente suyo, geofísico, dedicado ahora a gestionar patrimonios personales y de empresas, que ha descubierto la parte trascendente de sí mismo después de comprobar que el conocimiento científico es absolutamente limitado y que el conocimiento divino es infinito y siempre se está expandiendo. Ese descubrimiento le ha hecho tener una situación de crisis, de cambio de valores, pero una vez superado ha encontrado el lugar que se adecúa a su ser y que le hace estar mejor en todos los niveles.
En este punto, Laura Arrache alerta contra el “miedo a traspasar, a proponer ideas nuevas, ideas de una transformación profunda”, y emplaza a los empresarios a abrirse a propuestas innovadoras de los trabajadores, y a fomentar el cambio, el avance y la libertad, porque es la manera de que realmente todo fluya y avance.
En la misma medida, asegura, que cuando los trabajadores se sienten valorados en términos cualitativos y cuantitativos –no sólo en la calidad de trato y de cariño, sino también a nivel económico- “la productividad se dispara”. “Somos seres únicos” y “cada trabajador dentro de la empresa es también único, imprescindible”
Laura Arrache entiende que “todos los patrones tradicionales de estrategias comerciales y empresariales se están quedando caducos y se necesitan nuevos modelos de actuación, que han de ser acordes con la evolución, y asegura que ha “llegado a pensar que hay factores ajenos a nuestra propia conciencia que están impulsando que las personas activen la necesidad de ser conscientes de sí mismos y de su entorno”.
Para argumentar su tesis, se basa en las expresiones de sus pacientes, muchos de los cuales admiten que “lo tienen todo” pero no tienen alegría y les falta algo que no saben identificar. Según ella, muy frecuentemente lo que tienen es una necesidad de ayuda a los demás, lo que atribuye a que “se está activando un valor importantísimo que es la misión de servicio”. Ese es el motivo también, a su juicio, de que surjan tantos movimientos de ayuda altruista entre el colectivo de empresarios.
Arrache lamenta que “muchas veces pensamos en dar servicio cuando nos sobra” y recomienda ofrecer “una pequeña parte de lo que tengo para que otro esté mejor; no porque me sobra, sino porque tengo la conciencia de compartir”.
A los empresarios, en quienes ve un papel importantísimo para este proceso evolutivo, Laura Arrache les recomienda estar consigo mismos durante veinte minutos dos veces al día. “Lo conocemos como meditación –indica- , pero no es necesario tener práctica, sino hacer unas respiraciones relajantes y pedir “a voluntad” conexión con el Universo”.
Explica sobre ello que lo ideal sería “vivir conectados” porque cuando uno está en ese estado, “los impactos de emoción por toma de decisiones o por cualquier aspecto externo, se diluyen y entras en contacto con tu Ser, que tiene en esencia una parte divina profunda, donde se activan valores intuitivos trascendentes y puedes decidir mejor; siempre acertaras”. “Incluso, como dicen los tibetanos, te da empowering”.
Otro consejo que aporta Arrache a los empresarios a la hora de tomar grandes decisiones, es que tengan en cuenta cinco niveles de realidad: económico-material, físico-salud, mental, social y espiritual-conciencial. Si observan todos esos los niveles, no se pueden equivocar.
Convencida de la existencia de un Plan Divino, apunta que constantemente nos está conduciendo y dando pistas, pero subraya que existe un respeto escrupuloso hacia nuestra libertad a la hora de tomar decisiones, así que “nosotros tenemos que elegir acciones positivas de avance, de conciencia, para que juntos consigamos retomar las riendas de la evolución de este planeta”. Dentro de este Plan, “no hay elegidos. Yo me elijo a voluntad, porque yo quiero, para colaborar, con mi intención, en los procesos de este planeta”.
Con el lenguaje que mejor puede comprenderse en cada caso, Laura Arrache, que desliga la espiritualidad de la religiosidad, siempre habla en la consulta “de nuestro origen divino” y, con independencia de que el paciente se haya declarado ateo, ella le pide que se mantenga “abierto a la posibilidad de que exista algo que le permita estar mejor”, y a que ponga la intención en ese sentido.
Insiste también en la importancia de destacar en los círculos empresariales el poder de la intención. Cuando uno está conectado a la mejor intención, a la intención divina, ella trabaja a través de ti, en la dirección positiva, aunque tú no quieras y por encima de que tengas “un ego tremendo”. “Todos lo podemos conseguir, no necesitamos hacer diez mil cursos, ni meditar mil horas… no, sólo con pequeñas cosas del día a día, de cambio personal, ocurre”.
Dentro de este Plan Divino, destaca el papel de los niños, algunos muy especiales, nacidos a partir de 1995, que tienen integrados valores de una conciencia más abierta, como amor, solidaridad, fe… y que tienen un conocimiento innato de la energía… gracias a un nuevo “código genético sutil”.
A su juicio, son niños ejecutores del Plan Divino, y vienen a “mover estructuras” dentro del círculo en el que se desenvuelven; tienen una vibración que va modificando patrones de pensamiento y de actuación; vienen presionando para que nos actualicemos respecto a la conciencia, potenciando ese plan para la evolución, para no cargarnos este planeta, para que nos tratemos mejor… Son hipersensibles, tienen otra perspectiva del espacio-tiempo y son más humanitarios y más colaboradores.
Alerta en igual sentido sobre el gran desfase que se está produciendo entre las pedagogías, de las que muy pocas tienen en cuenta las pautas evolutivas, lo que se traduce en fracaso escolar, agresividad y problemas de concentración. Al respecto menciona la pedagogía de Rudolph Steiner -las escuelas Waldorf- y la del sistema Montesori.
En México, su país natal, recuerda que el holding para el que trabajó creó el colegio “Educare, Escuela para el éxito”, adaptada a los nuevos paradigmas y donde los niños aprenden a valorarse, a hacer relajación y a trabajar con colores, entre otras prácticas innovadoras. Las instalaciones, en un bosque, están distribuidas en cabañas que fueron construidas con material de reciclaje. Tienen además una fundación que se llama “Por los niños del planeta”.
Como profesional de la salud, esta “sanadora” lamenta que las medicinas ajenas a la línea oficial se consideren “alternativas” porque cree que “todo es complementario”, y está convencida de que, en la medida en que avance la conciencia, aparecerán nuevas terapias junto al resto de los procesos previstos en el Plan Divino.
De hecho, resalta, hay muchos hospitales de la red pública en Inglaterra, Francia o Alemania que están incorporando terapias complementarias como osteopatía, homeopatía, acupuntura e incluso sanación espiritual. “Creo que la resistencia –apunta- viene de esa parte de la autosuficiencia científica tan limitadora”.
Como novedad última al respecto, destaca los laboratorios que están investigando fármacos de “medicina biológica”, a los que tratan con sonidos y colores, entre otras variables para “dinamizarlos” y potenciar su efecto.