Despeja de tu memoria todo lo vano, lo inservible, lo caduco y entroniza en ella  los 114 “azoras”  y todos sus “aleyas”. No incluyas nada más. Memoriza los versos que en aquel lejano desierto hace más de quinientos años susurró el Arcángel a Muhammad. Olvida todo lo demás. Si  viajas  a  Kenia por  favor  no te trabes, no tartamudees, no vaciles; por  favor no te falle la memoria. De lo contrario quizás una bala no perdone tu olvido. Te puede ocurrir lo que les  pasó la semana  pasada a ventiocho desmemoriados. Iban camino de la localidad de Mandera y les detuvo un escuadrón perteneciente a la guerrilla Al Shabaab, grupo vinculado a Al Qaeda. Obligaron a todos los pasajeros a bajar y recitar los versos del Corán. De entre ellos, ventiocho enmudecieron. No los conocían o el terror vacío al instante sus recuerdos. Fueron muertos al momento.

 

Yo quisiera saber de memoria el Qurán o Corán, la  Biblia, el Talmud, el Bhagavad Gita o las enseñanzas del Buda…, quimera de intentar retener todos los  cánones sagrados. Apenas  recuerdo el  “Ave  María”  y algo del “Sermón de la Montaña”. No es nada  personal, me perdonen los bienaventurados, pues no consigo retener a todos los mentados en el histórico discurso. Yo quisiera recitar los poemas de Rabia Basri, Al-Hallaj, Ibn Arabí y de otros místicos sufíes, judíos, cristianos…, pero mi memoria  es un árbol  frondoso que  han ido  ya  deshojando demasiados otoños.

¿Qué haremos  con  los que a punta de  fúsil nos hacen recitar sus  textos sagrados que también son los nuestros? ¿Repoblar nuestros  árboles desmemoriados o refundar un nuevo mundo donde tan  sagrados  sean sus Mensajeros,  sus versículos, la luz de sus vidrieras, los jazmines de sus templos…, como los míos. ¿Qué hacer, aumentar los “gigas” de nuestras  torpes, cascadas y mermadas memorias o bordear Kenia, Somalia, Yemen, Pakistán, Afganistán, el nuevo Estado  Islámico…? Quizás sea demasiada  geografía, demasiada  belleza para  privarnos de ellas.

¿Qué haremos…, quizás sacar a Neruda  y sus redes y su amores  oceánicos, quizás a Machado y todos sus olmos sorianos, a  Lorca y todas  sus  mujeres  de negro…? No sé  cómo meteremos las 6.236 “aleyas” en estas cabezas ya calvosas. ¿Quizás  sacar los “passwords”, las claves informáticas, los números de esas tarjetas ávidas de consumo; los cumpleaños de todos los sobrinos, los afluentes del Guadalquivir  o las islas de la Polinesia…? No sé qué haremos para  poder viajar a Kenia.  ¿Sacaré de la cabeza las calles de nuestra pequeña ciudad  o las  estaciones de  metro de la gran urbe, el euskera  vizcaíno o los  irregulares en inglés?

No sé cómo memorizar todo el Corán, pero quizás el Arcángel Gabriel nos disculpe y convenga con nosotros  que Allah <http://es.wikipedia.org/wiki/Al%C3%A1> no enmudeció en Medina, que no sólo habló al Profeta en la ciudad árabe, sino que nos sigue susurrando al común de los inmortales, a nada que nos encaminemos a cualquier desierto ynos olvidemos por un momento de todos Sus Nombres, a nada que vaciemos la cargada memoria y nos acerquemos humildes, desnudos, silentes a Su Misterio sin tiempo, sin templo, sin  geografía.

Dios seguramente nos seguirá hablando mientras no le preguntemos por el número de la lotería, a nada que nos vaciemos un poco de primera persona y de interés particular. Dicen ahora que en realidad  todos somos un poco profetas y poetas, aunque nos falten alrededor arenas y dunas, aunque en esta  encarnación no  acariciemos en el bolsillo el boleto a la  codiciada Meca. Todos somos un poco mensajeros a nada que nos tropecemos con un gramo de verdad sin etiqueta, a nada que nos roce un borde de belleza sin edad, nos salpique una gota de virtud sin mácula, nos alcance un otoño sin muerte, ni luto. Todos somos un poco  aprendices de profetas y poetas, trovadores de la vida sin principio ni fin, malabaristas de la esperanza, camelleros  de infinitos…

Koldo Aldai, 5 diciembre 2014