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Por Ana García Ruíz, voluntaria en España

El Hotel Princesa de Éboli., en Pinto, se convirtió en una gigante coctelera el pasado día 21 de octubre para combinar un sinfín de buenos sentimientos a favor de Colores de Calcuta. Cerca de 200 personas, entre comensales, voluntarios y personal del hotel, unieron sis fuerzas para recaudar fondos para la unidad de desnutrición.

«Con cuatro cubiertos de cada mesa financiamos un tratamiento anual para uno de estos niños», explicó tras la cena María de Muns, coordinadora de los proyectos en Calcuta. Los niños estuvieron muy presentes durante toda la cena, ya que dieron nombre a cada una de las mesas. Además, en el salón se colocó una exposición de fotografias para acercar a los invitados a los proyectos de Colores y a sus protagonistas.

Un heterogéneo grupo de voluntarios fuimos los encargados de ayudar en cocina, decorar el salón, prepara las bandejas, guardar los abrigos en el ropero, repartir octavilas informativas, servir el cóctel de bienvenida, acompañar a los comensales a sus mesas, servir el vino y recogerlo todo al final… siempre con una sonrisa en la boca. Fueron muchas horas y muchos nervios, pero en el ambiente solo se respiraban ilusión, solidaridad, humildad y mucha, mucha alegría. Fue muy emotivo ver la camaradería reinante entre un grupo de personas que, salvo en algunos casos, acababan de conocerse. Y el resultado fue más que profesional.

El final de la cena estuvo marcado por la palabra y la emoción. Las palabras de los patronos de Fundación Ananta y de su coordinadora fueron el prólogo de un video que transportó a todo el salón a Calcuta, para saludar a todos los niños que tan presentes habían estado durante la cena.

Como voluntaria (y camarera por esa noche) debo decir que en el momento fue cansado y que hubo muchos nervios, pero la lectura que saco de esa noche es que cuando las cosas se hacen con tanta ilusión, cuando te codeas con gente buena que está tratando de hacer de este mundo algo mejor, cuando ves que no hay profesiones ni títulos, sino gente dispuesta a ayudar, es cuando las cosas funcionan y se consiguen resultados positivos. Mi mayor preocupación esa noche era no perder el «lito» (el paño blanco que llevábamos en el brazo), pero lo mejor de todo fue que cuando se me cayó hubo siempre alguien a mi lado para recogerlo.

El mejor resumen de la cena es esta frase de Joaquín Tamames: «El mundo está lleno de gente buena, y a la gente buena hay que movilizarla para hacer cosas buenas».