Se me queda corto el tango de Carlos Gardel, ¡que 20 años no es nada!… ¡Ni 51! Aunque me parezca mentira es la edad cronológica que cumplo hoy. Y digo bien, como las ciencias avanzan que es una barbaridad, los especialistas hablan ahora de edad cronológica, edad biológica, psicológica y social. La primera se refiere a los años que indica la partida de nacimiento (más creíble que la que declaran algunos en el DNI ¡y no digamos de palabra!); la biológica es la que se corresponde con el estado funcional de nuestros órganos; la psicológica según la madurez personal y la social la que marca cada sociedad a efectos laborales, de protección, etc. En esta última nuestro Gobierno es de lo más positivo al pretender retrasarla cada vez más.
Pues eso, tengo 51 años cronológicos, unos 40 biológicos, 30 psicológicos y, si la primitiva no lo remedia, una chiquilla a efectos laborales. En fin, que me siento estupendamente, ¡mejor cada día!
Por mi experiencia, mi transformación mental y la intención de crecimiento y mejora cada día, son las responsables de que no añore, en absoluto, la “dorada juventud”. Prefiero, con creces, la “mediana juventud” de esta etapa en la que me encuentro.
No son los años, ni las canas o la pérdida de firmeza de la piel, ni el efecto de la ley de gravedad sobre nuestros “músculos pectorales” ni siquiera las molestias musculares o articulares, lo que indica que vamos camino de la 3ª o 4ª edad, sino nuestra alegría, ilusión, entusiasmo, energía, proyectos, esperanza, querer y sentirnos queridos, divertirnos, nuestra actitud de servicio…: nuestro sentido de la vida y como la percibimos lo que nos hace vivir la etapa en la que nos encontremos con calidad y mereciendo la pena.
Es cierto, pasan los años, y doy gracias a Dios por ello, pero desde luego, porque depende de mí, lo que no voy a permitir es que pase mi vida, sin pena ni gloria.