En medio de una descomunal extensión de terreno se levantaba una apabullante muralla. Cuatro personas decidieron descubrir lo que había detrás de aquella colosal muralla. Se dirigieron hacia la misma. Una de las personas se puso a escalarla, llegó a la parte más alta de la muralla y, sin siquiera volver la cabeza para mirar a sus compañeros, saltó presta al otro lado. Del mismo modo procedió la segunda persona y con la misma actitud la tercera. Le tocó el turno a la cuarta persona. Con muchas dificultades escaló la muralla y alcanzó por fin la parte alta de la misma. Miró. ¡Oh maravilla de las maravillas! Tras la muralla aparecía el más bello, atractivo y reconfortante jardín que jamás uno pudiera imaginar. Su primer impulso ante tanta hermosura fue lanzarse sin demora hacia ese vergel incomparable, pero pensó en los demás. Se merecían saber lo que había detrás de la muralla y también aprender a escalarla para acceder al jardín de ensueño. La cuarta persona se quedó fuera del maravilloso recinto para describírselo a los demás, aleccionarles adecuadamente y ayudarles a que pudieran escalar la muralla y pasar al otro lado.

Del libro “Los mejores cuentos espirituales para la vida diaria”, de Ramiro Calle, Editorial Kailas, 2010