Lo dijo el gran dramaturgo Shakespeare en boca de Horacio: “Hay más cosas entre el cielo y la tierra, Horacio, que las que sospecha tu filosofía”. Yo lo comparto. En nuestra forma humana, con nuestra limitada inteligencia y conciencia no podemos saberlo todo y menos aún comprender. ¿Por qué?, ¿Por qué a mí? es la pregunta que aflora a nuestros labios frecuentemente y sin embargo las respuestas no son ni rápidas, ni convincentes y, en demasiados casos, nos dejan un sabor amargo a frustración e impotencia.

Nos rebelamos ante hechos, circunstancias y experiencias que calificamos de inhumanos, irracionales, injustos o sin sentido. Pensamos que no tendrían que existir, no haberse producido y, en consecuencia, sentimos ira, desesperación o deseos de venganza. Es humano. No sabemos, no comprendemos pero queremos controlarlo todo. Lo cual es imposible.

En cuestión de segundos, como ocurrió ayer tarde en Lorca, 8 personas perdieron la vida, sin enterarse; cientos han perdido sus hogares y pertenencias; miles se han quedado, momentáneamente, sin cosas básicas y que se dan por hecho: luz, alimento, agua, ropa, teléfono, y todos, aún los que vivimos lejos de allí y no hemos sido afectados por esos terremotos, hemos vuelto a tomar conciencia de la fragilidad de la vida y de que como en un segundo puede cambiar la situación. Y no hay nadie ni nada que nos pueda garantizar lo contrario.

Prefiero pensar, como Einstein, que Dios no juega a los dados con el Universo. No sé, como dije antes, si todo tiene un por qué, pero creo que sí tiene un “para qué” y que la Ley de la Unidad, o de Causa-Efecto, es Universal, esto es: siempre funciona, en todo sitio y para todos.

No puedo afirmar que sea la Verdad, pero es mi verdad y en ella baso mis creencias y rijo mi vida. Hay mucho más de lo que, en estos momentos, puedo saber y entender, así que acepto lo que no puedo cambiar y elijo pensar que, aún cuando no lo comprendo, no lo comparto y no lo veo, “todo es para nuestro mayor bien”, hago propósito de enmienda y me prometo ser más consciente de todos los regalos y bendiciones, ya sean personas, trabajo, cosas y circunstancias estupendas que existen en mi vida y que no siempre disfruto al dar por sentado su existencia, en total inconsciencia, desperdiciando mi inteligencia, tiempo y bienestart en enfados, quejas, resentimientos, culpas y demás sandeces.
Todo es temporal y a la larga perdemos todo lo que poseemos, de una manera u otra, pero, ciertamente, lo importante siempre permanece con nosotros, en el corazón y en los recuerdos. Siempre queda el valor, el esfuerzo, la esperanza, la unión, la solidaridad y… tiempo. Porque esto también pasará.

Ana  Novo, 12 mayo 2011