Este año os mando la carta por el correo electrónico de mi padre. Dicen que llega al instante a vuestras oficinas centrales de Oriente y así me quito el apuro de llegar tarde. No hemos ido con ella ni al estanco, ni al buzón; ni siquiera ha salido por esa impresora que mete tanto ruido y eso me preocupa un poco. Por favor, aunque os llegue sin sello, no la echéis a la basura.
Por cierto la dirección: “reyesmagos@oriente.com”, tampoco me termina de convencer. Ni siquiera la ha escrito con mayúsculas el ignorante de él.
En fin, confío que, aunque sin sello, ni buzón, ni mayúsculas…, mi carta llegue a vuestros ojos y su pedido a vuestro corazón, pues todo lo que aquí os escribo sale de muy adentro del mío. Me esperan algunas horas delante del “ordenata” escribiendo todo lo que os quiero contar, todavía sólo me manejo con dos dedos y apenas llego hasta la pantalla. Os ruego también que no os enfadéis por las faltas. Dicen que en el correo electrónico se puede escribir sin acentos y por eso nadie se enfada.
Por este año olvidaros de“nintendos” y “playmoviles”. Aunque halláis informatizado los pedidos, debéis andar que no dais abasto y con tanta natalidad, vuestra “flota” de camellos todavía será escasa. Sólo os pido, pues, lo principal que no es poco y bien sabéis vosotros, que venís del caliente Oriente, que lo más importante es que se acaben todas las batallas.
Os lo dicen todos los años muchos otros niños, lo hacen en todos los idiomas, (como buenos sabios esto no es problema para vosotros) lo escriben en lápices de todos los colores…, pero yo estoy obligado también a repetíroslo: os pedimos que la paz se instale en todos los rincones del planeta. Que nadie use bombas y pistolas para defender las ideas que lleva en la “pelota”. Yo sé que con el hierro de las armas se pueden hacer muchas cosas estupendas: vías de tren que unen a los hombres, aviones que saltan continentes, coches que nos llevan a la playa…
A vosotros que atravesáis arenas, mares y montañas trayendo siempre buenas noticias, os pido que se encienda la paz en todos los hogares pequeños y en este grande hogar que es nuestro planeta.
Os pido también que todos los niños tengan sopa con bien de letras o macarrones con mucho tomate en su plato, un columpio de madera en su plaza, un cuaderno en su escuela para escribiros estos y otros sueños.
Acordaos de los niños de los países pobres.
Que esas barrigas de hambre se desinflen y su esperanza de vida se ensanche, que sus campos verdeen y sus silos rebosen. Tened muy presentes también a todas las gentes dañadas por tantos desastres naturales. Vosotros que tenéis “enchufe” en los cielos, que desde allí detengan los huracanes y los “tsunamis” que nacen en los océanos y se meten después en los continentes, para que nunca más vuelen tejados, destruyan puentes e inunden poblaciones enteras.
Os pido también por los niños de los basureros, las minas, los campos de sol a sol…, para que en adelante suden con las multiplicaciones de cuatro números, los ríos de China y los verbos irregulares en inglés; que no gotee ya de sus frentes ese sudor que, de ninguna forma, les corresponde.
No olvidaros tampoco de los ricos de la tierra. Contagiadles del gozo de compartir y curadles del mortal virus de acumular, que sepan acertar con el encanto de lo bello que también es lo sencillo, con el hechizo de la vida que tan a menudo desbaratan los dólares. Os pido por los medio-ricos como yo, para que aprendamos a dividir, cuanto menos, por “0’7” y no enfermemos con esa peligrosa sed de querer más y más a costa de los demás.
En fin, os pido lo que ya bien sabéis: que los mayores no corten más bosques, y así no emigren los duendes; que no ensucien las aguas y así no se escondan sirenas…, porque sin selvas misteriosas, ni ríos transparentes se acabarían los cuentos, y vosotros, mejor que nadie sabéis, que un mundo sin cuentos no sobrevive. Que los mayores aprendan a querer más y más a nuestra otra gran madre que es la Tierra; que después de tanto maltrato, retornen a ella, escuchen sus lecciones, abracen sus árboles, acaricien su rostro con una mirada por fin agradecida.
Por último quisiera que mayores y pequeños aprendiéramos a utilizar el gran poder de este trasto con el que os escribo. Sería “guay” que esta carta os llegara sin sello y a través del esmirriado cable del teléfono. Ahora que dicen que los ordenatas tienen dentro bibliotecas y enciclopedias enteras, que están unidos los unos con los otros, que pueden compartir entre ellos todo lo que guardan…, que sepamos, pues, utilizarlos para bien.
No olvidéis de incluir precisas instrucciones en estos complicados “juguetes” que pondréis junto a los zapatos. Ocurre a veces que la gente no acierta a aprovecharlos y pierde con ellos tristemente el tiempo. Advertid el “porque” y “para que” de los “superordenatas” que a veces no caben ni por el tubo de las chimeneas.
Ya que han sudado tanto los camellos trayéndolos desde Oriente, que esos instrumentos, cada vez más maravillosos, sirvan para unir y no separar, para crear y no destruir, para facilitarnos la vida, pero no esclavizarnos…, para hacernos en definitiva, de día en día, más magos como vosotros. Que en ese gran océano compuesto de millones de pantallas, pongáis, queridos y sabios Reyes, un poco de orden y así los navegantes no se despisten en lo que no merece la pena, en lo que nubla la magia de la vida, que vosotros anunciáis por la arena y el asfalto. Que los ordenadores nos ayuden a formar esa aldea global de verdaderos hermanos, esa familia planetaria que vino a inspirar, ya hace 2006 años, aquel Niño al que ofrendasteis, en un humilde pesebre, oro, incienso y mirra.
Sé bien que tenéis muchos “emilios” en vuestra bandeja de entrada y no os quiero aburrir más de la cuenta. Me dejo muchas cosas en el tintero, perdón en la “Ram” de mi cerebro, pero he de acabar la carta, que no mis deseos, pues son casi tantos como las estrellas de vuestros desiertos. Queridos Reyes Magos venid pronto, que los regalos de verdad bajen por todas las chimeneas; que la sonrisa llegue a todos los labios, que el alimento a todas las mesas y la esperanza a todos los corazones. Desde Madrid con gran amor.
La Redacción