Una líneas sobre el acto del sábado. Empiezo por mi conclusión: resultó un acto útil. Eso era lo que pensaba cuando circulaba con dirección Galicia, una vez concluido el acto y la firma de algunos libros que quedaron pendientes por falta de tiempo en el descanso. Y lo que pensaba se ha visto confirmado por los correos personales que he recibido de algunos de los asistentes. Me alegro, porque se trata de eso, de ser útiles en algo tan serio como el sentido de la vida.

Ciertamente, como dije en mi charla, no tengo una respuesta doctrinal construida para semejante pregunta. Las cuestiones referidas a quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos, constituyen la trilogía básica de todo camino espiritual, y los presupuestos previos de todas las iniciaciones. Pero en lugar de construir adoctrinamientos, preferí relatar algunos puntos de mi experiencia personal, del caminar sobre la vida, a sabiendas de que, como dice Cioran, el surco que deja el hombre sobre la Historia es escalofriante. Y muy posiblemente lo siga siendo, porque no se cambia la humanidad en un día. Ni mucho menos. Pero como seguro que no se cambia es dejando que las cosas sigan en la pendiente por la que van. Ni tampoco con dogmas excluyentes que consideren que cualquier contacto entre culturas, dentro y fuera del mundo espiritual, es algo esencialmente rechazable.

Es curioso pero a veces tengo la sensación de que ciertas personas que dicen tener convicciones espirituales profundas, sienten una especie de precaución, casi diría temor, a conocer otros planteamientos, a contrastar sus creencias con otros postulados. Ya lo digo en Cosas del camino: las creencias son buenos calmantes de angustias y los que viven en la epidermis de lo espiritual no quieren que se las toquen, que se las cambien. Por eso se rehuye cualquier intercambio. Los que sentimos que la verdad es el camino, que la verdad es la experiencia, no tenemos miedo a conocer, porque lo que se experimenta como cierto no se mueve a golpe a adoctrinamientos.

El mero hecho de que unas 700/800 personas se reúnan en un sábado soleado en torno a un asunto tan para algunos etéreo como debatir sobre el sentido de la vida, me parece en estos momentos casi milagroso, sobre todo si se toma en consideración que era la primera vez que en la Fundación Ananta se cobraba por asistir a un acto. Este hecho no es baladí, ni mucho menos. Creo que si cobrase en algunos actos religiosos de confesiones conocidas, la asistencia se vería dramáticamente reducida. Por ello considero que el dato de asistencia no es que sea bueno, es que me resulta realmente muy superior a lo que imaginaba. Dado que no hicieron publicidad mas que de manera limitada  mi previsión era -y así se lo dije a Joaquin- de unas trescientas personas. Casi tres veces fue el resultado final.

Pero eso, con ser importante, no es lo decisivo. Es acto tiene fuerza expansiva. Algunos lo entienden. Otros no. Pero se entienda o no, es así. Me dice Javier Pedreño en un correo que me envía: ”Tuve la oportunidad de compartir unas horas en el Palacio de Congresos de Madrid con Mario Conde, Joaquín Tamames, M. Angel Calle, la hermana Jayanti y seguro que con un montón de vosotros que andabais por allí. Lo bueno de no conocerse es ese re-conocerse inevitable que se percibe en el ambiente cuando eso que está por encima de las ideas y que no se puede contar, medir o pesar, se da cita entre cuatro o más paredes. Lo poligonal de las cosas acaba encerrando en el mismo círculo aquello que es inequívocamente común en el pensamiento. A eso me refiero y no me preguntéis por nombres. Ni idea. Era la primera vez que asistía a un acto de Ananta y estoy casi seguro que no será la última“. Javier concluye con algo que creo es importante: «Actos como este no se sí nos llenan de más consciencia, lo que sí nos llenan es de más compañía como mínimo, o lo que es lo mismo evaporan soledad, porque como decía Gala lo mejor de ser solitarios es sentirnos solidarios

Ayer participaba en un acto religioso en un pueblo de la provincia de Zamora, colindante con Galicia y en la Historia medieval perteneciente a Galicia. Una romería al tipo. Un paseo de una virgen allí querida y una pequeña ermita abarrotada de gente. Cantaban al unísono. En el momento en el que la ceremonia cristiana insta a darse la paz unos a otros, contemplé los rostros de aquella gente humilde. Sus ojos transmitían una expresión de sinceridad. Los movimientos de sus cuerpos daban la sensación de un hermanamiento. Me vino a la mente la idea clave: el sujeto es la Humanidad. Nosotros la componemos celularmente. Nuestra individualidad es comprensible dentro de la noción de Humanidad. De ahí la frase de Eckhart: debes ser como eras cuando no eras. Seguro que a algunos les parecerá un acertijo. Pero es algo realmente profundo, como todo lo que produce ese magnífico místico cristiano, condenado en su día (1325) por “hereje” y rehabilitado seiscientos años después. Alguien que es capaz de decir dentro del cristianismo que “cualquier cosa que piensen que es Dios, no es Dios”, es un hombre valiente. No en vano fue condenado por “querer saber mas de lo conveniente”. El olor de esta condena se percibe en algunas cosas que leemos hoy en día. Todavía…

Me gustó estar allí y ver lo que vi. Mis convicciones son las mismas antes y después del acto. Dificil que fuera de otro modo porque, como digo, lo que creo es lo que experimento. Por eso cuando estaba de moda negar cualquier forma de divinidad, dado que yo sentí la esencia de algo superior, las doctrinas me interesaban lo justo, y justo aquí es equivalente a más bien poco. Ahora incluso los físicos cuánticos tienden a reconciliarse con la Mística. Tampoco importa demasiado, pero es mejor que reintegren a la Ciencia algo que había perdido: humildad. Por cierto, habría que insistir en este punto: la humildad como presupuesto del Camino espiritual. Algunos, además de consumir creencias en la epidermis, vinculan su “espiritualidad” con un asunto de autoestima. Es una locura, pero sucede. Por eso la erudición como presupuesto de este caminar… Por muchos libros que lean, por grandioso que sea su conocimiento doctrinal, de Occidente y de Oriente, de hoy y de la antigüedad, quien no tenga humildad en su corazón será erudito, sin duda, pero no pertenecerá plenamente a la cofradía de caminantes de este singular camino.

Mario Conde, original del Foro de Debates de Mario Conde