Había un hombre que llevaba muchas horas viajando a pie y estaba realmente extenuado. Exhausto y sin poder dar un paso más, se echó a descansar bajo un frondoso árbol. El suelo estaba duro y el hombre pensó lo agradable que sería poder contar en esos momentos con una reconfortante cama. Dio la casualidad de que aquél era un árbol celestial de los que conceden todos los deseos de los pensamientos, convirtiéndolos así en realidad. Así es que, en ese preciso instante, apareció una mullida cama. El hombre se echó sobre ella y estaba disfrutando mucho mientras descansaba, cuando imaginó lo placentero que resultaría que hubiera allí una joven que le proporcionase un gratificante masaje en los pies. Al punto apareció la joven y comenzó a frotar sus pies. Bien descansado, el hombre sintió hambre y se figuró lo grato que sería poder disfrutar de una sabrosa comida. Sabrosos manjares aparecieron ante él y pudo saciar su hambre. ¡Qué a gusto se encontraba! Una buena cama, una encantadora mujer dándole un relajante masaje, exquisitos alimentos con los que había podido saciar el hambre… ¿Qué mas pedir? De repente le asaltó un pensamiento: “Mira que si viniese un tigre y me devorase”. En ese momento apareció un tigre y se lo comió.

 “Los mejores cuentos espirituales para la vida diaria”, de Ramiro Calle, Editorial Kailas, 2010