Entrevista a José María Doria

Abogado según su licenciatura; empresario por su impulso creativo y terapeuta y escritor por imperativo de su vocación, cree que el homo sapiens evolucionará hacia el homo lucens y, a su vez, al homo amans, e insiste en que “la palabra de paso” es la integración.

El autor de “Inteligencia del alma” y de “Cuentos para aprender a aprender” entre otros libros, cree que en cada hombre hay “un potencial de amor infinito” y que la humanidad se encuentra ahora “en un punto de inflexión” ascendente dentro de su trayectoria evolutiva.

En una entrevista con Fundación Ananta, José María Doria defiende la práctica de la meditación y considera que sus efectos apaciguadores y saludables la hacen especialmente recomendable a los empresarios, que tienen que utilizar la mente constantemente.

Doria se reconoce como un “hijo pródigo” atraído por el corazón del Cristo Cósmico de Teillard de Chardin, después de haber buscado a Dios en Oriente y de haber descubierto la lucidez de Buda, y considera que todas las religiones apuntan en la misma dirección. “No nos podemos quedar con el dedo que señala”, sino con la actitud integradora que permite ver el cielo, las estrellas.

Sus sesenta años sólo resultan creíbles cuando se trata de encajar la cantidad de experiencias que acumula en su haber, como un accidente de moto en el que se rompió “todo”. Sucedió hace casi 16 años. Con 45 años decidió cambiar el rumbo de su vida y dedicarse a una “gran causa”. Entre el hambre, la enfermedad y la ignorancia, se decantó por esta última y se hizo profesor y terapeuta. De toda su vida, rescata los momentos de descubrimiento, y de ellos los que han sido “compartidos, con amor y pasión”.

Aún siente que empezará una nueva etapa en un par de años, en la que probablemente vivirá más cerca de la naturaleza, quizá en una casa-escuela en el campo, donde cree que puede llevar una vida más coherente consigo mismo.

La enfermedad de su madre, a quien dieron la extremaunción recientemente, le ha guiado hacia su nuevo proyecto literario, que elaborará a partir de oraciones y rituales de nacimiento, muerte, boda… con palabras “que hagan creaciones más emergentes, más amplias y de nueva vibración”, pero con la “raíz milenaria y la solera iniciática” de todas las religiones. Con representantes de siete de ellas, ha organizado un debate a principios de junio.

Doria recuerda que en su día decidió “abandonar a Dios” porque estaba “secuestrado” por una cultura judeocristiana y resultaba excesivamente “vertical, dual, culpabilizador”. Sin embargo, posteriormente vio cómo “los chutes del ego no bastan, van defraudando” y buscó y encontró en Oriente. Fue “un descanso” para él percibir la divinidad, como un estado de conciencia.

“La paz que te da el Espíritu no te la da el dinero, el sexo ni ningún chute del ego”. “Llevo un tiempo –dice Doria- en que después de ver la lucidez, la liberación del Nirvana, echo de menos la idea del estado crístico”, “no el de la corona de espinas” sino “el resucitado, el trascendido, el sagrado corazón”. “El corazón profundo empieza a ser una energía emergente que está llamando a la puerta”.

Recuerda, al argumentar su idea de la integración, que en Delhi encontró un templo de la religión Bashai -cuyo profeta es Baha’u’llah-, con “un loto maravilloso de cristal” dedicado a todas las demás religiones, hecho que relaciona además con la sabiduría de Ken Wilber, quien entiende que “para avanzar de nivel, hay que integrar el nivel anterior”.

Doria entiende en este sentido que “la contraseña de paso de este mundo hacia una mutación cuántica, donde el homo sapiens tiene que pasar al homo amans es la integración”. “O integras todito o tienes que volver a recuperar esa parte excluida tarde o temprano: o con psicoterapia o con una experiencia que la vida te pone por narices… tiene que ser en la medida y momento oportunos, pero integrarlo”.

En el nuevo estadio evolutivo, Doria cree que el ser humano va a trascender los niveles mentales, que “las máquinas van a trabajar lo que ahora trabaja el neocórtex: decisiones, diferencias, procesos de comparación y de observación, procesos deductivo-científicos…”.

“Nosotros vamos a derretir los fríos picos matemáticos de nuestra mente y vamos a entrar en los valles de nuestro corazón, desde donde va a nacer una nueva inteligencia, una nueva vida marcada por las neuronas del corazón, que tiene una radiación electromagnética de un metro y medio. El centro va a ser una inteligencia cardiaca, que se va a hacer cargo, mientras las máquinas ocupan esa parte en los aspectos del mundo”, será la época del “homo amans, capaz de moverse por intuición…por amor”.

“Cuando nosotros experimentamos un instante de amor, una gotita de amor –no de pasión, ni euforia, ni placer, ni fraternidad, ni admiración, ni devoción siquiera, sino de amor- y sabemos que está en el ser humano, por algún lado…comprendemos que hay una dimensión emergente que tenemos que vivir antes de cascar como humanidad y como personas”. “Si está por algún lado de nuestro potencial infinito y maravilloso, eso va a tender a actualizarse como sea”, será “el salto hacia la unidad que anhelamos todos”.

Más allá del cuarto camino defendido por George Gurdjieff y de que la espiritualidad esté dentro de uno mismo, Doria reconoce, por encima de sus creencias, a los “personajes” que dedican su vida a la religión, “que están imbuidos de una fe, un servicio, una entrega y una renuncia…y que respiran algo muy especial y muy bonito que no se ve casi en Matrix”.

Desde una posición lejana a la que le llevó a “abandonar a Dios”, Doria entiende ahora que “el nivel mítico de las religiones no tiene por qué separarnos de la razón sino que tiene su sitio: la metáfora, el misterio, no tenemos que entenderlo desde el pensamiento racional y científico porque requiere otras áreas de la mente, otro nivel”, además de que “las religiones han dado al mundo un gran pelotazo de crecimiento en todos los sentidos, aparte de otras cosas terribles y hermosas”.

Desde esta idea nació el proyecto de “juntar en una mesa” a siete personas de otras tantas religiones, para “tocar un poquito de todo como un primer acercamiento hacia la diversidad en el corazón de cada cual: que veamos elementos comunes y sepamos extraer la brisa de un nuevo rito…o un feeling espiritual profundo común a todas las formas”. “La religión es el corpus, sólo es el dedo que señala a las estrellas”.

Para José María Doria, el “Reino de los Cielos está aquí si queremos y si podemos”, sin embargo para que el último paso se manifieste tendrá que venir de una “gracia gratuita”, un algo que dependerá del “Misterio” más que de “llegar” por el esfuerzo a base de retiros espirituales u otra disciplina.

Pese a entender que el crecimiento espiritual permite observar los problemas del ego desde una perspectiva sanadora, reconoce que el 70-80 por ciento de sus consultas terapéuticas se desenvuelven en un plano “totalmente egóico” y que posteriormente, una vez integrados los problemas que llevan a consulta y teniendo la casa un poco más en orden, es cuando se puede permitir sugerir algunas prácticas o disciplinas encaminadas más aceleradamente al despertar de la conciencia.

Doria no entiende que nadie cuestione la existencia de un nivel espiritual en el ser humano, y apunta que él no discute si “hay un Dios aquí encima o no” pero asegura que tenemos unas dimensiones extraordinarias que “son la única felicidad”, porque el resto de las satisfacciones son efímeras y van aparejadas a sombras.

Destaca la importancia de aumentar el nivel vibratorio personal, porque “por encima de las nubes siempre hay sol y unas vistas muy bonitas”, mientras abajo –infierno quiere decir inferior- hay sombras y frío.

José María Doria comulga con los planteamientos del nuevo paradigma empresarial porque cree que “apostar por la confianza en el alma del otro es la mejor inversión que puede dar un ser humano”, ya que “el propio hecho de dar vida te llena de vida”. Considera en igual sentido que el nuevo planteamiento de “ganar-ganar”, además de más generoso es de mayor éxito real, ya que “el éxito está en cada instante de bienestar, de plenitud, no en conceptos” porque puedes tener de todo y ser “un desgraciado”.

“De hecho –explica- en terapia, cuando las personas están un poco asustadas, con miedos, agarrotadas en cuanto a posesiones, pueden dar un giro el día que cambian la orientación y se dedican al gozo supremo de ser útiles”. “Hacer algo por alguien es terapéutico”, asevera.
Al respecto destaca la responsabilidad de los empresarios en la transformación del mundo, y alerta contra el poder de “Matrix”, por lo que les emplaza, como primera recomendación, a hacer meditación: por salud, por eficacia, por calidad de vida, por creatividad…y recuerda el último libro de Daniel Goleman, “Emociones destructivas”, en el que habla de los trabajos realizados por el Dalai Lama con empresarios y científicos. “Occidente necesita este patrimonio de los mundos internos”.

Añade en ese sentido que “la energía del empresario es muy útil, porque potencia más los recursos” y subraya que “el bien crece cuanto más se comunica”, así que “si tienes una plataforma de comunicación más amplia pues mejor”, independientemente de que “eso te cobre seguramente algún impuesto a tu supuesta contemplación” y de que tengas que “aprender a ser empresario y a ser sabio… y a estar en el seno de la empresa con la paz y la seguridad necesarias”.

A José María Doria le produce muchísima satisfacción conectar con los seres humanos, tanto en terapia como en cursos y conferencias, que se da a veces debido a la energía, a la calidad de los sentimientos o a la química de la existencia. Experimentar esa conexión, “ese espacio de abrazo a través del arte de la palabra” es infinitamente más gratificante que cualquier forma de halago”.

Pero sobre todo, pide “a los cielos ser fecundado por un nuevo libro cada año” porque vive la creación como uno de los “estados de conciencia más elevados, por encima de la contemplación”.

Respecto a su libro “Cuentos para aprender a aprender” (Ed.Gaia), señala que es un intento de rescatar fábulas e historias que “no se pasan de moda nunca y contienen las claves del cielo y de la tierra; con ellos uno aprende las moralejas de la existencia y ayudan a vivir. Son para todos los públicos, están desgajados de ideología y de doctrina y están siempre fresquitos y van a las mentes… me conmovía rescatar eso de las raíces de la humanidad”.

En cuanto a la obra “Inteligencia del alma” (Ed. Gaia) se trataba de hacer “algo de lectura corta, no amenazar con más de una página a la persona que te va a leer, pero que sea un conector”, es como “volver a oír una música que no escuchas desde la infancia…no es nada nuevo, pero es muy bonito…, te llevan a un nivel un poquito más allá del sueño de Matrix, es una herramienta que despierta con una sola página.

Ahora está en imprenta y saldrá para la Feria del libro “Hablo de ti” (Ed. Gaia), basado en situaciones que llevan a someterse a terapia. “Me faltaba hablar de la sombra humana. Aquí he escrito sobre el dolor, la adicción, la desesperanza, el miedo la infidelidad, la fobia…desde el dolor, al alivio”.

Ya agotados, Doria publicó también en su momento un libro de literatura fantástica, próximo a la ciencia ficción de carga épica, “El observador número nueve”, y, posteriormente, “El tarot del universo”, que además de 22 pinturas correspondientes a los arcanos mayores, tiene otras tantas composiciones musicales. Le llevó varios años trabajando junto a un pintor, a un músico… en el inspirador Valle de la Orotava (Tenerife).

Lola Bastos
La Redacción
Fundación Ananata