Se trataba de un ciervo almizclero, de esos que llevan en su interior unos órganos que producen el envolvente, edulcorado y penetrante aroma del almizcle y lo desparraman muchos metros alrededor. Cuando el animal se hizo adulto, comenzó a oler el intenso aroma, pero no era capaz, por mucho que lo intentaba, de descubrir de dónde provenía. ¿De dónde surgía ese maravilloso olor?, se pregunta. Comenzó sin descanso a buscar de dónde venía, pero no lograba hallar su origen.

Era un olor dulce, profundo, que extasiaba la mente. Cada día que transcurría, mayor era su anhelo por saber de dónde emanaba. Durante años y años buscó el origen de ese embriagante aroma, ignorante por completo que lo exhalaba él mismo.

Fue envejeciendo y al final murió. Mientras agonizaba, seguía preguntándose de dónde podía surgir ese arrobador perfume y se lamentaba, apesadumbrado, de no haber podido hallar su origen.

Del libro “Los mejores cuentos espirituales para la vida diaria”, de Ramiro Calle, Editorial Kailas, 2010