La moral universal parece que llega a la conclusión de que el color de una piel no es motivo de exclusión entre los seres humanos. Ya no vemos a los negros como negros ni a los blancos como blancos. Incluso parece que también estamos anulando las barreras de género, no viendo a las mujeres como mujeres y a los hombres como hombres, sino que hablamos de personas humanas, indistintamente de su color, su raza o su género.

En la España visceral posfranquista aún vivimos en una especie de apartheid ideológico dividido entre rojos y azules, los de izquierdas y los de derechas. Existe un extremismo ideológico irreconciliable entre unos y otros, pretendiendo ambos ser poseedores de algún tipo de verdad. Lo cierto es que ese extremismo es excluyente, sectario, absolutista y en cierta forma crea y recrea una especie de xenofobia hacia el contrario que se traduce en un “racismo” ideológico insoportable.

Por desgracia, en nuestro país aún no hemos superado la guerra civil, o quizás, si miramos la historia, siempre hemos vivido en una continua guerra civil de la que no somos capaces de salir. Somos un país visceral, sensibles a los cambios de la luna, ideológicamente determinados y presumiblemente inamovibles en nuestras pequeñas convicciones que pasan por ser de izquierdas o derechas, nacionalista o patriota, aspirar a ser funcionarios y a tener, eso sí, nuestro piso o casita de propiedad. Nos guiamos por el amor o el odio hacia esas cosas, sin ser capaces de tener otro tipo de esquemas en nuestra cabeza o imaginación.

Algún día quizás nuestro pueblo madure y seamos capaces de alejarnos de nuestras propias ideologías, al igual que ya lo hemos hecho con nuestras propias creencias religiosas, que han pasado del ámbito público al privado. Y entonces, seamos capaces de ver al otro como seres humanos, más allá del plano ideológico en el que vivamos. Porque el futuro no estará regido por una u otra ideología, sino por la síntesis y la comunión de todas ellas. Necesitamos un mundo lleno de ideas, de buenas ideas, y no de ideologías. Necesitamos fábricas de ideas, y no cadenas de montaje ideológicas absolutistas, excluyentes y trasnochadas. Somos personas libres, y debemos aspirar a ser libre pensadores, libre creadores…