La preservación y perpetuación de los agravios en forma de conflictos tribales, guerras étnicas, y otros conflictos profundamente arraigados sin resolver es un continuo problema para la humanidad. ¿Cómo podemos avanzar hacia un mundo en el que se reconozca que las distinciones raciales y las identidades nacionales enriquecen la totalidad?
Casi todas las culturas y sociedades tienen embebidas memorias y mitos que constituyen una parte esencial de las tradiciones y visión del mundo de esa sociedad. Estas son transmitidas a los niños a una edad temprana por sus padres y su comunidad, y son reforzadas por el sistema educativo a lo largo de los años formativos del niño.
Normalmente es una forma relativamente inofensiva de fomentar una cohesión que la sociedad necesita para mantener su identidad singular. Sin embargo, en algunos casos la memoria ancestral se cristaliza en una percepción sesgada de la realidad, acentuando la sensación de aislamiento del mundo mayor mediante una percepción victimista que puede enconarse y convertirse en origen de una potencial violencia futura. A veces esta sensación prevaleciente de injusticia se remonta a antiguas batallas luchadas y perdidas, o a prolongadas condiciones de opresión bajo fuerzas más poderosas, expresándose como una mezcla de victimismo, sufrimiento único y sin parangón, y con un carácter singular que aísla a los miembros de ese grupo de la humanidad mayor.
El mundo de hoy es testigo de los peligros de esta preservación y perpetuación de agravios en forma de conflictos tribales, guerras étnicas y otros conflictos profundamente arraigados sin resolver, basados en la desconfianza y el odio. Los escritos de Alice Bailey proporcionan algunas reflexiones profundas sobre este problema, que esencialmente requiere una forma de rehabilitación psicológica mediante la inculcación de una nueva visión del mundo basada en lo común de la humanidad una y la naturaleza de la reencarnación, que es fundamentalmente y, ante todo, una experiencia grupal.
Ella señala que la historia es la descripción de grupos de almas que retornan, reunidos cíclicamente por una afinidad de factores astrológicos y de rayos. A nivel subconsciente, esta afinidad grupal fue estudiada en profundidad por Joseph Campbell, cuya investigación sobre las tradiciones mitológicas de diferentes culturas reveló el terreno común subyacente que queda preservado en los mitos compartidos y el saber popular de sociedades enormemente diversas. A nivel más científico, este terreno común también está siendo corroborado. Los efectos de la migración y el entremezclar de las razas, que ha sido documentado desde los inicios de la historia humana, se han acelerado a lo largo del último siglo. A causa de las guerras mundiales, que trajeron la invasión de “elementos extranjeros” y provocaron el desplazamiento de enormes poblaciones, y con la facilitación de relaciones debida al aumento en viajes y comunicaciones globales, cualquier ilusión respecto a la “pureza racial” está desplomándose rápidamente. Los nuevos conocimientos sobre el ADN apoyan esto, validando la mezcla de diferentes razas y etnias que se encuentra en numerosos individuos, aunque puedan “auto-identificarse” con un grupo o raza específico.
En los escritos de Alice Bailey se nos da una visión de este nuevo mundo, cuando afirma que una nueva forma de vivir se cierne sobre la humanidad y se materializará cuando el egoísmo sea derrotado, las correctas relaciones humanas se conviertan en la visión, y cuando el ideal de este nuevo mundo esté libre de todo nacionalismo y separatismo grupal. Será un mundo basado en el reconocimiento de la igualdad de oportunidades educativas para todos los pueblos, razas y naciones, y sobre la comprensión fundamental de que “Dios ha hecho de una misma sangre a todos los pueblos sobre la tierra”. Será un mundo, dice, en el que las distinciones raciales y las identidades nacionales se reconocerán como enriquecedoras para la totalidad y como contribuyentes a la significancia de la humanidad. Tales distinciones y nacionalidades se preservarán y cultivarán, no en un aislamiento separatista, sino en la comprensión de que los numerosos aspectos de la expresión y la diferenciación humana producen una noble totalidad, y que todas las partes de esta totalidad son interdependientes. “Todos comprenderán su relación mutua en un esfuerzo progresivo, sintético, humano, y la empresa de la vida en conjunto producirá un trabajo interno que florecerá en belleza y riqueza, que caracterizarán a toda la humanidad. En esto todos participarán con sabiduría y eficiencia planeada, ofreciendo a la vida planetaria y mutuamente, lo que tienen para contribuir. Será posible porque todo el género humano será reconocido como la unidad esencial y de mayor importancia espiritual que la parte”, dice Bailey. (La exteriorización de la Jerarquía, p. 203, ed. Fundación Lucis).
Con esto en mente, se hace posible un espacio para el perdón y la aceptación del pasado. Una antigua regla del sendero espiritual decreta: “Que no exista el recuerdo y, sin embargo, que rija la memoria”. Cuando el énfasis de los sistemas educativos y de los valores de los padres y comunitarios se centre en la historia mundial y en la contribución que todos los grupos, todas las culturas, razas y naciones pueden hacer al enriquecimiento de la totalidad, el foco cambiará de preservar la noción de antigua gloria y/o injusticia, a la construcción de un mundo futuro, un mundo en el que el valor de cada contribución individual y grupal se reconozca como indispensable para la totalidad.
Profecía y predicción
El “poder de predecir”, de imaginar posibilidades futuras y estimar su probabilidad, ha sido siempre una característica destacada de nuestra especie… Sin embargo, estos procesos complejos de predicción o previsión se basan en el poder de la mente concreta, y por ello no son capaces de penetrar en los reinos de la mente superior y de la intuición, donde reside la analogía superior de la predicción, la profecía.
Vivimos en una era de “grandes datos”, en el que empresas (por ejemplo el famoso escenario de Royal Dutch Shell) y gobiernos recogen información sobre casi cualquier cosa que puedan medir, y con el poder de computación disponible transforman estos datos en modelos sofisticados pensados para predecir resultados futuros. Naciones Unidas también es un actor altamente significativo en este campo: sus conferencias e informes internacionales buscan diagnosticar y sugerir remedios para un vasto conjunto de problemas, y ello depende de una recogida de datos a escala global, y la subsiguiente transformación de éstos en estadísticas significativas.
Este “poder de predecir”, de imaginar posibilidades futuras y estimar su probabilidad, ha sido siempre una característica destacada de nuestra especie, que constantemente intentamos ampliar. A pesar de este poder, la humanidad todavía está a merced de acontecimientos que desafían la predicción. Esto se debe a la sencilla razón de que “el mapa no es el territorio” –ningún modelo podrá nunca capturar todas las variables en un sistema verdaderamente complejo; e incluso si pudiera, las matemáticas del caos y la complejidad, y la física de la incertidumbre cuántica demuestran que predecir con total precisión el estado futuro de un sistema así es inherentemente imposible. Esto implica la necesidad de humildad.
Además, aunque estos complejos procesos de predicción o previsión se basan en el poder de la mente concreta, no son capaces de penetrar en los reinos de la mente superior y de la intuición, donde reside la analogía superior de la predicción, la profecía. “Profecía” es una palabra un tanto pasada de moda, vinculada como está en la mayoría de las mentes a los profetas de los textos religiosos institucionales. Quizá necesitemos re-imaginar la palabra, porque profecía es el poder de contactar una visión superior, de resonar con el potencial para una expresión superior del alma de un pueblo, o incluso de la humanidad entera. Por ello requiere una enorme simpatía por la condición humana, una capacidad de percibir la compleja dinámica de una sociedad a través de los ojos del corazón, y de elevar su percepción al reino en el que las Ideas divinas están permanentemente buscando salir a la manifestación.
Así, mientras que un pronosticador está absorto intentando analizar cómo patrones complejos de fuerzas ya existentes van a evolucionar a lo largo del tiempo, un profeta intenta percibir qué nuevas energías pueden adentrarse en la consciencia humana y producir cambios. Además, un pronosticador se ocupa generalmente de un resultado concreto –una fecha, una cifra, alguna medida de éxito previamente definida, como la prosperidad económica o la estabilidad política. Como contraste, un profeta suele estar profundamente absorto en mostrar el camino –”Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos” (Marcos 1:3 sobre Juan Bautista)– proclamando una visión y manteniéndola persistentemente ante un pueblo como un estado de las cosas ideal al cual aspirar –por eso la profecía siempre tiene una dimensión moral, incluso espiritual, en el sentido amplio de un avance del espíritu y la consciencia humanos. Podríamos decir que el pronosticador está buscando acertar, mientras que el profeta busca crear justicia.
Así como existen distintos grados de experiencia en el pronóstico, también hay profecías de menor y mayor alcance. Algunos profetas pueden reconocer panoramas de posibilidades divinas más extensos que otros. Y la profecía, como el pronóstico, depende de condiciones que escapan a su control. Como ya se ha dicho, el pronosticador se enfrenta a limitaciones inherentes matemáticas y físicas, un hecho que los meteorólogos han aprendido, a lo largo del tiempo, a tener en cuenta. Y si el pronosticador está intentando predecir cambios en tendencias sociales, entonces se encuentra con el vasto imponderable de la psicología de masas humana. Para el profeta, no sólo se trata de la psicología humana en general, sino de dos de sus propiedades más fundamentales: la tendencia a aferrarse a patrones habituales de comportamiento, que el profeta está en cierto sentido intentando alterar; y la cuestión vinculada del libre albedrío humano. A fin de cuentas, un profeta solo puede señalar el camino, por muy persuasivo que sea. Corresponde a la humanidad misma responder a la visión presentada y realizar los cambios necesarios.
En los escritos de Alice Bailey, se asigna un papel significativo a todos aquellos cuya comprensión de la condición humana, y cuya respuesta amorosa a sus tribulaciones, trasciende los límites de raza, clase, credo o nacionalidad. Estos “servidores del mundo”, en sus numerosas agrupaciones (porque una de las cualidades que les definen es su disponibilidad a trabajar en formación grupal), están, en su conjunto, manteniendo ante los ojos de la humanidad una visión profética de un mundo futuro, en el que la buena voluntad y las correctas relaciones son el objetivo de toda interacción entre individuos, grupos y naciones. Ciertamente, los servidores mundiales señalan el camino a esto, y en sus propias interrelaciones se alzan como brillantes ejemplos en miniatura de dónde podrá estar la sociedad algún día. Probablemente no se consideren a sí mismos como proféticos. Como resultado de entretejer las numerosas visiones individuales emerge una perspectiva mayor, en la que los derechos humanos obtienen respeto universal, los ecosistemas son preservados y apreciados, la creatividad se fomenta mediante una educación y un compromiso cultural que se mantienen a lo largo de toda la vida, se capacita a los trabajadores para que encuentren o creen para ellos mismos trabajos dignos y de valor verdadero, todos los ciudadanos son animados a participar productivamente en la vida política, la antigua sabiduría y el conocimiento moderno contribuyen al enriquecimiento de la civilización, y la naturaleza sagrada de la existencia se celebra crecientemente mediante rituales compartidos por pueblos de todos los credos. Estar a la altura de una visión profética así requerirá toda la energía y compromiso que la humanidad pueda alcanzar –sin embargo, ¿existe llamada más alta?
RESEÑA
Financing the Global Sharing Economy Un informe de Share the World’s Resources (disponible en www.stwr.org/financing-the-global-sharing-economy)
La ONG Share the World’s Resources ha recopilado un importante informe en el que explora “cómo movilizar 2,8 billones de dólares para impedir una carestía que pone en peligro la vida, para revertir las medidas de austeridad y mitigar el impacto humano del cambio climático.”
En Financing the Global Sharing Economy, los autores del informe argumentan que nos enfrentamos a una doble emergencia global. Por un lado, las cifras sugieren que la pobreza extrema y los desastres relacionados con la climatología se llevan más de 40.000 vidas cada día, e impactan gravemente sobre muchos millones más. Por otro lado, los recortes en los estados de bienestar de muchos de los países más ricos están haciendo que a muchas personas les resulte difícil cubrir sus necesidades básicas. Los autores vinculan estas dos circunstancias mediante el concepto de la “economía de compartir” –sistemas de bienestar y redistribución que existen local, nacional y globalmente, surgiendo de las contribuciones de individuos, grupos, estados y otras instituciones. Esto abarca los sistemas de seguridad social avanzados de los países más ricos, los sistemas de seguridad social en desarrollo de los países con ingresos bajos, y la ayuda al desarrollo. Argumentan que, tras haber sido establecida a mediados del siglo XX, esta “economía de compartir” está siendo ahora socavada por los gobiernos. En un mundo que es de por sí muy desigual, proponen que este abandono de políticas que re-distribuyen la riqueza ha conducido a una emergencia global.
Los autores reconocen que las causas subyacentes de la mayor parte de los problemas urgentes a los que se enfrenta la humanidad son complejos, y requieren reformas extensas de la economía global, unas reformas que llevarán mucho tiempo. Aún así, afirman que la acción para esta emergencia no puede esperar a estos cambios –la urgencia de tantos millones enfrentándose a una pobreza devastadora clama por una acción inmediata, y es sumamente asequible. A continuación detallan diez opciones de la política que podría movilizar más de 2,8 billones de dólares para fortalecer la economía de compartir tanto dentro de, cómo entre naciones. Estas opciones de políticas aparecen listadas a continuación, con algunas notas explicativas:
1) Tributar la especulación financiera: Un impuesto sobre las transacciones económicas podría ayudar a regular los mercados disuadiendo las prácticas mercantiles más desestabilizadoras.
2) Eliminar los subsidios a combustibles fósiles: Si todas las formas de subsidios a los biocombustibles y combustibles fósiles se abandonases progresivamente para 2020, la suma de dinero liberada podría garantizar acceso universal a energía, apalancar una inversión significativa en energías renovables y financiar programas que permitiesen a los países mitigar el impacto del cambio climático.
3) Desviar el gasto militar: Desviando un 25% del gasto militar global, liberaríamos más de $400 mil millones para salvar vidas y fortalecer el trabajo de construcción de paz de la ONU. La desigualdad es una de las principales causas potenciales del conflicto, lo que implica que la estrategia de seguridad global del futuro debería centrarse en la cooperación internacional y en la economía compartida.
4) Impedir la evasión de impuestos: Un abanico de medidas, desde poner freno a los paraísos fiscales y finalizar los abusos fiscales corporativos, a fortalecer los sistemas impositivos en el Sur Global y adoptar políticas impositivas más progresistas en los países ricos, sería una forma pragmática de que las naciones compartiesen sus recursos más equitativamente.
5) Aumentar la ayuda internacional: Un incremento a corto plazo de la ayuda internacional al 1% del PIB proporcionaría un empujón sumamente necesario a satisfacer las necesidades más urgentes de los países en desarrollo.
6) Finalizar los subsidios a la agroindustria: Para abordar seriamente la crisis alimentaria global y aumentar la seguridad de alimentos en el Sur Global, es necesario eliminar el derroche que supone los subsidios a poderosas corporaciones agroindustriales.
7) Aprovechar los recursos del Fondo Monetario Internacional (FMI): La trayectoria del FMI aliviando la pobreza en el pasado ha sido polémica. Aún así, tiene la capacidad de elevar y distribuir grandes sumas para la erradicación de la pobreza, de manera que un reenfoque inteligente de sus esfuerzos podría hacer mucho por restaurar su dañada legitimidad.
8) Tasar los combustibles sucios: La idea de un impuesto sobre el carbón en los combustibles fósiles ha recibido el apoyo de numerosos científicos, grupos medioambientales, y economistas, y algunos países ya lo han introducido. Este impuesto proporciona un incentivo hacia un uso más eficiente del combustible fósil, y fomenta la transición hacia un futuro bajo en carbón.
9) Cancelar la deuda injusta: A pesar de cierto progreso hacia la condonación de la deuda, los países en desarrollo están todavía fuertemente cargados por la necesidad de devolver deudas, un dinero que, de no ser así, podría utilizarse para construir sus sistemas de seguridad social. La cancelación de deudas contraídas exclusivamente por dictadores podría liberar hasta 81 mil millones de dólares al año, y sentar las bases para un futuro de condonación total de la deuda.
10) Proteger las tarifas de importación: la actual ronda de negociaciones sobre el comercio mundial ejerce un impacto negativo sobre los países del Sur Global al obligar a algunos de ellos a reducir sus tarifas de importación, en lugar de permitirles el espacio político para regular sus economías nacionales de acuerdo con sus propios objetivos de desarrollo.
En el informe, a cada una de estas medidas le corresponde un capítulo en el que se desarrolla a fondo, detallando la lógica de cada una y los beneficios que se obtendrían, y proporcionando también una extensa lista de recursos para un estudio ulterior.
Los autores observan que incluso para implementar las propuestas más modestas del informe sería necesario un apoyo público masivo. Convocan “la participación del público global en una llamada a la reforma que se extienda más allá de las fronteras nacionales”, y observan que la responsabilidad de actuar recae no sólo sobre los activistas y las ONGs, sino también sobre los hombros de la gente normal, si queremos “forjar una opinión pública unida e informada que sostenga y fortalezca la economía de compartir en todas sus formas”. Share the World’s Resources presenta un caso convincente que seguramente resonará en la gente de buena voluntad de todo el mundo.
Para más información sobre el trabajo de Share the World’s Resources visite su página web en www.stwr.org