Se nos pide que seamos lámparas potentes.
El simil es el sol, que siempre da sin pedir nada a cambio.
Cada uno de nosotros puede ser un foco radiante de alegría y de bondad. Y de verdad.
Refugio. Roca.
La vida nos quiere llevar por otros caminos, y poco a poco nos marchitamos. La mirada muere antes de nuestra muerte.
Pero tenemos el ejemplo del sol y el de muchos niños puros.
En el tercer mundo la sonrisa de los niños nos trae de nuevo la esperanza.
Nuestro Ser nos llama y nos pide que le escuchemos.
«A la idea de trabajo se asocia, a menudo, la de pena e, incluso, a la de castigo que el Creador habría infligido al hombre como expiación de su pecado original. Sin embargo, el trabajo puede ser una fuente de alegría. Pero en ese caso, no se trata de cualquier trabajo, y aquél del que os habla una Escuela iniciática, es un trabajo con la luz y con el amor, un trabajo para la luz y para el amor…
El que mejor simboliza este trabajo, es el sol que, sin cesar, ilumina, calienta y vivifica. He ahí un trabajo en el que los humanos no se han parado a pensar mucho, pero vosotros, empezad a tomarlo en serio. En un principio, por supuesto, seréis torpes y no veréis muchos resultados, no es fácil irradiar la luz, el calor y la vida del sol. Pero en el momento que comencéis este trabajo, todos los placeres que habíais experimentado anteriormente palidecerán a su lado. En estos esfuerzos de llevar a todas partes la luz, el calor y la vida, experimentaréis una alegría con la que nada puede ser comparado. «
Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta