Con cierta frecuencia los discípulos de Buda eran verbalmente insultados y humillados por las gentes desaprensivas o aviesas, que querían herirles por no estar de acuerdo con sus enseñanzas o porque envidiaban su apacibilidad. El mismo Buda era a veces muy mal recibido en algunas ciudades y pueblos y tenía que soportar injurias, insultos y desprecios. Cierto día un grupo de fanáticos religiosos llegó hasta él y todos comenzaron a increparlo, reprochándole que no tenía ningún conocimiento válido, y empezaron a mofarse de sus enseñanzas. Buda no se alteró en lo más mínimo, pero algunos de sus discípulos, ante tamaña injusticia, se dispusieron a replicar. Buda les pidió que se calmaran y les dijo:

¡Dejad en paz a esos alborotadores! No os perturbéis y no os preocupéis en absoluto por mí. Sabed, mis queridos discípulos, que el mundo discute conmigo, pero yo no discuto con el mundo; sabed también, queridos míos, que los demás me insultan, pero yo no recojo el insulto, así que se quedan con él.{jcomments on}