Un hombre estaba poniendo flores en la tumba de su esposa, cuando vio a un oriental poniendo un plato de arroz en la tumba vecina. El hombre se dirigió al chino y le preguntó:
-”Disculpe señor, ¿de verdad cree usted que el difunto vendrá a comer el arroz?…”
-“Desde luego, responde el hombre con una sonrisa, cuando el suyo venga a oler sus flores…”
Respeto: un gran valor, indudablemente. Una necesidad para la convivencia, por supuesto. Una exigencia, diría yo, para vivir.De las múltiples acepciones oficiales de la palabra, destaco la del miramiento, consideración y deferencia. Y en una triple vertiente:
– Hacia uno mismo, como columna sobre la que se asienta la dignidad, valor y autoestima.
– A las demás personas, como base de relaciones plenas, satisfactorias y de pacífica convivencia.
– Al resto de la creación, animada e inanimada, respecto a la que el ser humano, en su primacía, debe cuidar, proteger, preservar y hacer crecer.
Uno de los mayores alicientes de esta vida es su pluralidad y diversidad. El monocolor, la producción en serie y los dogmas dan como resultado una vida gris, aburrida y sin sentido, que tendería a desaparecer al no evolucionar.
A pesar de este razonable pensar y sentir, el ser humano, en su amplia mayoría, rechaza de plano, resiste, persigue, denosta y ataca a toda creencia, hábito, comportamiento, costumbre o manifestación que no coincida con las suyas o, todo lo más, con las de su grupo, cultura o país.
Esa pretensión de superioridad, de estar en posesión de la verdad, ser la raza elegida de los dioses, y “porque lo digo/mando yo”, es la causa de tanta discriminación, violencia, libertinaje y dolor tras cada frontera familiar, política y social establecida.
Una mirada al entorno refleja, a todos los niveles, el desuso y pérdida de este valor. Y por mucho que se pudiera emplear y escuchar la palabra, en algunos foros, lo cierto es que se halla vacía de contenido, porque no es lo que se dice, sino lo que se hace, lo que cuenta.
El cambio y la mejora del mundo empiezan por la persona, uno a uno. Todos influimos en el entorno y somos influidos por el mismo. Y como es más fácil ver la viga en el ojo ajeno que la paja en el propio, la próxima vez que observemos la falta de respeto hacia uno mismo, los demás o la vida, en general, en lugar de quejarnos y pronosticar con dramatismo el fin del mundo, mejor y más productivo será hacernos una radiografía interior a ver si aparece el respeto como valor primordial para nosotros y nuestras vidas. Convencida de que el mundo lo reflejará.
Y como dicen los juristas, salvo mejor criterio.
Ana Novo
La Comadrona Espiritual ®
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