Durante muchos años he vertido enseñanzas sobre el amor consciente en mis libros,en mis clases y en mis seminarios. Es un tema apasionante, y es una asignatura pendiente en la mayoría de los seres humanos. No entendemos que estamos en el camino para ayudarnos y que no hay otra cosa que el amor. Al lado del amor todo palidece, pero hay que amar más y mejor, amar con conocimiento profundo, con sabiduría. Tal es el amor consciente, en las antípodas del amor egocéntrico, mecánico, posesivo, basado en celos, expectativas, reproches, frustraciones, resentimiento y afan de dominio o dependencias. No hay yoga tan elevado como el del amor consciente. Un amor más generoso, incondicional y desinteresado. ¡Estamos tan lejos de amar así! Amamos desde el ego, la búsqueda de la propia gratificación, dejándonos aturdir por falsas expectativas, imagenes y proyecciones. El amor consciente es el que deviene despues de un largo trabajo interior sobre nosotros mismos, para desprendernos de tanto egoísmo, afán de posesividad, intolerancia y necesidad de que nos consideren y afirmen. Si hay mucho ego, no puede haber amor. Si no hay amor, no hay dicha.


El amor consciente ilumina las relaciones con otras criaturas. Cuando uno va logrando conectar con su propio ser, empieza a conectar con el ser de los otros y a vivenciar aquello de «si te hiero, me hiero» y a ser mucho más respetuoso, transigente, sincero en las relaciones y verdaderamente afectivo.  Yoga es un término, como sabemos, que significa unión. El amor consciente es el que facilita esa unión de alma a alma, pero no se trata, todo lo contrario, de propiciar una relación simbiótica y dependiente. Buda declaraba: «Más importante que la luz de la luna es la luz del sol; más importante que la luz del sol es la luz de la mente; más importnate que la luz de la mente es la luz del corazón. Era una mística la que decía que le gustaría ser río para saciar la sed de todas las criaturas. ¡Qué hermoso!. El amor consciente o con sabiduría, no es una transacción emocional (porque me quieres, te quiero; porque me consideras, te considero), no es una moneda de cambio; no es un negocio (ni siquiera afectivo). Es una actitud, un sentimiento profundo, una entrega sin exigencias. Es un amor solar. Al sol no le importa si tu quieres tomar sus rayos, pero él, de modo espontáneo, los irradia, como la flor que aun colocada en un desierto exhala su aroma incluso si no hay nadie para olerlo.  Quizá nunca evolucionemos la suficiente para lograr ese amor consciente, pero cada paso que damos hacia el mismo es muy importante y muy trasnformativo y revelador. Amor (sin muerte), porque el que ama nunca muere. No tenemos un alma despierta, sino que tenemos que ganarla, y la senda del amor consciente la configura. Almor o amor del alma, es decir un amor que no se basa en el deseo, la compulsión, el miedo a la soledad o la necesidad de evadir las carencias internas. El amor es el amor. Es el destello de la plenitud. El odio tambien es muy poderoso, pero es como un veneno que si lo metes en un tarro hermético no huele; pero el amor no lo puedes encerrar, es como un perfume que aun en el más hermético perfumero sigue esparciendo su aroma. Si realmente algo necesita este mundo convulso es amor y compasión. La mejor contribución que podemos hacer es amar. Y el amor nunca es debilidad ni falta de firmeza; es amor. Cuando Kipling en su sugerente poema nos dice que «hay que llenar el minuto, inolvidable y cierto, de sesenta segundos que nos lleven al cielo», es que hay que llenarlo de amor incondicional, de amor por todas las criaturas, que quieren dicha,como cada uno de nosotros, y no quieren sufrir, como no queremos ninguno de nosotros. En uno de sus aforismo recomienda Tagore: «No dejes tu amor sobre el precipicio». Como estamos a medio camino en la evolución de la consciencia, todavía amamos como homoanimales, pero si la consciencia evoluciona se torna tan lúcida que ella misma sabe, sabe bien, que nada es tan importante como el amor incondicional.

Ramiro CALLE, 25 septiembre 2013