Este ciclo, que ha reunido cuatro estaciones,  doce meses, y trece lunas, está a punto de comenzar de nuevo. El año entrante Sagitario no será el mismo sagitario y la luna será una luna diferente. Las mismas mareas serán distintas,  y el sol y la tierra, con todo el sistema solar, ocuparán una nueva dimensión  en el espacio tiempo. Esta muerte continua  que señala la impermanencia como clave de la evolución y de la vida, nos traen la buena nueva de lo que no puede envejecer. Todo cambia, cada cosa se renueva,  la evolución lenta o rápida sucede a cada instante en todos los seres de la creación. En cada estado evolutivo de la materia, la energía o la conciencia, el cambio continuo ocurre de un modo diferente.  


A nivel de la humanidad, cuando la conciencia evolutiva se hace consciente de si misma,  cambia el modo en que las cosas cambian. La evolución deja de sucedernos, porque los seres humanos le podemos suceder a la evolución. Nosotros podemos cambiar  nuestro modo de cambiar, de evolucionar, mirando de otro modo, sintiendo de manera diferente.

Nosotros podemos salir del eterno devenir  que nos sucede y sucederle al devenir. Esto es decidir. No decidir el no morirnos, pues de todas formas algo en nosotros siempre está muriendo. No decidir el no vivir, pues en nosotros la vida es una corriente permanente  entre las riveras de la impermanencia.

Podemos ser justamente el cambio que pretendemos de otros y del mundo. Cambiamos el mundo cuando cambiamos nuestro modo de vivirlo. Ese cambio, que está  a nuestro alcance, es a la vez  nuestro mayor poder y nuestro regalo más grande. Es nuestro libre albedrío. Es nuestro poder  de decidir, que no está en el elegir si vivimos o no lo que de todas formas vinimos a vivir. Es, antes que nada, el poder de elegir nuestro modo de vivir aquello que como seres humanos todos tenemos que vivir.

Podemos elegir  vivir la vida como la viven los que disfrutan la vida, viviendo  con la sabiduría del aprendiz, ese ser humano sencillo y humilde que elige hacer de todas las relaciones y sus circunstancias un proceso de aprendizaje. De toda crisis una oportunidad para aprender. De todos los seres y las cosas sus maestros.

No hay poder más decisivo para la vida que el de optar por la felicidad. Y este estado de conciencia se alcanza cuando  elegimos vivir como aprendices.

Podríamos pedirle a la vida en 2015 más justicia, más  estabilidad social, más seguridad, más amor,  más paz. Qué tal, si en vez de pedirle, pudiéramos darle a la vida un poco mas de nuestra condición  sencilla de aprendices. Así  daríamos a la vida lo mejor de nosotros,  felicidad,  y  podríamos  ser todos más felices.

Jorge Carvajal P., 28 diciembre 2014