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Este amanecer hemos llegado a Calcuta. 16 hemos viajado desde España, 2 desde Singapur. Así que somos 18 más Antonio Mesas y Maria de Muns, calcuteños ya de derecho. Tras descansar cuatro horas, hemos empezado el programa previsto a mediodía y hemos visitado Victoria Memorial. Por la tarde hemos estado en la Casa Madre de las Hermanas de la Caridad de Teresa de Calcuta. El tiempo es soleado y suave, grato. Calcuta, como siempre, muy ruidosa: los claxones de los coches compiten con el graznido de los cuervos, a cual más ruidoso. Calcuta equivale a sobrepoblación, dificultades, hacinamiento, y un gran estoicismo en las calles atestadas de la mucha gente que vive en la acera, el adoquín por almohada (hay que caminar con cuidado para no pisarles). Pero también equivale a humanidad que lucha, que busca y que sufre. Calcuta nos renueva cada vez. Nos dice al oido que no olvidemos que ellos también son nosotros y viceversa. Nos pide muy dentro que vivamos en dignidad. Eso y más nos dice Calcuta. Intentaremos elaborarlo estos días.