El sol es símbolo de vida, de dar, de fuerza, de energía y también de curación.
Hoy y mañana, enfrente del sol, recibiendo sus rayos reparadores, cada uno de nosotros puede hacer un trabajo de comunión.
Comunión con toda la humanidad, con el mayor respeto, y desde lo más sagrado. Porque cada uno de nosotros tenemos un lugar sagrado dentro, en el que hay una semilla.
Estos hermanos japoneses, en medio de la devastación total a su alrededor, han parado un momento para conectarse con lo superior y para desde allí poder tender la mano a los que no están.
Su postura evoca reverencia, respeto, humildad, aceptación, amor, también sabiduría.
Desde nuestro lugar sagrado, unámonos a ellos.
Nuestra petición es la del antiguo mantram: “que el amor del Ser Divino se derrame por todas partes”.
Foto: ciudadanos japoneses en recogimiento en memoria de las víctimas del terremoto del 11 de marzo de 2011