Licenciado en sociología, pero sobre todo baleado y graduado en diferentes conflictos de América y África. Ha pasado por Cambridge y Harvard, pero también por los puntos más calientes de los dos continentes. Su faz intelectual, su verbo depurado no lo ubican precisamente en medio del escenario de muchas de las guerras de nuestro tiempo. Sin embargo, este misionero colombiano de La Consolata debió aprender más en medio de las trincheras, que entre púlpitos y pupitres. Conoció muchas rabias, muchos odios…, pero siempre le ha asistido la fe en la chispa de nobleza, más o menos oculta, que todos albergamos. Sabe bien, y así lo pregona, que cuando una persona o un colectivo humano aprende a perdonar, se producen procesos de liberación que modifican el diario vivir.
Fue en el marco del Parlamento de las Religiones del Mundo, celebrado el pasado diciembre en la ciudad de Melbourne (Australia), donde tuvimos la suerte de conocer y entrevistar a este hombre que ha hecho del perdón y la reconciliación razón de vida. Leonel está convencido de que es posible la catarsis donde se saquen afuera los sapos y las culebras que contaminan la conciencia.
Aquí y allá ha ayudado a las personas que han vivido las peores tragedias que podamos imaginar. Le tocó vivir la violencia en Kenya, Mozambique, Uganda, Ruanda, Eritrea… En 1989 regresó a Colombia y la comunidad de La Consolata lo envió a El Caguán. En el feudo de las FARC, en la región del Caquetá, conoció a jefes guerrilleros como Iván Márquez, Joaquín Gómez o Raúl Reyes. En diferentes ocasiones hiló hebra con el legendario comandante Marulanda. Con los presidentes Pastrana y Samper fue acompañante negociador del proceso de paz que finalmente falló. Allí comprobó que aun haciendo uso de las mejores técnicas, éstas quedan frágiles si no hay cultura de perdón.
A la vuelta de todas los volcanes humanos que vivió y de los que en alguna ocasión hubo de salir amenazado, creó en Bogotá la “Fundación para la reconciliación” (www.fundacionparalareconciliacion.org) y las “Escuelas de perdón y reconciliación” (Espere). “Perdón no es olvidar, sino recordar con otros ojos”, reza uno de sus lemas. Así que ya han sembrado esos ojos generosos en 14 países del mundo. Su actividad se extiende a toda Iberoamérica además de EEUU, Israel y España. La Fundación goza además de públicos reconocimientos tanto en Colombia como internacionales, el más importante el de la Unesco.
Para este profeta del encuentro entre los contrarios, el perdón no es un asunto exclusivamente religioso, también es una virtud política: “Justicia no es castigar, sino recuperar al ofensor”. Cree que la fuerza de un Estado no radica tanto en las armas, sino en la capacidad de reconciliación de su gente.
En medio del gigantesco hall del Centro de Convenciones de Melbourne, en un rincón junto a la cristalera, este sacerdote compasivo y audaz a un mismo tiempo, nos revela su fe en el hombre. Quien ha vivido sobradamente la irracionalidad de la violencia, nos comparte ya ante el micrófono su esfuerzo no menos “irracional” y aventurado por la reconciliación. Aquí su testimonio:
¿El amor vence todos los abismos?
Cierto, en realidad lo que hacemos al perdonar es abrir una cajita en la que el amor estaba “apachurrado” con un resorte. Nosotros sólo animamos a abrir esa cajita.
¿Os habéis especializado por lo tanto en ayudar a abrir esas cajitas?
Así es. Revelamos a las personas que tienen capacidades maravillosas y que por supuesto, pueden abrir esa cajita.
¿Qué es lo primero que te brota al querer asistir a una víctima de un desatino, de una explotación, de una violencia?
Esa persona tiene dos posibilidades: quedarse en el abismo o hacer un salto enorme de calidad en su vida, elevándose a las dimensiones de la bondad, de la compasión, de la ternura y la misericordia. Tiene la opción de quedarse amarrada a lo que ocurrió con todo el dolor que ello le comporta, o desamarrarse para abrazar un futuro nuevo. Desmond Tutu decía que sin perdón no hay futuro. En la medida en que la persona se queda ahí atada al pasado, se cierra a un mañana de liberación.
¿…y a un grupo o comunidad que ha sido víctima de opresión?
Hay comunidades como la de los indígenas en Iberoamérica que viven apegadas a narrativas del pasado. Se trata de ver cómo ayudarles para salir de ahí y que generen narrativas de futuro, lenguajes nuevos. Con las culturas negras ocurre otro tanto. Sus danzas, sus cuentos, sus cantos…, están referidos al pasado.
¿Cómo podemos rehacer esa lectura del pasado?
Hay muchos ejercicios de reconstrucción de narrativas. La invitación al perdón es un llamado misterioso al victimario a sacar lo espiritual más profundo que él o ella pueda albergar. Cuando invitas al acto heroico del perdón, la persona se puede elevar a una dimensión hasta entonces para ella desconocida. En el fondo, el perdón es la expresión de seres más evolucionados.
¿Invitas a altos vuelos?
Todavía vivimos muy bajo. Vivimos con vuelo de gallina. ¿A qué si no es debido el refuerzo de las cárceles de la policía, de la bota militar…? De esta forma no estamos invitando a la gente a emprender vuelos más altos.
¿Dónde hallamos las causas últimas de la violencia?
Por un lado encontramos las causas objetivas que generan violencia, como por ejemplo la exclusión social, la económica, la política… Por otro las subjetivas, como pueden representar el caso de la rabia o el rencor que es rabia acumulada a lo largo del tiempo, o el deseo de venganza que es el resultado de todo eso. El trabajo que nosotros estamos desarrollando persigue la resolución de esas causas subjetivas.
Dices que no bastan técnicas sofisticadas para vencer los conflictos… ¿cómo podemos entonces superar esas relaciones de odio y de rencor en el seno de las comunidades humanas?
Lo que nosotros hemos observado en nuestros casi quince años de trabajo en estos temas es que en los lugares de conflicto, donde se dan los componentes básicos de verdad, justicia y reparación, aparentemente el conflicto queda resuelto. Sin embargo a menudo es sólo superficialmente. Los conflictos no se terminan de resolver en tanto en cuanto las personas quedan con un resentimiento, con un virus de odio y rencor, en tanto en cuanto no se agota la rabia acumulada. Así lo hemos podido comprobar también en diversos escenarios de conflicto internacional.
¿Sin embargo ha habido recientemente mucho progreso en la metodología de la resolución de los conflictos?
Cierto, pero muchos ejercicios de resolución de conflictos no son sostenibles en el tiempo si no integran el perdón y la reconciliación. Pongamos el caso: yo puedo ayudar a una pareja a separarse. Podemos establecer acuerdos con respecto a la división de las propiedades y enseres con respecto a las visitas de los niños… Es decir podemos resolver los factores objetivos, pero no el resentimiento que quedó en lo profundo de los dos. Ese resentimiento no resuelto es el que a la larga va a generar problemas, ya sea con la visita de los niños, con esto , con aquello…
Un ejercicio sólido de resolución de conflictos tiene que alcanzar al perdón y a la transformación de la narrativa respecto al otro, tiene que alcanzar una transformación del corazón…
Me llama la atención tu definición del perdón como un ejercicio heroico…
Claro, el perdón no es un ejercicio fácil, pero constituye la base de la nueva cultura que la humanidad está llamada a abrazar.
¿Cómo contemplas la teoría del karma, es decir, de que el sufrimiento que recogemos viene dado por las acciones negativas que hemos sembrado en el pasado? ¿El conocimiento de esta ley ayuda…?
Más que el conocimiento de la teoría del karma, creo que lo que realmente puede ayudar a la persona a abrazar el perdón es otro concepto también muy oriental como es el de la compasión.
Buda decía que quien hace daño a otro ser humano en realidad es digno de compasión, pues por encima de todo, es un ignorante. ..
Sí, a eso yo añadiría que la persona que me hace una faena es en realidad una persona frágil, limitada y vulnerable.
Es por ello imprescindible recuperar a la persona errada…
Efectivamente. La filósofa alemana Hannah Arendt en su libro “La condición humana” afirma que el perdón no es sólo un recurso religioso, sino sobre todo una virtud política. Ella aborda la necesidad que tenemos todos, en tanto que seres limitados y frágiles, a menudo equivocados, de ayudarnos los unos a los otros a ser reintegrados cada vez que cometemos un error. No podemos eliminar a cada persona que comete un error. Como decía Gandhi, de seguir con la teoría del ojo por ojo nos quedaremos todos ciegos.
¿Cómo funcionan los grupos “Espere”?
Espere es el acrónimo de “Escuelas de perdón y reconciliación”. La palabra contiene implícita una invitación a saber esperar, sobre todo cuando alguien alberga rabia en su interior. Tal como reza la sabiduría popular, cuando una persona es presa de la rabia es preciso contar hasta veinte o incluso hasta cien para evitar desatarla.
“Espere” también es una invitación al ejercicio de hacer más despacio la vida sobre todo cuando median ofensas, pues la rabia nos impide pensar debidamente. No es sólo un ejercicio de alfabetización emocional. No sabemos manejar una rabia con el hijo, con el vecino, con el compañero de trabajo y eso condiciona mucho los resultados de una empresa, de un grupo humano… Estamos desarrollando este trabajo incluso en las oficinas del Banco Mundial como un ejercicio para recuperar las relaciones.
¿Cómo florece el perdón en nuestro interior?
El perdón toca al ser humano en un lugar especial dentro del cerebro que despierta una capacidad para muchas cosas. Se trata en realidad del despertar del ángel que todos llevamos dentro. Es el abrir de un sello encerrado en nuestro interior, el despertar de un arquetipo. No es sólo un recurso psicológico.
¿Fe, al fin y al cabo, en nuestra naturaleza superior?
Si algo ilustra ese dualismo, yo lo acepto. Dentro de nosotros mora la bestia y el ángel. Desafortunadamente estamos más acostumbrados a ejercitar la bestia. En realidad el perdón es un ejercicio de endiosamiento. Nosotros animamos a pulsar el switch del ángel: “Tú tienes un ángel por dentro, sácalo” “Tú tienes un Dios por dentro, sácalo”
¿Cómo se concreta vuestra labor?
Hacemos por el mundo “Training of trainers” (Entrenar entrenadores). Nuestra labor principal se desarrolla en Colombia y Brasil.
¿Perdón y reconciliación van siempre de la mano?
No hay reconciliación sin perdón. La reconciliación para que sea sólida necesita unos mínimos procesos. El perdón es el camino y la reconciliación el punto de llegada. Puede haber sin embargo perdón sin reconciliación. El perdón representaría la transformación de mis narrativas, mis acontecimientos personales, yo conmigo mismo. Sin embargo la reconciliación es un camino hacia el ofensor.
¿Aun con previo perdón no siempre es posible la reconciliación?
Así es. La reconciliación es sólo posible cara con cara. A veces la autoría de un despropósito ni siquiera está clara. El perdón es un imperativo categórico de la vida. El perdón corta de plano la escalada de la violencia y eso es ya mucho. En Colombia la violencia política representa el 15 %, el resto lo constituye la violencia comunitaria, social. Con las medidas antiviolencia del Estado estamos abandonando en realidad el 85 % de la violencia.
¿Qué más tareas desarrolláis?
La segunda estrategia nuestra es la terapia de grupo. Nosotros en realidad no somos quienes invitamos a los participantes a cambiar su narrativa. Dividimos al grupo grande en grupos de tres personas. Esas personas hacen un pacto de absoluta confidencialidad. Firmamos y ritualizamos ese pacto de forma que esa intimidad quede blindada. Es precisamente esa confidencialidad la que crea un ambiente seguro. De esta forma las víctimas y victimarios pueden decir todo y ello constituye un ejercicio poderoso. Así se logra la catarsis.
¿Os atrevéis a reunir en las mismas sesiones terapéuticas a víctimas y victimarios?
Reunir víctimas y victimarios demanda que ambos previamente y por separado hayan hecho este proceso de perdón. Posteriormente y para poderles reunir será necesario garantizar un poco de verdad, un mínimo de justicia y ofrecer algún tipo de reparación. Sólo tras asumir todo lo anterior, es posible afrontar el tema del pacto del “nunca más”, es decir el acuerdo para que la agresión nunca más vuelva a suceder.
¿Asumen el ser en su dimensión trascendental?
Utilizamos una metodología constructivista. Tocamos cuatro dimensiones del ser humano: cognitiva, emocional, conductual o de comportamiento y trascendental. Es decir saber, sentir, hacer y trascender. Utilizamos mucho ritual. Son los momentos más hermosos, pues es cuando las personas trascienden el conflicto y logran visionar los acontecimientos desde más alto.
¿Colombia es todo un laboratorio en el ensayo del perdón…?
No hace mucho un muchacho mató al rector en un colegio de Bogotá. Hicimos un acto en el que participaron más de 500 jóvenes. Todos estaban emocionados, tocados por el dolor. Estuvimos durante cinco horas con los muchachos reunidos en grupos analizando, reflexionando sobre el hecho. Introdujimos en ellos los valores de verdad, justicia, reparación y pacto. Creo que sentamos también las bases para que un hecho semejante no vuelva allí a ocurrir nunca más.
¿Metodología particular?
Somos muy partidarios de introducir elementos lúdicos como la danza, el canto, el juego… en estos procesos de reconciliación. Se trata en definitiva de rehacer esas narrativas de dolor. Nuestros talleres están divididos en dos partes, una de perdón y otra de reconciliación.
¿Imagino que la cuestión del lenguaje es también importante?
Nos hace falta un desarme del lenguaje. Por ejemplo, en el marco de este Parlamento de las Religiones el lenguaje no-violento debe unirnos a todas las religiones. Si hacemos de esto la prioridad absoluta, ya no habrá más guerras de religiones. Es preciso adquirir el hábito de un lenguaje de palabra dulce. “Caminar sereno y hablar dulce” dicen nuestros indígenas.
¿Estamos aún lejos de asumir colectivamente valores de perdón y reconciliación?
En mi experiencia de quince años he concluido lo siguiente: en el santuario individual es posible motivar a la persona para que abrace el perdón. Nunca he trabajado con una persona que se haya negado a él. Al inicio puedes encontrar un cierto rechazo, pero cuando invitas a la persona a sacar lo mejor de sí y a trascender el odio, ella lo logra. Las personas que perdonan crecen espiritualmente.
¿Y a nivel más amplio o popular…?
A nivel más amplio, a nivel popular, esto todavía suena a iglesia y a convento. Procuramos escoger grupos influyentes en las comunidades y revelarles que el perdón supone un indudable avance en el progreso humano.
¿Jesús le ayuda en esta tarea?
Indudablemente. Jesús nos invita a llevar el perdón a sus últimas consecuencias, a perdonar lo imperdonable.
Si quieres ser seguidor de ese Señor que se llama Cristo, te toca convertirte en cordero inmolado para borrar los pecados de los demás. El cristianismo te lleva incluso a una exigencia de reparación de las culpas ajenas. Esa es la definición más profunda de espiritualidad cristiana. Es ahí donde el mensaje de Cristo se convierte en algo necesario para que la humanidad pueda sobrevivir.
¿La invitación, por lo tanto, de Jesús al perdón incondicional sigue siendo actual y universal?
Yo no deseo hacer proselitismo, pues ése ha sido el mayor fallo que ha tenido la Iglesia. Ahora bien, eso no quita poder afirmar que el mensaje de Jesús es también vital para el musulmán, para el budista, para el hinduista… No se trata de convertirlos, sino de que ellos, al igual que nosotros, seamos capaces de recoger aprendizajes profundos como el del amor incondicional de Jesús dentro de la expresión espiritual de cada quien.
El plus del mensaje de Jesús es el del perdón y sin embargo me he encontrado que los que menos sabemos perdonar somos los católicos.
¿Pero tú eres sacerdote?
Sí, yo soy sacerdote católico, pero después de muchos años he llegado a la conclusión de que es un escándalo que nosotros precisamente desconozcamos lo que constituye el eje de la enseñanza de Jesús. Hemos reducido el perdón al ejercicio cada vez más acelerado y desfasado de la confesión con el sacerdote. Reconozco que es un sacramento en el que actúa la gracia de Dios, pero la Iglesia está perdiendo toda la oportunidad de hacer florecer el perdón más allá del sacramento.
¿El mensaje de Jesús es al respecto del perdón más exigente que el de las otras religiones?
Cierto. Nos toca perdonar setenta veces siete. Nos toca perdonar lo imperdonable.
¿Hacen buen manejo las Jerarquías de ese tesoro?
Las Jerarquías católicas no son conscientes del tesoro y por ende de la responsabilidad que tienen en la mano. No lo han desarrollado lo suficiente. Como apuntaba antes, el sacramento de la confesión ha impedido una mayor expansión del valor más público del perdón. Los sacerdotes no están debidamente entrenados para esos trances.
¿Recibes apoyo de la Iglesia para tu labor?
He recibido más apoyo en Colombia del Gobierno que de la Jerarquía eclesiástica. En estos momentos hay 60 profesionales de nuestro movimiento trabajando desde Bogotá para toda Colombia. Ganamos un premio de la Unesco y eso nos ha abierto muchas puertas. Después de todo lo que el Gobierno invierte en armas, ha querido gastar también un poquito en paz. Comienzan a persuadirse de que no se puede reducir la seguridad de un país a la fuerza de la bota militar.
¿… y las ciencias sociales? ¿Comienzan a ayudar?
Las ciencias sociales sólo recientemente han sacado el tema del perdón como un ejercicio necesario de psicología y sociología. Ya hay por fin buenos profesionales del tema.
En Harvard, y yo he estado allí como estudiante, han concluido, tras muchos estudios científicos, que la persona que no perdona bloquea el sistema inmunológico. A partir de ahí viene la enfermedad. A las personas que incuban odio les afecta a unas el corazón, a otras el sistema digestivo…, a otras les sobrevienen el insomnio, el reuma…
Leonel Narváez viene a la península el próximo mes de Abril. Salta a la vista la actualidad de su mensaje y la necesidad de difusión de su trabajo. Quienes queráis contactar con él, os adjuntamos sus e-mails: leonel@fundacionparalareconciliacion.org y leonel_narvaez@post.harvard.edu
Koldo Aldai
Fundación Ananta
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