Entrevista al Hermano Miguel
“El budismo nos proporciona una comprensión del mundo y de nosotros mismos”
Tras la publicación en castellano de buena parte de la obra de Thich Nhat Hanh, el calado de su mensaje de compasión y sabiduría es, a estas alturas, incuestionable. El hermano Miguel se encuentra en una intensa gira por el Norte de España. De diferentes ciudades demandan su presencia y con ella la posibilidad de nutrirse de las enseñanzas del popular Maestro vietnamita. El hermano viene de Plum Village, cerca de Burdeos, la comunidad madre de todo este movimiento. Allí comparten una vida de retiro, pero a la vez de intensa práctica un total de 130 monjes y monjas de las más diversas nacionalidades.
Somos muy cordialmente acogidos en la casa de Calahorra donde se hospeda el hermano Miguel, cuyo nombre oficial es Thay Phap Son. Desde ese hogar de anchos ventanales a la naturaleza, salta diariamente a sus múltiples compromisos. Son, por lo general, encuentros con los pequeños grupos que, a partir de esas enseñanzas, están surgiendo en muchas localidades.
El Hermano Miguel habla un perfecto español en el que apenas se percibe su origen anglosajón. Si bien nació en Inglaterra, de muy joven se trasladó con sus progenitores a Ibiza a vivir. Su padre es suizo y su madre irlandesa-canadiense, lo cual le proporcionó además una cultura cosmopolita. Desde joven se sintió muy atraído por la vida natural. Hizo un retiro vipassana de varios días y aquello transformó enteramente su vida. También contribuyó a ese cambio, según nos comparte, el haber crecido en un ámbito poco dañado y hermoso como era la Ibiza de entonces. En el año 1992 se inició ya, de forma más comprometida, en el camino en el que ahora se halla.
Al encontrarnos a este monje joven, de cultura y de mundo, enseguida pensamos en la renuncia. En principio no parece habitual que un hijo de la Ibiza hippie de los sesenta abrace el adusto y exigente monacato zen. Sin embargo a lo largo de la entrevista, el hermano Miguel se las apañará para despejar de nosotros la idea de sacrificio al abrazar ese camino.
La serenidad que trasmite corrobora sus palabras. Estimula ver esa actitud consagrada en una persona que sin el hábito, en principio, pareciera que pudiera gozar de una vida marcada por la abundancia. Estimula ver a alguien tan implicado en un proyecto comunitario, en el empeño de su shanga (comunidad budista) para hacer mermar el dolor del mundo.
Él mismo nos prepara un té oriental y nos invita a no echarle miel. ¿Será que lleva la renuncia hasta los mismos confines del paladar? Anochece pronto tras los grandes ventanales de la casa de nuestra muy amable anfitriona, pero la tarde, aún sin miel, se abre apasionante escuchando a este hombre tan convencido de su lugar en el mundo.
Tengo entendido que Plum Village es un cruce de culturas de los más diversos países…
Hay momentos en los retiros de familia que se han juntado hasta un total de 52 nacionalidades. Entre los hermanos y hermanas hay muchos vietnamitas, refugiados políticos. Podemos encontrar también ingleses, americanos, australianos, alemanes y por supuesto franceses. Hay un portugués y hubo un par de italianos, pero de momento no hay ningún español.
¿Por qué las enseñanzas de Thich Nhat Hanh han arraigado con tanta fuerza en Occidente?
Por la simplicidad de su mensaje y su capacidad de tocar al ser humano profundamente. Él conoce bien la naturaleza del corazón. A mí también es lo que me atrajo para acercarme a Plum Village. Detrás de ello, hay también una gran compasión. Es como si él conociera la salida al sufrimiento. De hecho nos propone salir de él de una forma sencilla. No plantea fórmulas complicadas, tampoco adhesión a una filosofía o credo en particular.
Lo que estamos buscando estaría ahí mismo y no serían precisas grandes escaladas, ni travesías de desiertos para llegar a esa verdad, a ese punto de compasión. Thich Nhat Hanh tiene la virtud de mostrar el camino de un bienestar asequible a muchas personas.
¿Occidente adolece de un sentimiento de compasión?
Occidente adolece de un sentimiento de espiritualidad real, de una salida al laberinto materialista. Las enseñanzas de Thich Nhat Hanh plantean algo concreto que podemos experimentar por nosotros mismos. En ese sentido, podríamos decir que estamos ante prácticas científicas. Es decir, hacemos tal cosa y obtenemos un resultado. Se trata también de enseñanzas frescas, bastante diferentes de las enseñanzas cristianas que se encuentran tan lastradas. Algo ha ocurrido con la tradición católica. Estamos desgastados con este género de propuestas. Por otro lado, hemos visto que el materialismo no da de sí, no nos llena. Ha habido una desilusión con la realidad material y espiritual en Europa.
¿Adherirse a este movimiento no implica la inmersión en una cultura bastante diferente?
Cuando lees un libro de Thich Nhat Hanh no te estás metiendo en una cultura diferente. Tienes un sufrimiento y escuchas a un señor que de alguna forma te proporciona claves para manejar ese sufrimiento. Ya un siguiente paso requeriría poner en práctica unas pautas y técnicas de transformación interior. Por último estamos quienes deseamos dedicarnos más plenamente a ello. Entonces ya nos hacemos monjes y aceptamos introducirnos en una cultura particular de práctica espiritual. Esta cultura tiene su lenguaje, su música, sus formas… Sin embargo nosotros no entramos por las formas, sino porque somos conscientes de que detrás de ello hay una fuente espiritual. Mantener viva esa espiritualidad conlleva un comportamiento.
¿Esas formas y pautas no requerirían una adaptación a Occidente?
Soy de los que piensa que necesitamos una mayor adaptación cultural. La espiritualidad que nos acerca Thich Nhat Hanh, no deja de ser un experimento en Occidente. Hay lugares en que esa implantación puede resultar exitosa, hay otros en los que sin embargo requerirá más adaptación. La fórmula que íntegramente resulta exitosa en Francia, no tiene porque serlo aquí. La esencia es lo que debe permanecer.
¿Las formas son por lo tanto necesarias?
Tenemos que saber por qué estamos buscando. Un trabajo espiritual requiere unas ciertas reglas. Hoy nos gusta pasar de una flor a otra, de una práctica a otra. ¿Pero cuál es la calidad genuina de la transformación? ¿Cuál es la autenticidad de la práctica? ¿Hasta dónde llega ella? Demasiado fácil entramos hoy en día en una pseudo-espiritualidad. Suena muy bien, tiene su traje correcto…, pero falta una profundidad. Eso no es fácil de encontrar. Requiere un compromiso serio para alcanzar la transformación.
¿En consecuencia podemos afirmar que el avance en el camino espiritual comporta una práctica exigente?
Es necesario meterse plenamente en el ambiente y experimentar. Pasa tres meses en Plum Village y vive con intensidad la experiencia. Date esa oportunidad de sumergirte totalmente en algo. Plum Village representa un invernadero espiritual en que nuestras plantas se pueden desarrollar de una forma más efectiva.
¿De ahí le vendría el éxito a Plum Village?
La presencia de Thich Nhat Hanh, es pilar. Él permanece alrededor de seis meses allí. Hay períodos de vida comunitaria de más intenso retiro. En el retiro de invierno que dura tres meses no se mueve. Es el tiempo de las lluvias que en Oriente corresponde a los monzones. Es entonces cuando se genera de forma más intensa la energía de la shanga colectiva. En ese tiempo tenemos la oportunidad de conectar con nosotros mismos, con Thich Nhat Hanh y la comunidad de una forma más profunda.
¿Qué se siente en medio de tantos compañeros que están en el mismo empeño? ¿Aflora un sentimiento de fraternidad verdadera?
Estamos alrededor de sesenta hermanas monjas divididas a su vez en dos monasterios y setenta hermanos monjes también en diferentes edificios. Por ejemplo cuando Thay (el maestro Thich Nhat Hanh) da las conferencias, cuando realizamos las ceremonias en la sala de la meditación…, sentimos una energía de comunión fuerte. Buda hablaba de la “comunidad de los nobles” es decir, personas que han generado unas ciertas virtudes. Cuando la gente llega allí, tratamos de que se perciba algo de eso. Tratamos que se sienta cierta liberación de dolor. Al retornar los visitantes a sus casas, sienten que algo ha cambiado. Hay una aspiración espiritual que comienza a ser nutrida. Es por lo que invitamos a exponerse a ese calor espiritual. Cuando van con actitud positiva de búsqueda, los visitantes contribuyen también a generar esa energía positiva.
¿Qué es lo que genera Thich Nhat Hanh?
Thich Nhat Hanh manifiesta diferentes virtudes espirituales y por ello sentimos una atracción. Sentimos una necesidad de contactar con esa realización. Nuestra conciencia se ve nutrida. Cuando él habla es como la lluvia que permea el suelo reseco de nuestra conciencia. Una de las prácticas es simplemente permanecer allí, para ser nutrido por esa lluvia del dharma. Lo mismo ocurría en los tiempos de Budha. Hubo gente que se iluminó simplemente al oír un discurso suyo. Hay una semilla que está cerca de la superficie y al recibir esa enseñanza termina de abrirse y despuntar, es decir la comprensión se manifiesta.
Me comentabas anteriormente que te habías iniciado en otros caminos, que habías hecho Vipassana, ¿Qué es lo que te llamó especialmente de Thich Nhat Hanh?
Sí, es un proceso. Lo que más me llamó de Thay fue el constatar que él comprende el sufrimiento en sus orígenes. También me atrajo particularmente la sensación de comunidad, de hermandad. Hay un sentimiento de unidad espiritual. Esto no es fácil de encontrar. Por desgracia hoy en día nos encontramos demasiado fragmentados.
Si tuvieras que resumir en breves palabras la esencia del mensaje de Thich Nhat Hanh…
La transformación es posible. No hemos de ser pasivos. Podemos ser activos en ese cambio. A veces sentimos que no hay salida a nuestra situación. Él dice que sí la hay y además nos lo comunica con mucha belleza. La práctica espiritual no ha de ser una carga, una cruz.
Miguel, ¿has sentido en algún momento algún asomo de nostalgia con respecto a la vida que llevabas antes de asumir los compromisos actuales? ¿Por ejemplo, no te asalta la sensación, siquiera momentánea, de pérdida de libertad?
No, esas experiencias anteriores no las he vivido como de libertad, sino más bien al contrario. La libertad no deja de ser una ilusión. En las discotecas de Ibiza yo no tuve una sensación de libertad. En realidad yo no sabía por qué iba, por qué estaba allí. En realidad me encontraba condicionado.
¿No te cuestionas los sacrificios que comporta esa vida monacal?
No, si yo me levanto a las cinco, es porque yo quiero hacerlo, no porque debo hacerlo. Hay veces que hay dificultades, pero la ventaja que tiene el practicar con otros es que nos apoyamos mutuamente. La vida monástica precisamente es para ayudarnos unos a otros en esos momentos en que la fuerza interna puede flaquear. Hay metas que deseamos conseguir, pero nosotros mismos nos sentimos impotentes. El impulso comunitario ayuda mucho. Es ese invernadero, que mencionaba antes, el que genera las condiciones adecuadas.
Vuestra práctica más importante es la plena consciencia. ¿Nos puedes comentar en qué consiste?
La capacidad de estar conscientes en todos nuestros actos. Poner luz sobre las actividades, poner luz sobre las causas de nuestros dolores. La meditación ayuda a poner esa luz.
¿El ritual ayudaría también a la adquisición de la plena consciencia?
En la escuela tibetana hay más ritual. Nosotros subrayamos la necesidad de prestar atención a lo que estamos haciendo. Vamos más lentos. Tratamos de mermar la ansiedad, la avaricia en nuestros actos. Ello nos permite penetrar en la realidad de nuestra mente. Sí, todo ello conforma una cultura.
¿En la línea de lo que ya has comentado y dando por sentado que las diferentes tradiciones tienen su razón de ser, dais importancia al encuentro entre las tradiciones?
Depende. Hay quienes en el seno de la tradición sienten una especial motivación para crear esos puentes. Otros sin embargo otorgan prioridad a conocer en profundidad la tradición. De hecho ése es nuestro caso. No obstante hemos establecido contactos con monjes benedictinos en Francia, así como con gentes de otras tradiciones. Acogemos también gente diversa como católicos y budistas de otras líneas. Ellos seguramente se sentirán atraídos por aspectos concretos de la enseñanza de Thich Nhat Hanh. Es bonito observar esa unión de personas con orígenes espirituales diferentes.
¿No crees que los tiempos nos invitan a dar pasos hacia ese encuentro?
En EEUU las escuelas budistas han tenido mucha exposición de unas escuelas a las otras. Eso no ocurre en Asia. Las escuelas han progresado totalmente separadas. En EEUU hay mucha conexión. Los practicantes tiene más conciencia de comunidad global. Eso nos une, aunque tengamos diferentes colores. Allí no reparan tanto en las barreras. Al fin y al cabo estamos todos intentando hacer lo mismo.
En ese sentido EEUU es muy estimulante, inspira mucho. En la celebración de Wesak, por ejemplo, las organizaciones budistas se coordinan para hacer algo juntos. Aquí en Europa vamos más poco a poco, pero ya se hacen cosas. En París se han realizado encuentros unitarios. Es de una gran armonía. Es como estar con muchos amigos a la vez. Separados no vemos esa fuerza. Con esa foto de las familias reunidas es posible observar el gran potencial que se está generando. Eso genera a su vez más entusiasmo.
¿EEUU es una tierra especialmente fértil en ese sentido?
Es sin duda una de las tierras más fértiles.
¿España?
Hay una inercia, hay aspectos que dificultan su apertura. Habría que ver… Hay por ejemplo muchos textos, mucho material que sólo se encuentra en inglés. Hay una cultura global más en inglés. La situación está cambiando, pero el desconocimiento de otros idiomas por parte de mucha gente, representa lastre.
Entiendo que para vosotros, en la vida monacal es importante la separación entre mujeres y hombres…
Es un aspecto práctico, pero de hecho, no hay tanta separación, hay mucha armonía. En los monasterios de Asia esa separación es mucho mayor. Thay nos invita a vernos como familia. Anualmente hacemos una ceremonia, que en Asia nunca se haría. A un lado se sitúan ellas y al otro nosotros. Nosotros hacemos tres postraciones ante ellas, incluso el propio Thay. Al tiempo les decimos que nosotros podríamos ser sus hermanos mayores, sus hermanos menores, sus hijos, sus padres…, y que por encima de todo las vemos como nuestras hermanas espirituales. Después nos sentamos y ellas hacen lo mismo para con nosotros. La esencia de esa ceremonia es la enseñanza de que estamos unidos en la espiritualidad. Dos veces por semana nos vemos. Indudablemente es preciso trabajar tus situaciones, pues podemos pasar dos días enteros con las hermanas. Ello te obliga a trabajar cualquier historia mental o biológica que tengas.
Hay por lo demás bastante comunicación entre las hermanas y los hermanos. Thay dice que nos podemos apegar hasta un 20% (Risas) y que en esos pasos en común es donde se debe experimentar una verdadera transformación. Thay nos invita a tomar consciencia de esas energías. ¿Qué es lo que nos está estimulando?, ¿cómo nos está estimulando?, ¿qué significa eso? Se trata de ver ese aspecto de la vida de una forma más profunda y que cause también menos sufrimiento.
¿Esa renuncia puede comportar un sufrimiento?
Cada persona es una situación. No digo que sea fácil. Habitualmente hay un estímulo y de forma rápida y automática respondemos a él. La práctica te concede no obstante unas herramientas para conocerte un poco más a ti mismo. A partir de ahí sabremos lo que podemos hacer. Si podemos seguir como hermano o como hermana o habrá que cambiar. No es que hayas firmado un contrato y ya está. Si sobrevives bien y si no, no.
No es para nada una imposición exterior. Estamos ante un desafío libre y personalmente asumido. Buda nunca dijo tienes que ser así, nunca impuso nada. A través de la sabiduría damos con la sanación más profunda.
¿Al igual que el Dalai Lama, el drama que tuvo que padecer el Maestro Thay a nivel personal y a nivel de su pueblo, consideras que ha sido necesario para la expansión de todas esas valiosas enseñanzas a Occidente o sin esa proyección que posibilitó el sufrimiento, el budismo se habría extendido igualmente?
Sí, hay quien dice que el Dalai Lama y Thich Nhat Hanh son maestros porque han tenido mucho sufrimiento en sus respectivas vidas. A través de su espiritualidad habrían trascendido ese sufrimiento. Hay que tener en cuenta también que desde los años sesenta y setenta y gracias a los avances en la locomoción, hay muchos occidentales que visitaron la India, Vietnam, Thailandia…, países en los que había una práctica budista.
Indudablemente el exilio tibetano ayudó mucho a la expansión de las enseñanzas, pero ya había antecedentes de monjes occidentales en el propio Tíbet y otros países. La Sociedad Teosófica también contribuyó en este afán de hermanamiento de la espiritualidad oriental y occidental.
¿Sientes que en estos momentos de grandes crisis en el seno de la humanidad el budismo tiene algo grande que aportar al mundo?
El budismo nos proporciona una comprensión del mundo y de nosotros mismos, que yo por lo menos, en mi pasado de experiencia católica, no pude adquirir. Nos propone unos cambios que después nosotros mismos podremos experimentar.
¿Cuál era la más importante misión del Maestro Thich Nhat Hanh al encarnar en la tierra?
Él ya desde muy joven se sintió atraído por el budismo. Su gran ilusión fue siempre renovar el budismo, que éste se pudiera adaptar a la vida moderna. Cuando él era joven, el budismo era muy, muy tradicional y no respondía a las necesidades del momento. El creó un budismo más vivo. Ha comprobado también las interesantes posibilidades de transmitir la sabiduría y la compasión que personalmente alberga y el beneficio que mucha gente puede obtener de ello. Por eso ha publicado tanto.
¿Piensas que es uno de los grandes Maestros que ha pisado la tierra?
Sí, por lo menos uno de ellos, sí.
Koldo Aldai, Diciembre 2011