Catorce años a la vera de la Madre Teresa de Calcuta– Entrevista con Gabriel Camiña
“Mi desventaja es que yo ya sé donde está Dios.” Sentencia rotundo el bilbaíno de Neguri (ni nada más, ni nada menos), haciendo honor a la inherente fama de fanfarronería local. Sin embargo a continuación viene el no menos firme gesto solidario que le redime de su inicial orgullo: “En la medida de lo que sé, se me va a exigir. Yo sé que Dios está en los pobres.”
En realidad Gabriel Camiña había sido el arquetipo de “bon vivant” hasta que entre juerga y juerga se le cruzó una anciana que le dijo donde estaba Dios. Dejó la buena vida y se puso a limpiar los traseros de los últimos de la tierra. Así durante catorce años en el otro extremo de la Tierra. La anciana “inoportuna” que frustró su vida disipada era la Madre Teresa de Calcuta.
Gabriel dejaba un pasado de éxito. Había triunfado con las películas de “super 8”. En los tiempos en que muy pocos se ponían detrás de una cámara, él era uno de los realizadores más cotizados en España. Hizo dinero y compró un caserío a las faldas del Anboto que trasformó en próspero restaurante por donde desfilaron los grandes del momento. Se podía haber ahogado en una prosperidad de la que le salvó a tiempo la anciana cargada de arrugas que tuvo la osadía de susurrarle el paradero de Dios.
El de Neguri se puso así a buscar a Dios en cada leproso y moribundo que le encomendaron a lo largo de catorce años. Algo de ese Dios debió haber encontrado, por lo menos algo de su gozo, pues cuenta con entusiasmo todas sus correrías en Calcuta a las órdenes de la santa a la que adora.
Su presencia de ahora todavía delata algo del Gabriel de otrora, como si toda la mugre de Calcuta no hubiera logrado disipar su elegancia de antaño. Vuelca sin pudor en nuestra conversación la palabra “pecador”. Pareciera lamentarse de que el encuentro con la santa se hubiera demorado en exceso. Sin embargo nos permitimos poner en duda su previa vida ligera y “pendenciera”. Antes de instalarse en la más grande ciudad de los pobres, había empujado una buena colección de camillas en Lourdes y Fátima.
En Calcuta hacía labor de acogida y de orientación a los voluntarios españoles y de otros países que llegaban. Con la Madre se entregó totalmente. Ella le encomendaba tareas de relaciones públicas, dado su innato don de gentes.
Calcuta queda ya un poco lejos para su edad, pero ahora busca a la misma Divinidad en el rostro de los pobres a los que cada día asiste en el comedor de los franciscanos de Bilbao. De sus largos años con los últimos de la tierra, de su vida marcada por el trato cercano con la Madre Teresa, tiene a bien hablarnos este comunicador innato…
¿Te ha valido el haber conocido el dolor del mundo?
Cuando he sentido algún dolor físico aquí por alguna enfermedad o achaque, no he tenido más que acordarme de todo el dolor que he visto en Calcuta durante tantos años. Con ese recuerdo se va el sufrimiento personal. Al evocar esas imágenes ya no te duele nada.
¿Qué es lo que te ha dado la Madre Teresa?
Lo que más me atrajo fue su santidad. Yo llevaba una vida mundana y ella me transformó por entero. Trabajé en las diferentes casas de las Misioneras de la Caridad. Asistíamos a las 7 de la mañana en la Casa Madre a la misa. Después desayunábamos y nos dirigíamos a nuestros respectivos destinos.
¿Qué representaba el pobre para la Madre Teresa?
El pobre representa el propio Cristo. Gracias a ella, jamás he vuelto a ver a un pobre como un ser inferior a mí. Tampoco a un mandatario como a un superior. Ella me ha mostrado la satisfacción de tocar la mano de Cristo cuando doy una limosna a los niños.
¿Conviene dar limosnas directamente a los niños?
Una propina sin más es una ofensa. Si les haces un juego y te dejas ganar, ellos se ven a sí mismos como conquistadores de ese premio. Todo eso lo aprendí con la Madre…
¿Más aprendizajes a su vera?
Para ella los últimos eran los primeros. En el banco que tenía en el pasillo del primer piso de la Casa Madre, ella se disponía para hablar con quien quisiera.
¿Allí recibía también a los dignatarios del mundo…?
No hacía ningún tipo de distinciones. A Carlos de Inglaterra le recibió en el mismo lugar en el que nos recibía a los que solicitábamos hablar con ella. Era su banco en el pasillo-balconada del primer piso. No había allí ningún privilegio. A todos nos escuchaba con igual y absoluta dedicación. En ese momento no había para ella nada más importante que atender a quien con ella estaba.
Eso sí, ya podía departir con el más alto dignatario de cualquier país, que cuando tocaban la campana a las seis de la tarde para la adoración, ella lo dejaba todo. Cuando vino el príncipe Carlos veíamos abajo toda la parafernalia, pero él hubo de subir sólo y sentarse en el mismo lugar que el resto. El príncipe le besó los pies a la Madre con toda su admiración. Sin embargo, llegada la hora, la Madre no dejó de asistir a su adoración de las seis. Por allí paso también mientras yo estuve Lady Di, Los Rollins Stones, Kennedy…
¿Cuál era su tajo en Calcuta?
Estuve sobre todo en Prendam. Allí se acoge a quienes padecen sida, lepra, hambre extrema y desnutrición… Se acoge a todas las edades y condiciones. Puede haber habitualmente alrededor de 900 personas. Aunque teóricamente los enfermos no son muy graves, dada la cantidad de ellos, las defunciones son muy corrientes.
¿Además de limpiar y acompañar a los enfermos, también curaba?
No, no me sentía apto para ello. A la leprosería por ejemplo no puede ir cualquiera. Hace falta un cierto conocimiento para cortar los trozos de carne. Yo pasaba tiempo jugando con unos y con otros. Haciendo gracias. Trataba de disfrazar de humor el sentido de la compasión. La expresión desnuda de un sentimiento de compasión puede resultar contraproducente.
¿Has conocido la vida exquisita de Neguri y la vida de los más pobres del mundo?
Sí he llevado una vida acomodada, pero también he dormido hasta en los rickshaw, cuando los monzones.
¿Algunos detalles significativos en la vida o la obra de la Madre?
Cuando viajaba en un avión recogía toda la comida sobrante para después darla a los pobres. Otro detalle significativo también es que en ninguno de los hogares de la Madre Teresa hay flores, pues entienden que es prioritario el uso de la tierra para plantar hortalizas y colmar el hambre.
¿Y alguna otra anécdota?
El día de jueves santo era también costumbre que la Madre nos limpiara y nos besara los pies. Era el ritual del lavatorio. En una ocasión estaba allí una mujer gallega que había sufrido grandes quemaduras al haberse incendiado su casa. En el accidente habían muerto sus padres. Cuando la Madre Teresa le besó los pies, vino a nuestro encuentro llorando. Nos compartió que en el momento de besarle los pies la Madre, sintió más calor que cuando el mismo incendio.
Son muchas las anécdotas. No tendrías papel para todas ellas. Por ejemplo una vez Nirmala, la sucesora, me enseñó una carta del Presidente de Albania comunicándole a la Madre Teresa que por fin iba a abrir las iglesias católicas en su país. La Madre contestó con agradecimiento, pero le señaló que igualmente debía abrir las mezquitas, pagodas… Recuerdo igualmente cuando le presenté a un sacerdote de Cáceres y en el momento de que ella le bendijera, fue ella la que le agarró con todo su carácter, se arrodilló y le dijo: “Vd. me bendice a mí, no yo a Vd.” El sacerdote se quedó petrificado.
¿Alguna frase que se le quedó grabada de ella?
“En todos los hermanos hay que ver a Dios. Para amar a los pobres hay que conocer la pobreza”, decía la Madre.
Se ha puesto en cuestión su absoluta fidelidad al Papa…
Sin embargo era ella la que decía: “Acordaros de que el Papa es el representante de Cristo en la Tierra, pero no os olvidéis nunca que un pobre es el propio Cristo en la tierra…” Eso nos lo dijo una vez que estábamos viendo en un televisor un viaje del Papa. Por esa razón ella escribía siempre la palabra pobre con mayúsculas. También nos decía: “A la mañana cuando vamos a comulgar, recibimos al Señor, pero durante todo el día mientras tratamos con los pobres y enfermos, tocamos al Señor”. Para ella el hecho de tocar a un pobre, suponía la misma experiencia que tocar al propio Señor.
Hay quien habla de cierto conservadurismo religioso unido a un conservadurismo en cuanto a métodos de funcionamiento, en cuanto a formas de cura…
No, lo que ocurre es que ellas están centradas a su labor asistencial. La Madre Teresa y sus hermanas han ayudado a morir a mucha gente. Se mueren y no hay nada para remediarlo. “Aquí no sirve de nada enseñarles a pescar, es que se nos mueren en las manos”, me decía un amigo. La limitación de medios es absoluta. Cuando yo llegaba de Bilbao con las maquinillas de afeitar nuevas, todo el mundo se quería afeitar conmigo, pues allí las hojas estaban ya muy gastadas.
¿Sin embargo aún con toda esa adhesión incondicional a Roma, se respira un exquisito respeto por todas las religiones?
Por supuesto. Trabajé también durante tiempo en Kaligat, la casa de los moribundos. Kaligat era la primera casa que levantó la Madre Teresa para las personas que van a morir. Allí hay 80 hombres y 80 mujeres más o menos.
En la entrada hay un cartel en el que se indica que es preciso preguntar a cada enfermo por su nombre y su religión. Esto se hace con el objetivo de que el enfermo cuando se muera oiga su propio nombre. También se le pregunta por la religión, de forma que se le asista con arreglo a las pautas de su credo particular. De esta forma al que es musulmán se le lee el Corán; al hindú el Bhagavad Gita y se le pone agua del Ganges en los ojos, en la boca y en las orejas; al católico se le habla de Dios y de su perdón infinito… Todo ello nombrando expresamente el nombre del enfermo.
La propia Madre siempre fue muy observante de ese respeto. ¿No es así?
La Madre Teresa decía: “Hay que intentar que el hindú sea mejor hindú, que el musulmán sea mejor musulmán…, lo mismo el católico y el budista. Pero jamás hay que intentar cambiar su credo. Ellos encontrarán a Dios por su propio camino.”
Recuerdo un amigo musulmán que quería hacerse católico. Me pidió que le acompañara a donde la Madre Teresa. Allí fuimos y ella le preguntó: “¿Tus amigos qué son?”, él respondió “musulmanes”. “¿Y tus padres?”, “musulmanes” volvió a responder él. “Entonces sigue musulmán”, concluyó ella, “pero sé un buen musulmán.”
¿Ningún voluntario se echa para atrás?
Nadie se echa para atrás… He conocido a miles de voluntarios y todos se hacen. He llevado a Calcuta a gente a la que al principio le daba asco lavar a un niño pequeño el culo y después han acabado dando clases en la leprosería.
¿Eso a qué se debe?
Cuando una vez le preguntaron a la Madre Teresa: “¿qué diferencia hay entre Vds. que aguantan todas las situaciones imaginables y los asistentes sociales de diferentes partes del mundo?”, la Madre respondió: “Ellos lo hacen por algo y lo hacen muy bien, pero nosotros lo hacemos por alguien”. Por ese camino se va más lejos. Los voluntarios que llegan, al principio pueden sentir asco ante determinadas situaciones, pero en el contacto con la entrega y la espiritualidad de las hermanas lo acaban superando todo.
¿Nadie coge entonces el avión de vuelta al segundo día?
Nadie. Recuerdo a una pareja española que llegó de madrugada y que vieron con sorpresa todo el panorama de gente durmiendo en la calle. A la mañana siguiente sintieron que no podrían reunir la fuerza suficiente para quedarse a trabajar allí de voluntarios tal como tenían programado. Finalmente les convencimos para que probaran.
El día de su partida me pidieron que yo les sacara fotos a las personas con las que habían tratado. La Madre sugería no sacar fotos, pues aquello se podría transformar en un circo. Sin embargo el último día antes de la partida del voluntario sí se podían sacar fotos. Tras haber estado unos días allí, se supone que el voluntario no saca fotos indiscriminadamente, sino exclusivamente a las personas a las que ha atendido. Cuando fui a devolverles la máquina ya con las fotos, me encontré a la pareja que había querido irse nada más llegar, abrazada llorando porque se tenían que marchar.
¿Qué era lo más duro en el trabajo en Calcuta?
Lo que más duro se me hacía no era cuando íbamos a dar de comer a los pobres leprosos en la calle. Lo más duro se me hacía cuando esos propios leprosos se nos echaban a los pies para besárnoslos.
¿A ti tampoco te tentó en algún momento el correr al avión?
Una vez fui a recoger a un niño hemipléjico, paralítico, leproso…, todo a la vez. Me encargué a partir de entonces de darle de comer. Lo hacía con dificultad. En medio me hice una escapada a Nepal. Cuando volví me dijo la hermana que me apresurara a donde él, porque se estaba muriendo. Así que me acerqué al niño, le cogí en los brazos y me dijo: “I’m waiting you for die” y se me murió.
Hay quien dice que se observa una merma del espíritu fraterno y solidario en los últimos años…
Cierto. Ahora ya están cambiando algo las cosas. A veces un cierto ingrediente turístico entra en los viajes orientales de algunos jóvenes. Dan a sus periplos un toque solidario con una breve escala en los hogares de la Madre con alarde de fotos.
¿El que quiere echar una mano allí qué puede hacer?
Cada quien elige de buena mañana a qué tipo de centro quiere ir. Allí no hay nadie más importante que otros. Tampoco hay tareas muy definidas. Me acuerdo de médicos cirujanos que al segundo día ya estaban barriendo. “Yo estoy acostumbrado a contar con una enfermera a mi lado que me facilita todo el instrumental… Aquí no puedo hacer nada…”, me decía un tanto desesperado al comienzo un médico belga. Sin embargo te encontrabas con gente del lugar sin titulación alguna acostumbrada a curar con los mínimos medios.
Para ti la Madre Teresa ha sido todo en tu vida…
Dijo Nirmala, la sucesora de la Madre Teresa, en los funerales de ésta: “Dios amó tanto a los hombres que envió a su Hijo a la tierra y amó tanto a los pobres que envió a la Madre Teresa.”
La Iglesia debería estar más con los pobres. Hace falta un nuevo papado con carisma de pobreza, impregnado del espíritu genuino del evangelio. Eso iba a levantar de nuevo la Iglesia.
Koldo Aldai, otoño 2011