23 de septiembre al atardecer. Convergencia planetaria con motivo del equinoccio de otoño (hemisferio Norte)

“Si fuese muerte verdadera la de este bosque de oro, sólo habría dolor…” sugiere el poeta Francisco Brines, pero la muerte no era verdadera, era sólo recambio, vida mutando y por  eso  cantamos al otoño junto  con el bardo. Junto con Benedetti también saludaremos y aprovecharemos el otoño “antes de que el futuro se congele y haya menos sitio para la belleza”.

El esplendor del verano declina. Ya se asoma a intervalos el otoño, encanecido por la frenética danza estival. La lluvia, elemento agua, sucede imperceptiblemente, con tímidas visitas, como las lluvias pasadas, al abrasador fuego. La cíclica y armoniosa, puntual, sucesión de las estaciones, aunque un tanto desdibujada por la actividad del hombre poco respetuosa con la Madre Naturaleza, nos recuerda, sin embargo, una vez más la rítmica sucesión de los ciclos, consecuencia de la actuación de una poderosa ley divina, omnipresente de manera vasta en el Cosmos entero, la de Periodicidad. Ésta puede ser interpretada en algún momento como la del Eterno Retorno,

Volvemos al mismo punto que el año anterior, pero no exacto, sino a otro momento similar. No es el círculo el que gobierna, sino las arcangélicas espirales progresivamente superiores, en octavas más afinadas, sutiles y elevadas, ascendiendo por la infinita escalera de la vida, hacia una expresión aún más bella y perfecta de la Vida del Espíritu Uno que incesantemente nos llama de regreso a la  común casa Celestial.


Tal como hiciera el hombre desde la noche de los tiempos, atento observador de estos intrigantes y solemnes cambios de decorado, nosotros, ahora, en la hipertecnologizada civilización, retomamos el contacto con este latir, con ese pulso que nos llama a la Unión. Recordad, recordad dice, las apariencias de vuestra piel, de vuestros credos, pueden ser muchos y variados, pero vuestra esencia divina es una. Estad atentos al nuevo gozne de la espiral, aprovechad las bendiciones que se derraman de lo Alto y adorad al UNO

El Equinoccio de otoño es el 23 de septiembre de 2014. Concretamente a las 2 horas y 29 minutos, hora solar. La palabra equinoccio proviene del latín “aequinoctium” y significa “noche igual”. Ocurre dos veces por año: el 20 o 21 de marzo y el 22 o 23 de septiembre de cada año. Son momentos en que los dos polos terrestres se encuentran a una misma distancia del Sol, así la luz se proyecta por igual en ambos hemisferios. Más concretamente el equinoccio de otoño abre una puerta interior e invita al alma a buscar en nuestro profundo las enseñanzas y vivencias que nos ha dejado el periodo de la luz que lentamente declina. A semejanza del árbol se abre el momento de soltar el lastre de lo que ya sirvió en el pasado y descubrir y desnudar las verdades ancladas en nuestro corazón, preparando el hogar para su maduración en el silencio y la reflexión otoñal. La puerta mística interior nos invita a recorrer de nuevo el camino hacia el Ser, hacia el Espíritu, hacia Dios.

Unámonos pues en el atardecer del 23 de septiembre, en el arranque de este nuevo otoño, de esta oportunidad de ofrecer al mundo nuestros frutos madurados. Unámonos en la convergencia meditativa que tantos grupos y movimientos preparan para la señalada fecha. En España un total de siete grupos, asociaciones y movimientos, varios de ellos de alcance planetario, nos hemos unido en la iniciativa “One calendar” (www.onecalendar.org) en el ensayo de testimoniar esa espiritualidad ancha, abarcante, unida en su esencia y manifestada en su pluralidad de formas.