He pasado nueve días en Cuba en grata compañía de mis hijos. Nunca había visitado la isla. Comparto algunas impresiones.

Parte 1: la superficie

Mi primera impresión es la amabilidad y alegría de la gente. Personas animosas, acogedoras. En el aeropuerto, la señora que revisa los pasaportes y que nos hace una foto le dice a mi hijo pequeño “mi amor” y le sonríe (en otros aeropuertos de otros países te gruñen). Hay mucha cortesía en las pequeñas cosas. Uno se siente muy bien.

La segunda impresión es la ausencia de anuncios y de “contaminación comercial”. Kilómetros y kilómetros sin ninguna valla publicitaria. La mente se relaja y la vista del horizonte es más bella. La hermosura de los paisajes ayuda. Hay cierta poesía, cierto anhelo, que está, por así decirlo, en el aire: en vez de anuncios comerciales, hay decenas de anuncios de la Revolución, ya en su 51 aniversario. Están por todas partes. Los eslóganes son maravillosos, emancipadores, como anticipando una nueva humanidad. Traigo aquí algunos de ellos: “ser culto es la única manera de ser libre”; “no hay tareas imposibles, solo hombres incapaces”; “una revolución sólo puede ser hija de la cultura y de las ideas”; “hombres recogerá quien siembre escuelas”; “todos somos importantes: ¡únete y participa!”; “victoria de la firmeza, la justicia y la esperanza”; “revolución es: sentido del momento histórico”; y así muchos más.

La tercera impresión es el gran culto a Ernesto Che Guevara. Siempre en su foto más favorecedora, está por todas partes, y en tonos muy mesiánicos: “caballero sin tacha y sin miedo”, dice uno de los enormes carteles. Fidel Casto aparece menos. El Che preside. Es el salvador, el modelo, el ideal. Es casi un Jesús. Está vivo, en todos los rincones. Y en todas las tiendas hay camisetas, gorros, libros, DVDs del Che y de Fidel. Recuerda, un poco, en la lejanía, al uso que el franquismo hizo de José Antonio.

Mi cuarta impresión es la visibilidad de la logia masónica en cada ciudad. En La Habana alta y contundente, y en otras ciudades menos altas pero bien visibles. En una de ellas leo esta frase de José Martí, libertador de Cuba: “”Obrar irreprochablemente, perfeccionar el ejercicio de la libertad, preparar a los ciudadanos a la vida pública, ayudar al logro de toda noble idea, éstos, sin nada incógnito, sin nada oculto, son los misterios de la Orden Masónica”.

En los primeros días me llega una idea a la cabeza: dignidad. Aquí hay un baluarte de dignidad y de vida austera frente a los excesos de nuestro mundo consumista, pienso. Y frente a los excesos que hemos vivido en los últimos años, como la inventada guerra de Irak. Dejo que esa idea revolotee libremente en la cabeza, sin cuestionarla demasiado.

Parte 2: la piel

Paseamos por las calles de La Habana, de Matanzas, de Varadero, de Pinar del Río, de Cienfuegos y de Trinidad. Más bien fatigamos esas calles (que diría Borges). En La Habana (2,2 millones de habitantes, el 20% de Cuba) las casas se caen a pedazos y en muchas no hay vestíbulos: se abre la puerta a la calle y ahí están las camas o la cocina, pues se vive hacinado. Uno se siente un poco intruso. Algunos barrios son calles y calles sin un solo árbol. Otros, como el hermoso Vedado, mantienen la belleza de antaño, ya decadente. Los coches antiguos, bien cuidados, dan a la ciudad un aire nostálgico, de otros tiempos.

Se nos hace extraño que haya dos monedas: el peso corriente, y el peso convertible (CUC). En su gran mayoría los cubanos son pagados con el peso corriente, moneda que el Estado rechaza en la mayoría de los establecimientos comerciales y de servicios, lo que crea una situación muy complicada para el ciudadano medio, que se ve obligado a comprar permanentemente CUCs con sus pesos corrientes.

En La Habana son muy visibles los CDR (Comités de Defensa Revolucionara), en cada manzana, casi en cada edificio. El lado benévolo es que son centros para la ayuda comunitaria en los barrios, una especie de comunidad de vecinos. Pero también son instrumentos de control de unos a otros. Imagino que alguien vigilará lo qué se dice y cómo se dice, los hábitos de aquel o de aquella, lo que lee este vecino. Imagino que no será fácil pasar desapercibido con un libro anómalo en la mano.¿Será como “La vida de los otros”, el film sobre la Alemania del Este; habrá gente experta en leer el pensamiento?, me pregunto. También son visibles las colas para el pan subvencionado. Largas colas de gente paciente y amable. Quizás una hora de espera para comprar el pan. Un pan grande, de harina refinada, casi un bollo.

Hablamos a la gente, la gente nos habla. Nos dicen que entre cubanos se habla poco de la situación social y política. Pero a nosotros nos hablan con respeto de la educación y de la medicina gratuitas, los dos grandes logros de la Revolución. Los niños en la escuela leen “El principito”. Y también leen “La Edad de Oro” de José Martí, bellos cuentos que hablan de hacer de hombres buenos hombres mejores. Si, en Cuba hay educación, y la gente es educada. El problema, también nos dicen, es que la mayoría de los médicos están en Venezuela, y también los maestros.

Las personas en la calle nos piden dinero para esto o para aquello. La síntesis que extraigo es la siguiente: “tenemos para llegar al día 10 de cada mes, pero luego tenemos que buscarnos la vida como podamos”. En efecto, el camionero gana 12 dólares al mes por su trabajo de 40 horas a la semana, y el médico 32 dólares. Hay una cesta básica de productos gratis o muy subvencionados. Pero a partir de la segunda semana del mes, cada cual debe ingeniárselas como pueda. Los hay que convierten el pequeño y modesto coche en taxi. Es el caso de un ex marinero que trabajó en Canarias. Anda preocupado porque no le llega. Es el caso de la ingeniera informática que conduce el taxi estatal. Es el camionero que los fines de semana hace de taxista para turistas. Es el lugareño que te lleva a un restaurante del que recibe comisión. Es el médico que recibe regalos en especie (cerdos, gallinas, aves) que le permiten vivir del 10 al 30 del mes. Es el profesor de universidad que se te ofrece para guiarte por La Habana y que enriquece tu visita con conocimiento y método. Una de estas personas nos dice: todos estamos cometiendo ilegalidades todo el día porque todo esto está prohibido, pero hemos de llevar el pan a casa. El trabajo más lucrativo es el del maletero del Hotel Nacional (el buque insignia de la hostelería cubana) que recibe en propinas de los turistas mucho más que un cirujano. Varios chistes circulan al respecto.

La idea que me llega ya es menos grata: los eslóganes son preciosos pero la población malvive y todos son además conscientes de este malvivir. Las cosas no funcionan (las máquinas de café en los bares están averiadas, y a veces cuando funcionan no hay tazas. Me dice la dependienta de un bar: “por increíble que le parezca, no puedo servirle tres cafés porque solo tengo dos tazas”). No hay iniciativa, las cosas están en decadencia, es como si nadie fuese responsable de arreglar nada. “Son tiempos de levantarse de un tirón sin mirar a la mesa, de decirles a los niños que no pregunten y de dejar a un lado el trabajo, el blog, los amigos, la vida, para dedicarnos enteramente a perseguir un trozo de pan y un vaso de leche”, nos dice este 14 de enero de 2010 Yoani Sánchez en su conocido blog (http://www.desdecuba.com/generaciony).

En cuanto a una posible apertura política y económica, nadie pide mucho, nada que pudiera hacer peligrar el Régimen: un poco de libertad para la iniciativa privada, para comerciar, para intentar progresar: para emprender. Hay un abatimiento general. Uno de los que nos habla, un hombre muy vital, nos dice que los cubanos ya se han cansado de milongas.

La idea me revolotea también en la cabeza: la frugalidad que al principio me parecía noble no es un modo de vida elegido libremente, es una imposición, y como tal imposición no solo limita sino que duele.

Parte 3: por debajo de la piel

Almorzamos con Oscar Espinosa y su esposa Miriam Leiva. El encuentro ha sido propiciado por Elena Larrinaga, que desde España trabaja por la Cuba post-Castro (s). Oscar fue economista del Gobierno. Estuvo en la cárcel en tiempos del dictador Batista, ha estado en la cárcel en los tiempos de Fidel (más de dos años). Vive bajo arresto domiciliario. En los años buenos ocupó puesto de economista en Belgrado. Miriam habla siete idiomas y trabajó en el departamento de exteriores. Ambos están sin trabajo. Son disidentes. Me dice Oscar, medio en broma, que ya fue disidente con Batista, por lo que es reincidente. Su discurso es social demócrata y también idealista, pues cree en un hombre mejor.

Oscar Espinosa nos habla de los años en los que había esperanza. Describe al Fidel Castro de entonces como un dios para los cubanos. Hoy esa imagen está gastada. Toda esa energía se ha muerto, piensa. Coincidió con el Che en el Ministerio de Industria. Trabajaban sin parar, incluso los sábados y los domingos. El Che tenía algo de místico, cree recordar, pero también se recuerda su crueldad, los fusilamientos de cientos de personas.

El señor Espinosa considera que el modelo debe ser el de los países nórdicos: fuerte protección social pero con iniciativa privada. No plantea ningún enfrentamiento, pero cree necesaria una reforma que permita la iniciativa privada para que haya negocios. Considera que la política de Estados Unidos respecto de Cuba ha sido nefasta, y así se lo ha hecho saber a senadores y congresistas norteamericanos. Pero tampoco cree que el embargo comercial sea la clave (Estados Unidos es el quinto socio comercial de Cuba, después de todo). Ve con esperanza las medidas tomadas por Obama (mayor frecuencia de visitas por parte de cubanos de Miami, mayor frecuencia de remesas). Señala que ya llevan 48 años con cartillas de racionamiento, probablemente un récord mundial. Aporta comentarios a un blog que se edita en España y que él no puede consultar (internet existe a duras penas). La dirección del blog es: http://desdecuba.wordpress.com.

Nos encontramos al final de una etapa, comentamos a los postres, hay una bola de nieve que ya baja por la montaña y que no puede pararse. Argumenta Oscar que es posible y deseable una transición como la española, pero las reformas prometidas hace cuatro años por Raúl Castro (algunas de las cuales Oscar Espinosa ha apoyado públicamente) no han prosperado. Cree que el país está al límite y me hace entrega de un documento con sus sombrías estimaciones económicas para 2010. Las estadísticas no son buenas: quinto país del mundo en presos per cápita; la diáspora de cubanos en aumento (muchos en frágiles embarcaciones); la estrechez económica a más; y las instituciones, inmovilistas, o quizás más intransigentes que nunca. Oficialmente China continúa siendo amiga y un modelo. La emergencia de un capitalismo salvaje allí no parece criticarse desde los medios oficiales. Son quizás pequeños tics de las antiguas alianzas.

El mañana de este niño

El niñito de la escuela de Trinidad que aparece en la foto está trabajando sus deberes. Es una escena entrañable. ¿Qué futuro cabe a éste y a otros niños? ¿Recrear sin fin la Revolución, los mitos, o pasar página y empezar a ser responsable de su vida? ¿Una apertura al mercantilismo más salvaje, como la de China, como fue la de Rusia? ¿O un camino de en medio, el que quizás parecen consolidar ciertos países europeos o el más próximo de Costa Rica, con todas las dificultades pero también con esperanza? Todos ellos son futuros posibles en este país que podría desarrollar un ejemplar modelo turístico sostenible y muy de vanguardia.

Y es que da la impresión de que Cuba sigue viviendo de un mito, y el mito se acaba. El mito ya se gastó y se desgastó. Las cosas pueden estirarse hasta un punto. Como en la posguerra española, el café puede ser de “recuelo”, pero no puede colarse ad infinitum. La experiencia de nuestro arrogante Occidente es que el dinero no da la felicidad, que el exceso en lo material deshumaniza, que el libre mercado se desborda en codicia, en avidez. Por eso en Occidente cuestionamos tantas cosas y somos tan críticos con nosotros mismos (y por eso los mensajes revolucionarios puros llegan al corazón). Pero lo hacemos desde la libertad, como elección propia, desde el libre albedrío, no por imposición de ningún líder, de ningún místico: por deducción de la razón o de la intuición propia, por elección.

Pero los cubanos no tienen esta elección. Y mientras no sea una elección libre, no hay emancipación posible de lo más material, de lo más denso. Tienen una ventaja: han sido educados con ciertos valores, y quizás desde estos valores puedan evitar cometer los errores que se han cometido en otras aperturas de países comunistas. Es una hipótesis esperanzadora.

Así me vuelvo a España, apenado. Los estandartes, los mensajes, son muy nobles, pero la realidad no acaba de adecuarse. Entre el dicho y el hecho, hay un trecho que además está creciendo. El mundo necesita de millones de revoluciones. Pero son las de cada persona, en su ámbito particular, uno a uno, cada uno de los 4.000 inscritos en este blog tenemos que hacer la nuestra. Es personal e intransferible, y probablemente urgente. Eso si que es la teoría del dominó (en positivo). Las grandes revoluciones, a pesar del slogan, a pesar de la esperanza, siguen siendo grandes traiciones.

Publicado originalmente en el blog de Mario Conde

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