Ayer paseaba por tierras mágicas con las tres mosqueteras. Me sentía a gusto y querido, arropado por ese corto encuentro significativo en cuanto al amor que se teje en los ramales invisibles de la vida. Buscando un refugio donde tomar un rápido pero intenso café, veía como si en ese lugar tan querido por mí se hubiera detenido el tiempo. Nada había cambiado en sus calles, en sus paseos, en su aire. Inexplicablemente, todo permanecía igual, a diferencia de otros lugares que tanto y tanto han cambiado. El día anterior había visitado la ciudad de OM, lugar donde viví durante algunos años a los pies de Montserrat. A diferencia de la primera, OM había crecido aceleradamente, y descontroladamente, en los tiempos de auge inmobiliario. La crisis, sin embargo, había dejado edificios sin terminar, abandonados a la intemperie y a la espera de tiempos mejores. Gigantes fantasmas, proyecciones de un modelo caduco y resultado de un desmedido descontrol. “La culpa es de Zapatero”, dicen unos y otros. No amigos, la culpa no es de Zapatero, la culpa es nuestra por haber vivido durante años por encima de nuestras posibilidades. Y ahora nos toca pagar a todos ese descomunal derroche y nos toca apretar los cinturones porque vienen curvas. La mutilación del Estado del Bienestar es algo que se venía venir desde hace décadas. Sólo era cuestión de tiempo que los privilegios alcanzados tras siglos de luchas civiles acabaran todas en el traste. Pero… ¿es este un ajuste tan sólo económico o también psicológico? Quizás hayamos aprendido algo de todo esto. Quizás la opulencia de occidente y la visión erronea de que el bienestar es infinito pueda servirnos para retomar las riendas de la vida simple y empecemos a aceptar que el verdadero bienestar pasa siempre por la generosidad, y no por el derroche, el egoísmo y la arbitrariedad de nuestros actos. Hemos comido mucho en occidente. Hemos engordado y bebido mucho vino hasta embriagarnos de felicidad artificiosa. Toca adelgazar, hacer deporte y salir al campo para disfrutar de los placeres del aire limpio.
Javier León 22 octubre 2010