SUPRIMIR todas las armas atómicas: he aquí la única salida a la situación actual. De otro modo nos encontraremos con un Irán bombardeado -en lo cual cabrá una parte de responsabilidad a sus dirigentes, aunque quienes mueran sean los iraníes de la calle- o con un Irán nuclearizado, al que podrán seguir en la búsqueda de la bomba Egipto, Turquía, Arabia Saudí o Argelia. Un mundo con 12 ó 15 actores nucleares sería ingobernable.

El año pasado cuatro halcones americanos, o ex halcones, avanzaron esa posición en un artículo común. Los cuatro habían sido responsables del mayor arsenal atómico del planeta: dos antiguos secretarios de Estado, Henry Kissinger y George Shultz, junto a un ex secretario de Defensa, William Perry, y un senador histórico, con una carrera dedicada al control nuclear, Sam Nunn.

 

Los pasos que se dan hoy, escribían en 2008, no resolverán los nuevos peligros. A medida que las armas nucleares son menos inaccesibles, la disuasión es más arriesgada. Mijail Gorbachov firmó los primeros tratados de reducción de armas nucleares. Al cabo de veinte años, el último líder de la URSS optaba por un criterio opuesto al que aplicó cuando estaba en el poder: las armas nucleares no significan ya más seguridad, sino lo contrario, seguridad más precaria. En apoyo de la iniciativa de los cuatro firmantes americanos surgieron en su país nuevos defensores de la desnuclearización: Zbigniew Brzezinski, James Baker, Madeleine Albright, Robert McNamara, Colin Powell…

En 2008, Kissinger y sus colegas defendían cinco medidas: 1) extender la cláusula determinante del Tratado de Reducción de Armas Estratégicas antes de su expiración el 5 de diciembre. 2) prevenir por el OIEA el lanzamiento de misiles con cabezas nucleares. 3) abandonar todo plan operacional de ataque atómico. 4) conectar entre sí los sistemas de alarma inmediata. Y 5) prevenir cualquier posible robo de materiales nucleares en cualquier parte del mundo.

Un mundo con prohibición total de armas atómicas es posible y alcanzable en no muchos años. Si las Naciones Unidas robustecieran el Organismo Internacional de la Energía Atómica, OIEA, ese gendarme mundial evitaría situaciones como la de hoy, provocada no por Irán, sino por su actual presidente, Mahmud Ahmadineyad. Un país sin experiencia en la carrera necesitará 20 o más años para disponer de tecnología para miniaturizar el artefacto nuclear que porte un misil.

Hace una semana, el 24 de septiembre, el Consejo de Seguridad aprobaba la resolución 1887 sobre desarme nuclear, proyecto aún impreciso, que sin embargo avanza en la buena dirección, la supresión escalonada de todas las armas atómicas. Barack Obama presidía la sesión del Consejo. El próximo año, explicó allí, podremos ver si fracasan los esfuerzos para impedir el avance de quienes aspiran a tener la bomba.

La primera clave para vencer esas aspiraciones consiste en controlar el proceso de enriquecimiento de uranio. Quienes aspiran a disponer de combustible para sus reactores civiles podrán obtenerlo del Grupo de Proveedores Nucleares, del OIEA o de reservas controladas por éste organismo. El Consejo de Seguridad se da cuatro años para lograr que la totalidad del fuel quede bajo control. El punto más débil de la resolución consiste en establecer cómo conseguirán los paises firmantes del Tratado de No Proliferación Nuclear, TNP, la renuncia de los estados aspirantes al arma atómica. Hu Jintao, presidente de China, ha dicho unas palabras misteriosas en el Consejo de Seguridad presidido por Barack Obama: Continuaremos manteniendo nuestra capacidad nuclear al nivel mínimo necesario para la defensa de nuestra nación. Y contribuiremos a los esfuerzos para hacer avanzar el desarme en todo el mundo.

Darío Valcárcel
ABC
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