Queridos amigos:

Hablar sobre el cuerpo físico para mí no es asumir la actitud de enseñar, que desde el principio podría parecerles un alarde de pedantería ya que soy el primero que necesita ser enseñado, sino la de compartir criterios y contrastarlos con los de ustedes, de establecer el diálogo de tal forma que de él nazca la luz de una nueva comprensión de lo que la vida es y significa.

Existe una literatura muy abundante que se dedica a explicar el funcionamiento global de nuestro cuerpo físico en todos sus aspectos materiales, una literatura al alcance de cualquiera que tenga curiosidad o interés en conocer este funcionamiento de manera más detallada. Por tanto – un poco al margen de esta literatura – voy a intentar hablar de los hábitos del mismo en la medida que me sea posible, y de los efectos que tales tendencias producen en él.

El hábito podría definirlo como el resultado de una repetición asidua de un acto o actividad que el cuerpo realiza y al que llega a acostumbrarse.

Para mayor comprensión creo que debo aclarar que los términos “cuerpo físico” hemos de entenderlos en sus dos aspectos o principios más importantes: uno es el cuerpo físico denso, el otro es el cuerpo etéreo, ambos se compenetran y componen uno solo que funciona en el plano físico y están formados por materia física.

Se distinguen por los materiales que los integran. El cuerpo físico denso está compuesto por materiales sólidos, líquidos y gaseosos. El cuerpo etéreo lo constituyen materiales pertenecientes a los cuatro éteres. Ambos son abandonados por el hombre en el acto de morir y se desintegran más o menos rápidamente en el plano físico.
El cuerpo etéreo, según los Conocedores; (llamamos Conocedores a aquellos seres humanos que han recorrido un trecho más largo del camino evolutivo y por lo tanto se han desarrollado en ellos determinadas facultades que en nosotros aún están en estado latente. Entre otras tienen la facultad de clarividencia, por tanto la de ver aquellos aspectos de la materia que para nosotros permanecen invisibles). Por ellos sabemos que existe el cuerpo etéreo que es un doble exacto, partícula por partícula, del cuerpo físico denso, algo así como su matriz, y el medio por el cual circulan todas las corrientes vitales y eléctricas de las que depende la actividad del cuerpo. La materia física tiene siete subdivisiones que se distinguen entre sí; cada una de ellas presenta una gran variedad de combinaciones dentro de sus propios límites y son los sólidos, líquidos, gaseosos y etéreos; estos últimos a su vez se subdivide en cuatro estados más, tan distintos entre sí como lo puede ser el sólido del líquido o gaseoso. Cualquier parte de la materia es susceptible de pasar por los siete estados, aun cuando a temperatura y presión normal asuma siempre un determinado estado, por ejemplo, el oxígeno que normalmente es gaseoso, a temperatura y presión adecuadas, puede asumir el estado líquido e incluso el sólido.

Así como el cuerpo físico denso del hombre está compuesta por materia en los estados conocidos, sólido, líquido y gaseoso, el doble etéreo está compuesto por los cuatro estados de materia etérea o.

éter I, éter II, éter III y éter IV.

Es evidente que siendo el cuerpo un instrumento del que hacemos constante uso, es conveniente tratarlo de modo que sirva a nuestro propósito. El prestar una atención exclusiva al cuerpo no nos conduciría a la elevación espiritual a que aspiramos, pero su abandono, nuestra ignorancia para aplicarle el trato adecuado, puede hacer completamente imposible esta elevación. Nuestros instrumentos son nuestros cuerpos; en ellos vivimos y con ellos trabajamos, y lo primero de que hemos de percatarnos es del hecho de que el cuerpo es nuestro útil de trabajo, nuestro medio de expresión en el plano físico; lo construimos para que nos sirva en nuestro propósito evolutivo, no para satisfacer sus hábitos o apetencias. Aun siendo un maravilloso instrumento como es, puede y debe ser refinado, mejorado, educado y modelado de tal manera y hecho de tales materiales que sea en el plano físico el medio más adecuado para conseguir los fines superiores en nuestro proceso evolutivo. Todo lo que tienda o conduzca a su mejoramiento y refinamiento debe ponerse en práctica; todo lo que resulte negativo y lo perjudique en sus distintos aspectos, debe eludirse o rechazarse. No importa las propensiones que el cuerpo pueda tener ni las costumbres o hábitos que haya contraído en el pasado; el cuerpo ha sido formado para ser utilizado de manera correcta en nuestra intención de conseguir la elevación espiritual, por tanto si dejamos que éste tome la iniciativa y la dirección de nuestros asuntos en lugar de ser guiado y utilizado para nuestro propósito evolutivo, el objetivo de nuestra vida queda invertido y cualquier progreso en esta dirección resulta casi imposible. Este es el argumento básico del que debemos arrancar si tenemos auténtico interés en conseguir la elevación espiritual. Si estudiamos nuestro cuerpo y tratamos de disipar nuestra ignorancia, nos daremos cuenta que su naturaleza misma hace que se le pueda convertir fácilmente en un instrumento útil a nuestros fines y en un servidor manejable. Tiene ciertas particularidades que nos ayudan a educarlo y que le hacen relativamente fácil de manejar y de conformar según lo deseemos. Una vez que lo acostumbramos a obrar de cierto modo, sigue voluntariamente por la misma senda, encontrándose tan feliz en ella como cuando seguía una dirección contraria de conducta. Solo hemos cambiado una costumbre por otra. Si se ha adquirido un mal hábito el cuerpo se resiste tenazmente a cambiarlo ; pero si con nuestra firmeza logramos vencer su tenacidad y se le fuerza a obrar según nuestro propósito, entonces gradualmente va cediendo y con el tiempo se amoldará al nuevo hábito que se le impone en sustitución del anterior. Si nuestra entereza y nuestra vigilancia persisten, el hábito no deseado perderá totalmente su ascendencia sobre el cuerpo.

Nuestro cuerpo está dotado de un maravilloso sistema nervioso, tan complejo que escapa a nuestra percepción ordinaria. Para nuestro propósito lo dividiremos en dos partes; una de ellas es la que se denomina sistema nervioso simpático; este sistema es el que regula y ordena correctamente todas aquellas actividades del cuerpo que sostienen y hacen posible la vida en el mismo, por ejemplo, los latidos del corazón, la contracción y dilatación de los pulmones, las funciones de todos los órganos internos, etc.

En un tiempo, durante el largo pasado de la evolución física en la que se formaron nuestros cuerpos, estos órganos y sus funciones estaban bajo el gobierno del hombre-animal que los poseía. Pero antes, tales órganos fueron introduciéndose, según indican los Conocedores, de manera muy lenta por distintas oleadas de seres muy evolucionados que se ocuparon de insertarlos en sus cuerpos gradualmente en función de las actividades que tales hombres animales iban desarrollando bajo su supervisión. Mi propósito, al exponer estas circunstancias, solo está animado por el interés de ampliar nuestra escasa percepción – en la medida que seamos capaces – de todo lo que al cuerpo se refiere. Actualmente nuestro cuerpo físico ha alcanzado un grado relativo de perfección , y lentamente, porque la evolución no camina a saltos, irá `perfeccionándose más aún.

En la era de los lemures, el hombre-animal era andrógino o hermafrodita y se reproducía a sí mismo; fue un poco después de la primera mitad de esa era cuando el hombre alcanzó su ser individual, se liberó de la influencia que sobre él ejercía el espíritu de grupo y fue ocupado por el ego o alma. Naturalmente en este proceso que duró muchas épocas, se emplearon miles de años, no se hizo de la noche a la mañana; oleadas de vidas inteligentes muy evolucionadas, se ocuparon de separar los sexos hasta convertir al ser humano andrógino en dos mitades, una el hombre masculino; y femenina la otra, la mujer. Lo que dice la Biblia en el Génesis, cuando Jehová forma a la mujer Eva, de una costilla de Adan literalmente no es así. Según estos Conocedores uno de los lados del primitivo hombre bisexual, se convirtió en varón y el otro lado o costado, en hembra conservando cada uno de ellos la parte del sexo correspondiente, la parte que fecunda, la masculina, la conserva el hombre, la que es fecundada, la femenina, la mujer. A estos dos seres humanos en que se convirtió el hombre-animal, se les introdujo como si fuera un “injerto”, un embrión de cerebro y se les infundió la capacidad de pensar. Estos “injertos”, con el tiempo se han ido desarrollando y perfeccionando convirtiéndose cada vez más en un útil, complejísimo y maravilloso instrumento que ha conseguido que el ser humano se convierta en el rey de la Creación como han dicho repetidamente los poetas y pensadores. Son aproximadamente 18 millones de años, según los Conocedores, los que se han empleado para convertir al primitivo hombre animal, en lo que actualmente es; durante ese tiempo se han culminado, con sus tremendas catástrofes telúricas, entre las que se cuenta el Diluvio universal que la Biblia recoge, laTercera Raza Raíz o Lemur, la cuarta Raza Raíz o Atlante, hasta llegar a la quinta Raza Raíz o Aria. Cada una de estas Razas se han manifestado mediante siete sub-razas, estando en manifestación en la actualidad, la quinta sub-raza de la quinta Raza Raíz o Aria.

Quizás suene a fantasía todo lo anterior, pero pienso que tiene más sentido esto último que el de acepta alegremente que el ser humano haya surgido de la nada tal cual es ahora. Solo es cuestión de reflexionar sobre ello hasta penetrar en la verdad de todo lo que esto pueda significar.

Como se indica anteriormente, el sistema nervioso simpático con la lentitud de numerosos años, llegó a funcionar de manera automática, se independizó del control y la voluntad del ser humano, adquirió vida propia casi independiente y ejercitó por sí, en la medida que se iba desarrollando el cerebro, todas las actividades vitales que constituyen la normalidad de la vida vegetativa. Mientras nos encontramos en estado de salud, no somos conscientes de nuestro cuerpo, no nos damos cuenta que tenemos un hígado que ejecuta importantísimas funciones para mantener el equilibrio de nuestra salud, en donde se desarrollan una serie de procesos bioquímicos de tal magnitud que las mejores y más sofisticadas técnicas de la ciencia aparecen como los intentos de un bebé para pronunciar sus primera palabras comparados con el conocimiento de un polígloto versado en muchas lenguas. Así y todo un bebé posee en su interior una víscera que efectúa tal número de procesos químicos que la ciencia quizás necesitase, para igualarlos muchos técnicos e instalaciones adecuadas.

Tampoco nos damos cuenta del hecho de respirar, ni que tenemos un corazón que late constantemente desde antes de nacer hasta la muerte, y que durante las 24 horas del día efectúa alrededor de 90 mil latidos; que los pulmones se expanden y encogen alrededor también de 16 mil veces durante ese mismo tiempo. También la sangre, que es impulsada por el corazón, recorre varios kilómetros diarios a través de nuestras venas y arterias. Todo esto requiere un gran esfuerzo además del esfuerzo que su pone mantener el cuerpo a una temperatura constante que generalmente es la de 36º centígrados. Cuando el cuerpo, por cualquier circunstancia, se encuentra en estado de enfermedad y le aumenta la temperatura hasta 38º, los sistemas defensivos con los que cuenta se ponen en estado de actividad y la sangre transporta multitud de células que tratan de expulsar todo lo que resulta nocivo para la salud. Y todas estas actividades se llevan a cabo mediante dispositivos u órganos cerebrales sin la intervención de la voluntad activa del ser humano.

El sistema central es el gran instrumento del pensamiento y por medio de él sentimos y nos movemos en el plano físico. Lo forman el eje cerebro-espinal – el cerebro y la espina dorsal – y los filamentos nerviosos que parten de él y afectan a todo el cuerpo, constituyendo los nervios motores y de sensación. El cerebro recibe los mensajes de estos nervios, los traduce y a su vez crea situaciones o respuestas adecuada a los estímulos recibidos. La ciencia investigadora ha descubierto y continuará descubriendo durante mucho tiempo, una serie de funciones que maravillan y aún maravillarán más. Por ejemplo: toda la memoria que posee el cerebro de las respuestas que debe dar en cada momento a los estímulos que las provocan, tanto interna como externamente, y todo lo que el hombre a través de la experiencia y el estudio ha almacenado, si tuviera que ser escrito se necesitarían, según cálculos aproximados efectuados por algunos investigadores científicos alrededor de diez billones (10.000.000.000.000.) de palabras, las cuales requerirían para ser impresas unas cuarenta mil toneladas de papel contenidos en 20 millones de volúmenes.

Todos los datos que estas cifras significan están contenidos en un cerebro cuyo volumen es de dos decímetros cúbicos escasos y cuyo peso no rebasa un kilo 500 gramos. Pero lo que antecede es lo que la ciencia tiene averiguado que no es todo lo que el cerebro contiene, y no expresa en absoluto ni mucho menos todo lo que es capaz de realizar.

Esta maravillosa forma organizada, esta parte de nosotros mismos al no ser comprendida en todas sus dimensiones, está siendo maltratada y peor utilizada por nosotros porque a ello nos induce nuestra tremenda ignorancia. Hemos de modificar totalmente nuestros hábitos de comportamiento e impregnar de inteligencia a todos aquellos que puedan sustituirlos. Hemos de desterrar de nosotros las rutinas negativas, el empirismo basado en la repetición de esas prácticas negativas. Sé de sobra el esfuerzo que eso significa, que solo aquellos que poseen una voluntad entrenada lo podrán lograr, pero también sé que un día u otro hemos de encararnos con nuestros aspectos inferiores y hemos de domeñarlos, esto es insoslayable; no podemos escapar a esto si no queremos perder la oportunidad de continuar progresando como los demás.

Hemos de ser conscientes de todo lo que constituye nuestro cuerpo, pues es el único vehículo, el único instrumento que tenemos para manifestarnos, experimentar y aprender. Tratémoslo como trataríamos al mejor y más caro automóvil que pudiésemos adquirir. A nadie se le ocurrirá sustituir la gasolina colocando en el deposito del coche agua de mar, por ejemplo, porque sabe que si lo hace perjudicará notablemente sus mecanismos. En cambio nosotros sí lo hacemos con nuestro cuerpo sin pensar que lo estamos estropeando. Esa es nuestra gran ignorancia. Generalmente el hábito de comer en muchas personas es negativo, o por lo menos no todo lo bueno que sería de desear. Comemos rutinariamente la mayoría de nosotros, porque así nos lo enseñaron, porque así lo hemos hecho toda la vida. Y así nos luce el pelo a muchos de nosotros. No tenemos una idea clara, ni siquiera aproximada del valor nutritivo de los alimentos que ingerimos ni de su influencia en nuestra salud. La mayoría hacemos comidas copiosas y mal combinadas; utilizamos productos que nos perjudican y a la larga hacen que nuestro organismo enferme por seguir una dieta equivocada. Su consecuencia es aumentar innecesariamente nuestros problemas. Debemos modificar el hábito de ingerir alimentos que nos perjudican y sustituirlo por la ingesta de otros que puedan ser beneficiosos para nuestro organismo. Aunque esté muy trillado esto de la dieta equilibrada, debemos aprender a distinguir los alimentos rechazables de los aceptables y optar por estos últimos adaptándolos de tal forma que respondan a nuestros impulsos superiores. Por tanto hemos de tener en cuenta algunas cosas.

Según se expone en la obra “Concepto Rosacruz del Cosmos” en toda partícula de alimento que ingerimos hay vida, y antes que podamos agrupar esa vida en nuestro organismo por el proceso de asimilación, es necesario que la dominemos y sujetemos a nosotros mismos. En caso contrario no podría haber armonía en el cuerpo. Cada parte obraría independientemente como lo hace cuando la vida coordinadora se retira del cuerpo, y eso es lo que llamamos proceso de desintegración, es decir, lo opuesto a la asimilación. Cuanto más individualizada está la partícula que hay que asimilar, tanto mayor energía se requiere para digerirla y tanto menor tiempo permanece sin buscarse alguna salida para liberarse. Si fuera posible para el hombre emplear minerales como alimentos serían ideales debido a su estabilidad y a la poca energía que se necesita para subyugarlos a la vida del cuerpo. Comeríamos mucho menos en cantidad y de forma más espaciada. Pero de momento esto es una elucubración; quizás más adelante la ciencia consiga a través de sus investigaciones sobre dietética, y los efectos sobre el cuerpo de determinadas sustancias, quizás logre crear nuevas dietas con alimentos químicos de calidad tal que sobrepasen a cualquier otro, con la ventaja de que siempre estarán frescos. El alimento obtenido de los animales debido a la rapidez de su desintegración, es nauseabundo. Ese proceso es producido por los esfuerzos hechos por las partículas individualizadas para librarse del conjunto en vías de desintegración por haberlo abandonado la vida que lo animó.

El hombre puede asimilar las plantas y obtener así los compuestos químicos necesarios para sustentar su cuerpo, y como la conciencia del reino vegetal es la de un sueño sin ensueños, no ofrece resistencia alguna. Se requiere muy poca energía para asimilar sus partículas, y como tienen muy poca individualidad propia, la vida que anima dichas partícula no trata de escaparse de nuestro cuerpo tan pronto como la de los alimentos derivados de forma más desarrolladas, así que la fuerza que se obtiene de una dieta vegetariana dura mucho más que la dieta derivada de la carne, y el alimento vegetal ingerido no hay que reponerlo con tanta frecuencia. Hay una unidad de vida individual en cada célula de origen animal, la cual es compenetrada por las pasiones y deseos del animal que se quiera o no es absorbida al ser ingerida por el hombre. Todo esto y mucho más es lo que se expone en la obra citada anteriormente. Ello, sin embargo, no quiere decir que el que busca su elevación espiritual ha de ser obligatoriamente vegetariano. Es una cuestión ésta que cada uno debe resolver por sí mismo y discernir cuales son sus opciones. La purificación del cuerpo denso consiste en una selección deliberada de alimentos puros que estén en consonancia con sus aspiraciones y rechazar los impuros aunque le atraigan, todo es cuestión de firmeza en el propósito.

Además de la alimentación, existen algunos hábitos en nosotros que podemos calificar de indeseables por su negatividad. El alcoholismo, el tabaquismo, la droga en sus distintas presentaciones etc. Todas las bebidas que en su composición entra el alcohol, deben ser rechazadas porque éste contiene microbios de la clase más inmunda – producto de la descomposición por la fermentación, los cuales no solo son repugnantes en sí mismos sino que atraen a sí y por tanto al cuerpo de que forman parte, algunos de los habitantes más inconvenientes del mundo astral. Los dominados por el ansia de ingerir bebidas alcohólicas, después de muertos, no pudiendo satisfacer sus deseos de ingerir alcohol, rondan en las cercanías de los sitios donde se expenden estas bebidas y rodean a los bebedores, tratando de introducirse en sus cuerpos para participar de este modo el grosero placer a que se entregan. Las personas sensibles rechazarían cualquier bebida alcohólica si pudiesen ver los seres inmundos que procuran participar de ese grosero placer, y de la estrecha relación que así establecen con entidades de la clase más asquerosa. Elementales de baja extracción y de índole perversa, pululan también alrededor generando pensamientos viciosos revestidos de esencia elemental. Al mismo tiempo el cuerpo físico atrae de la atmósfera que lo envuelve partículas groseras emitidas por los hombres que practican estos hábitos viciosos, las cuales pasan a formar parte de su constitución haciéndolo más grosero y degradado. Todas las personas que se relacionan con el alcohol en un sentido de hábito pernicioso – incluidas las que manipulan las bebidas con alcohol, muestran ostensiblemente lo que parcial y lentamente van formando en su cuerpo las partículas referidas. Cuando mayor es la cantidad de ellas más basto se hace el cuerpo .

Causa tristeza observar que actualmente, dados los hábitos de nuestra sociedad, la bebida social por excelencia es la alcohólica. Por cualquier motivo se bebe; cualquier cosa es una excusa para beber. Cuando se invita a alguien a beber se le invita a ingerir alcohol. Y así son las estadísticas de aterradoras. En una provincia española media – que podríamos considerarla aunque pueda resultar algo relativo, como referente, se consumen en un año más de un millón de litros de alcohol puro, es decir alrededor de cinco millones de litros de bebidas alcohólicas; además se consumen veinte millones de litros de vino al año y quizás otros tantos de cerveza. En fin algo que impresiona penosamente. Las consecuencias de esta masiva ingestión de alcohol se reflejan en la salud del individuo y por tanto de la población. (Estos datos se consiguieron hace 20 años aproximadamente.

El hígado pierde su capacidad funcional, se deteriora y llega a su destrucción produciendo la muerte física. El cerebro también sufre los nefastos efectos del alcohol, se lesionan sus células mas especializadas y se llega a la locura; el “delirio tremens” es una de sus más benignas manifestaciones a pesar de lo espeluznante que resulta en ocasiones sus visiones. Son dantescas y causan sufrimientos horribles al que las sufre, que en algunas ocasiones puede llegar al suicidio por su enajenación. Desgraciadamente el suicidio no le aporta ninguna solución y menos un beneficio, al contrario aumenta sus sufrimientos porque se incumple una ley.

Una cosa igual podría decirse del tabaquismo. El humo del tabaco, como se ha dicho tantas veces, contiene monóxido de carbono, un gas letal, alquitranes y nicotina. También contiene cianuro de hidrógeno: (este compuesto químico era utilizado por los nazis en las cámaras de gas); un efecto de este compuesto es la de producir la pérdida de visión para distinguir el color, a esto se le llama la “·ambliopía” del tabaco; ésta es progresiva y puede llegarse a la ceguera total. La constante irritación producida por el humo del tabaco en las paredes de la garganta, la nariz, los senos frontales e incluso los oídos, son causa de frecuentes catarros y bronquitis. Otro daño causado por el tabaco es el cáncer, cáncer de labios, de boca, de pulmón, de laringe: el envejecimiento prematuro de la piel también puede ser una consecuencia de fumar, además de la producida por el sol por exposición indebida al mismo, etc., pues existen muchas más enfermedades que directa o indirectamente son debidas a su acción.

Como el alcohol, el fumar es una fórmula social tan extendida que muchísimas personas no conciben una conversación si no fuman unos cigarrillos o beben unas copas. Siendo el alcohol un depresivo, la voluntad para desterrar de sí estos hábitos negativos es menos activa, por tanto el esfuerzo que debe realizarse ha de ser mayor.. Como el alcohol el tabaco produce dependencia, y cuando el ego desencarna, el ansia de fumar continúa en el cuerpo astral. El doble etéreo del cuerpo es particularmente sensible a los constituyentes volátiles del alcohol, del tabaco y de las drogas, e incluso puede ser dañado gravemente por ellos produciendo enfermedades psíquicas que hacen sufrir enormemente a los que las padecen.

Las drogas, tanto las duras como las blandas, también ejercen una influencia negativa sobre el que las consume, sus efectos nocivos se manifiestan más rápidamente que en el alcohol o el tabaco. Sobre el uso de las drogas quiero hacer una aclaración; el uso de la droga se practicaba y se practica en el lejano Oriente para facilitar la meditación y el éxtasis religioso; por otra parte ciertas sectas tomaban también la droga “cannabis” para hacerse más feroces. En el Cairo, durante los años 30, “la cannabis” fue el centro de una subcultura subversiva; los músicos americanos de jazz la usan socialmente y creen que incrementa su sensibilidad musical; en los países más desarrollados, los estudiantes la tomaban y aún la toman, como forma de rebelión; en movimientos juveniles contestatarios ha sido tomada la droga como un rito. En cada situación la droga produce diferentes efectos, por tanto quizás hayamos de distinguir a los que la usan indiscriminadamente, , solamente por las sensaciones que producen, y a los que la utilizan para fines terapéuticos o religiosos. No obstante el hábito de drogarse, produce efectos iguales o peores que los del alcohol o los del tabaco que también son otras drogas. Los órganos más afectados son los más vitales para la vida; el hígado, riñones, el cerebro, el sistema nervioso, el circulatorio, etc.

Hemos hablado con alguna extensión de los hábitos negativos – peligrosos algunos de ellos. Actualmente aquellos que teniendo alguno de estos hábitos siente el deseo de liberarse de sus efectos perniciosos, encuentran a su disposición muchas formas de ayuda que se han ido generando en la medida de la demanda de auxilio existente en cada momento. Pero me gustaría hacer una reflexión. Nuestro cuerpo físico, tal como ya he expresado en esta charlo, como también en otras ocasiones anteriores, es nuestro instrumento; un instrumento que por sus prestaciones, nos inducen a pensar en la tremenda capacidad de las mentes que lo han proyectado y de los incontables años que se han invertido para que llegue a ser como es y alcanzar a dar el rendimiento que de él se espera si sabemos utilizarlo correctamente. Por tanto al hacer uso de este instrumento, adquirimos una responsabilidad en lo que respecta a su conservación y uso. No podemos, disponer a nuestro antojo de nuestro cuerpo simplemente para conseguir el grosero placer que pueda producirnos, dadas sus reacciones a determinados estímulos. Estoy convencido que la finalidad de este instrumento tiene connotaciones más elevadas, hasta conseguir que sea el medio por el cual podamos obtener experiencias, a través de nuestra relación con los demás, que nos eleven espiritualmente. Tampoco podemos destruirlo – en ocasiones violentamente – porque nuestra cobardía nos impulse a la evasión ante las exigencias de determinadas circunstancias que nos puedan parecer desagradables, y ante las que nos sintamos – por nuestra ignorancia – incapaces de enfrentar. Consumir drogas para experimentar el grosero placer que puedan producirnos, si lo hacemos de manera contumaz, puede ser un suicidio encubierto. Y según la Ley del karma, la vida, en esta o en otras etapas, nos ha de pasar factura.

Nada más, hemos llegado al final y ahora son ustedes con sus preguntas los que pueden dar un mejor sentido a todo lo dicho.

Gracias
Rafael Conca Botella

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