La vida va poniendo por delante de todos nosotros sus pruebas, sus anhelos, sus dificultades, sus alegrías y sus regalos. Vamos caminando por el bosque, en ocasiones con cansancio y pesadumbre, y de repente vemos un destello que corretea por el suelo, que no sabemos muy bien qué es, y lo seguimos por los caminos y al final ese destello nos lleva hacia un claro donde hay un tesoro.

El tesoro no es una olla con monedas de oro, es algo más sutil, que brilla con colores distintos, pero que nos deja un halo mágico en nuestra mente y en nuestro corazón. Y ese tesoro nos acoge y nos resguarda y ahí queremos quedarnos, recibiendo también el calor del sol.

 

 

Con ese halo mágico en nuestro interior, todavía aturdidos por haber encontrado ese regalo, continuamos caminando por el bosque, que unas veces sigue oscuro, pero que en otras ocasiones se muestra amable y nos ofrece espacios en los que llega el sol a calentarnos por dentro y por fuera. Y el tesoro permanece en nuestro recuerdo con un rastro de irrealidad pero también de verdad, y notamos que de vez en cuando nos alumbra.

Cuando ese destello aparece es como si todo lo demás pasara a segundo plano. “Todo lo demás” son las barreras que hemos construido y que nos han construido a nuestro alrededor, toda la educación que hemos adquirido y que nos han impuesto, todos los patrones que conforman nuestra manera de pensar y de actuar, y que nos separan del otro. Muchos de ellos, los patrones que nos condicionan, nos son ajenos pero los arrastramos como nuestros como si fueran pesadas cadenas. Y nos separan del otro.

Nos quitamos ese “todo lo demás” de los hombros, cortamos las cadenas que nos aprisionan, cerramos los ojos y notamos que se nos quita un peso de encima. Nos sentimos livianos. Descubrimos entonces que ese destello, ese tesoro, es nuestra común humanidad, y algo viene a nuestra mente y a nuestra alma que nos dice: “todo está bien” y nos llena de una especie de gozo que no nos es fácil traducir en palabras.

Así pues, cuando el ánimo nos baje, cuando el día sea lluvioso, cuando la vida nos vaya marcando sus pautas en este camino de vuelta, podemos pensar en ese destello.

Y entonces, al pensar en ese destello, en nuestra alma llevaremos siempre con nosotros la luz del sol radiante.

{jcomments on}