Estas líneas surgen como continuación a la tira de El Roto de la que se hizo eco el blog el pasado 17 de diciembre y que traigo de nuevo aquí. Pienso que es importante debatir sobre este asunto y pensar en propuestas. Aspiraría a que desde el blog trabajásemos en posibles ideas que algún día pudieran formar una síntesis a elevar al Presidente del Gobierno y al secretario General de Naciones Unidas. Mi escrito es muy modesto y sin duda parcial y simplista, pero intento abrir un debate sobre el que quizás podemos trabajar con más profundidad.

La filosofía imperante:

La filosofía es clara, tan clara que nadie del establecimiento la cuestiona. Viene a ser la siguiente: el gasto en armamento y el enorme coste de los ejércitos deben mantenerse siempre y se justifican plenamente por 4 razones principales: (1) la fabulosa tecnología desarrollada por la industria del armamento es posteriormente utilizada en aplicaciones civiles. Así, se nos recuerda con frecuencia que Internet y el email fueron desarrollados por el complejo militar; (2) la industria del armamento genera empleo, estabilidad, beneficios: son muchos los proveedores y las familias que viven de ello; (3) la necesidad de protección sigue percibiéndose como fundamental: “éste es un mundo de lobos, y si no estamos armados hasta los dientes otros (países o grupos terroristas) vendrán a quitarnos lo nuestro”. Finalmente, (4) los países poderosos defienden la necesidad de estar fuertemente armados en virtud de su visión del liderazgo mundial, que requiere de gendarmes (nosotros) que trabajen en acciones preventivas o de castigo.

Esta es la filosofía imperante hoy. Pocos se plantean la posibilidad de copiar el modelo de Costa Rica (país sin ejército) o de Bhutan (país que tiene delegada su defensa a India). Todos queremos tener nuestro ejército. Afortunadamente, ya no existe el “Ministerio de la Guerra” pero sigue existiendo el Ministerio del Ejército. Los desfiles militares se mantienen en el Siglo XXI.

Algunos datos:

Los datos son abrumadores. Traigo aquí algunos de ellos: (1) Según el Instituto para la Investigación de la Paz de Estocolmo (SIPRI), la fuente más autorizada en este tema, el gasto en armamento en 2008 fue de 1,46 billones de dólares (billones a la española, esto es, 1.464.000 millones de dólares, equivalente a 4.010 millones de dólares diarios). Ello significa que desde 1998 el mundo ha aumentado un 50% su consumo de armas. Este gasto es solo una parte del gasto total en defensa; (2) cuatro de los cinco miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (Francia, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos) son responsables del 78% de las exportaciones mundiales de armamento; (3) el presupuesto militar de Estados Unidos es equivalente al 48% del total mundial. La flota estadounidense, con 14 grupos de portaviones, es más poderosa que las siguientes 12 sumadas, y de esas 12 flotas, 10 son de países aliados; (4) una parte enorme de los fondos se gasta en programas muy avanzados y caros que a menudo se abandonan porque no son viables (por ejemplo aviones diseñados como respuesta a un prototipo soviético que nunca se llegó a producir); (5) el presupuesto militar está en torno al 6% del PIB en Estados Unidos (en Europa oscila entre el 2% y el 4%); (6) como aspecto positivo, desde el final de la Guerra Fría, el número de cabezas nucleares de Estados Unidos y Rusia ha disminuido desde unas 13.000 por país hasta aproximadamente 5.000.

Los recursos destinados al armamento son, pues, ingentes. Y la mayoría de estos recursos o se pierden sin utilizar o se utilizan en matar y destruir. El escape energético que sufre la Humanidad por todo ello es colosal: destruir permanentemente para luego construir.

El gatillo fácil. La acción y reacción. El interés de fabricar guerras:

Personalmente, la invasión de Irak en 2003 me abrió los ojos respecto del interés de ciertas partes del sistema para promover guerras: “la guerra perpetua para alcanzar la paz perpetua”, que denunciara Chomsky. Irak nada tuvo que ver con el 11 de septiembre y en Irak no había terrorismo, pero aún así ciertos poderes muy próximos trabajaron en la estrategia del miedo para intentar presentar a la opinión pública la necesidad de derrocar al otrora aliado. La investigación parlamentaria en el Reino Unido puede todavía dar algunos frutos en este campo. El debate sobre la “guerra justa” que ya abriera Francisco de Vitoria siempre está abierto y ahora, tras lo ocurrido estos años, es poco nítido. El esfuerzo aliado en la Segunda Guerra Mundial es, a mi entender, lo más parecido a la “guerra justa”, pero hay ciertas decisiones, como el bombardeo de Dresden en 1945 que son altamente cuestionables. Ya Winston Churchill reflexionó sobre ello, con gran dolor. Las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, además de destinadas a procurar la rendición sin condiciones de Japón, iban también dirigidas (quizás primordialmente) y como forma de advertencia a Stalin y la URSS.

Hay un hecho evidente: la salud y la continuidad de la industria del armamento dependen en gran medida de los pedidos recibidos y por ende de la existencia de conflictos entre países, o de tensiones al borde del conflicto, como es la sempiterna entre India y Pakistán a propósito de Cachemira. El conflicto puede ser real o imaginario, pero está claro que si alguien está armado hasta los dientes (normalmente por Occidente), la tentación de usar ese armamento es elevada. Este es el origen de la invasión de Kuwait por Irak en 1990 o de la invasión de Irán por Irak en 1980… y de tantos otros casos.

El gatillo fácil, la acción y reacción, el enorme beneficio de las guerras para ciertos sectores de la población, son temas que están en la mesa y que forman parte del especial mercado del armamento.

¿Hay algo a hacer?

La pregunta que me hago es doble:

• ¿Puede destinarse una parte importante del gasto en armamento a otro tipo de inversiones que generen además empleo y tecnología?

• ¿Pueden reducirse los efectivos militares sin menoscabo a “estar protegidos” ante posibles amenazas externas?

Mi respuesta a las dos preguntas es si.

En cuanto a otro tipo de inversiones que generen empleo y tecnología, planteo cuatro posibles áreas de inversión alternativa:

LA primera es la educación. ¿Cuántas becas podrían financiarse con el coste de un helicóptero militar? Por ejemplo, cada soldado extra norteamericano en Afganistán supone un coste de 1 millón de dólares al año. El contingente acaba de aumentar en 40.000 soldados: 40.000 millones de dólares que podrían destinarse a educación. Asumamos generosamente 100.000 dólares por beca y por año. Significaría formar a 400.000 personas por año en las mejores universidades del mundo. La cifra no es irrelevante. Disminuiría la inversión en armas para esos 40.000 soldados, pero aumentaría la inversión para dotar de ordenadores portátiles, libros, laboratorios, campos de deportes., etc. a esos 400.000 estudiantes… Imaginemos por un momento 400.000 estudiantes afganos en las mejores universidades y colegios europeos y americanos, o mejor aún, en universidades creadas en su país.

La segunda es el saneamiento. Vargas Llosa denunció hace tiempo que una parte muy importante de la humanidad vive literalmente rodeada de excrementos, los propios y los ajenos, y sin acceso al agua potable. La película “Slumdog millionaire” en sus primeras escenas lo muestra muy bien. Ello genera una miseria recurrente, honda, profunda, brutal en todos los aspectos. La inversión en armamento podría dirigirse en parte a “sanear” el mundo. Los mejores inventos humanos se desplazarían desde la industria del armamento a la del saneamiento. El empleo que se pierde en armamento sería recuperado por el empleo que absorberían otro tipo de industrias, las destinadas a este saneamiento (conducción, potabilización, depuración de aguas, riego, reforestación). Los ingenieros seguirían trabajando, pero en vez de dedicar sus esfuerzos a inventar armas cada vez más letales los canalizarían a procesos y productos para aumentar el bienestar.

La tercera es la prevención de catástrofes y la reforestación. Los diques de Nueva Orleans no estaban a punto en 2005 porque en Nueva Orleáns no se había invertido lo suficiente, las riadas del tercer mundo se llevan miles de vidas por delante porque las chabolas están asentadas en los cauces de los ríos, los terremotos asolan el tercer mundo porque las casas están mal construidas… Y la reforestación es asunto también urgente y necesario, tal como acabamos de ver en la impactante foto de las montañas entre Haití y la República Dominicana: desierto en Haití, vergel en Santo Domingo.

La cuarta, finalmente, es toda la inversión posible en la sustitución de chabolas en los barriadas de las grandes megápolis por viviendas dignas.

En cuanto a la necesidad de estar protegidos, parto del hecho de que los ejércitos de los países más desarrollados son hoy por hoy elementos fundamentalmente de disuasión que raramente son utilizados para defenderse y que por ello podría plantearse tender a su reducción y especialización al máximo. Para ello sería antes necesario un gran cambio de mentalidad y un ingente trabajo diplomático. Preocupa por ejemplo que China se arme hasta los dientes, pero Estados Unidos no está autorizado a pedir a China que no se arme si los propios Estados Unidos están armados hasta los dientes… Es necesario combinar capacidad defensiva con una cierta coherencia de planteamientos, coherencia hoy por hoy muy frágil.

La Unión Europea podría decidir contar con un gran ejército dispuesto a actuar ante cualquier amenaza externa o en misiones humanitarias concretas. Este ejército sería dotado por todos los países miembros, que a su vez disminuirían paulatinamente sus ejércitos hasta, digamos, un 50% de su tamaño actual en una primera fase, liberando ingentes recursos. Cada país mantendría un ejército sumamente entrenado y especializado con, digamos, un 50% de los efectivos actuales, y la Unión Europea tendría el suyo propio, con unas impresionantes sinergias de ahorro de costes. Una vez formado este ejército, la OTAN sería redundante y habría de desmantelarse, tal como se desmanteló el Pacto de Varsovia.

En cierto modo las bases para un ejército común existen ya: Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, España y Bélgica aceptaron en julio de 2000 gestionar conjuntamente sus programas de equipamiento de defensa a través de la Organization conjointe de coopération en matière d’armement, OCCAR, vinculada a la Agencia Europea de Defensa. Se trata de profundizar mucho más en esta línea. Podría establecerse un programa a 50 años, con una disminución paulatina año a año que no fuera traumática, y centrando los esfuerzos inversores en grandes proyectos como el A400M.

Este modelo exigiría por supuesto un aumento de los recursos destinados a la prevención de conflictos y a la inversión directa, y un pacto entre los países exportadores de armamento, que como hemos visto no son muchos, para disminuir drásticamente su comercio.

¿Por dónde empezar?

Hablamos de un horizonte a 100-200 años vista. Una primera posibilidad es que los gobiernos hiciesen una conferencia titulada: “Reducir los ejércitos en el horizonte 2010-2100”. Sería un comienzo muy concreto, mucho más centrado que la vaga “Alianza de Civilizaciones”, con muchas cifras y propuestas de uso alternativo de esos recursos. Esta conferencia podría ser propuesta por el Gobierno de España, aportándose (1) cifras concretas del gasto actual, (2) el posible uso alternativo de ese gasto (ya convertido en inversión) en otros sectores, (3) una propuesta de reducción de los ejércitos de la Unión Europea para disminuir multiplicidades de gastos y (4) un esquema de nuevas vías de diálogo y diplomáticas para encauzar un mundo con menos ejércitos y armas y por ello con menor capacidad de conflicto, probablemente a través de una reforma de Naciones Unidas.

Mi propuesta es someter al blog un nuevo texto que incluya las ideas que aportemos el día del debate, un documento de síntesis más elaborado que éste. Cinco o seis ideas fuerza que caigan por su propio peso y que sean practicables en un horizonte de largo plazo. Nada puede hacerse de la noche a la mañana, pero a largo plazo todo es posible. Creo que este debe ser un área de trabajo prioritaria para los gobiernos del mundo y también para los ciudadanos del mundo.

Publicado en el blog de Mario Conde el 7 de febrero de 2010
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