La Humanidad, como un todo, sigue su eterno proceso evolutivo que implica, en sí mismo, una constante renovación de las formas expresivas que constituyen su campo de experimentación. Es muy difícil determinar, basándonos en normas anteriores, generalmente coloreadas por nuestros deseos en el momento de promulgarlas, lo que es correcto y diferenciarlo de lo que no lo es. Ha de ser nuestra propia conciencia la que nos guíe en ese laberinto de conceptos y nos permita discernir, hasta donde le sea dado, esa diferencia.

Actualmente estamos inmersos en una controversia, llevada a extremos emocionales creo que excesivos, para determinar unos conceptos que si en el pasado, debido a las normas vigentes (hábitos, costumbres, actitudes, criterios, etc) tuvieron aplicación por la ignorancia y el autoritarismo existentes en ese pasado, que se creía a pies juntillas que expresaban una verdad divina, en el presente, por la presión de ese constante proceso renovador, las normas, hábitos y costumbres, han tenido que sufrir una nueva orientación para adaptarse a los criterios que cada generación trae consigo, y que no encuentran canales para su manifestación en dichas normas, por tanto, muchas de ellas, resultan obsoletas para las nuevas interpretaciones de la verdad.

La Humanidad, como un todo, sigue su eterno proceso evolutivo que implica, en sí mismo, una constante renovación de las formas expresivas que constituyen su campo de experimentación. Es muy difícil determinar, basándonos en normas anteriores, generalmente coloreadas por nuestros deseos en el momento de promulgarlas, lo que es correcto y diferenciarlo de lo que no lo es. Ha de ser nuestra propia conciencia la que nos guíe en ese laberinto de conceptos y nos permita discernir, hasta donde le sea dado, esa diferencia.

Actualmente estamos inmersos en una controversia, llevada a extremos emocionales creo que excesivos, para determinar unos conceptos que si en el pasado, debido a las normas vigentes (hábitos, costumbres, actitudes, criterios, etc) tuvieron aplicación por la ignorancia y el autoritarismo existentes en ese pasado, que se creía a pies juntillas que expresaban una verdad divina, en el presente, por la presión de ese constante proceso renovador, las normas, hábitos y costumbres, han tenido que sufrir una nueva orientación para adaptarse a los criterios que cada generación trae consigo, y que no encuentran canales para su manifestación en dichas normas, por tanto, muchas de ellas, resultan obsoletas para las nuevas interpretaciones de la verdad.

Pienso que la Verdad – con letra mayúscula – es eterna y permanece inalterable; pero sí cambian constantemente, al no entenderla en todas sus magnitudes, las interpretaciones que de ella hace el hombre en cada cambio generacional. Éstas son utilizadas para reorientar sus propios ideales y conciliarlos con las mismas. Estos ideales se modifican – sin perder su esencia – al mismo ritmo que cambian las nuevas formas expresivas.

Actualmente la sociedad española se halla inmersa en una serie de desafíos que están poniendo a prueba su capacidad de comprensión. El triángulo “divorcio – aborto – matrimonio gay”, está en efervescencia, y uno de sus vértices, el que está formado por el matrimonio entre personas de un mismo sexo y su implicación en el concepto familia, está alcanzando cotas de protesta iguales a las alcanzadas por el vértice aborto. Un triángulo en el que se concentran una serie de fuerzas en tensión de tal magnitud que están cambiando la fisonomía de una sociedad que no acaba de salir de un desconcierto para entrar en otro. Y pienso que no es para menos pese a lo habituada que está a las cosas asombrosas.

Tengo la impresión que la sociedad española – por lo menos una parte de ella – y también una parte de la sociedad occidental, están todavía aferradas a un tipo de educación inspirada mayormente por criterios religiosos. Una educación que se está desmoronando sin saber aún como se debe proceder para su reparación. Conceptos que hasta hace poco se tenían como “sagrados”, como, por ejemplo, la indisolubilidad del matrimonio o la conservación de la vida del feto, ahora están sufriendo tales sacudidas que amenazan con derrumbar el edificio educacional. Creo que en la etapa que estamos viviendo muchos de los conceptos tabú están saltando por los aires . Y no son los gobiernos los que marcan el ritmo del proceso de estos cambios, sino la propia sociedad, esa parte inconformista y “rebelde” de la misma que ya no acepta los convencionalismos seculares impuestos por criterios religiosos, que les resultan tan estrechos, que los consideran calcados de aquellos que prevalecían en el pasado decimonónico.

El movimiento feminista fue uno de los primeros signos de rebeldía de una parte importantísima de la sociedad. El despertar de las mujeres y su incipiente rechazo a las normas establecidas en las que ellas se llevan siempre la peor parte, adquirió tal vigor que rompió con la mayoría de los moldes establecidos; su marcha para conquistar todos sus derechos es imparable. Ya no nos extraña ver a una mujer al frente del gobierno de una nación, como tampoco nos extraña verla ocupando puestos importantes en los cuadros militares, o en los de la policía. O conduciendo un camión de gran tonelaje.

Como tampoco nos extraña ya – aunque algunos aún lo rechacen – el movimiento gay. No hace aún tanto tiempo cuando era considerado un homosexual que tenía la “desfachatez” de manifestarse como tal, como un individuo merecedor de burla y de desprecio. Ha tenido que luchar desesperadamente este movimiento – aún está luchando – para alcanzar las elevadas cotas de respeto y aceptación que ha conseguido hasta ahora, preferentemente el de sus frutos que no han tardado mucho – en el tiempo – en florecer y madurar. El reconocimiento oficial de algunos de sus derechos por determinados gobiernos – entre ellos el español – en los que se sitúa entre otros el derecho de contraer matrimonio, casarse o unirse legalmente, dos personas del mismo sexo, y también, el reconocimiento de todos los derechos legales anejos, como por ejemplo, la adopción de hijos; (derechos exactamente iguales a los que se les reconoce a los matrimonios entre personas de distinto sexo), está marcando hitos que hasta ahora eran impensables. Constituyen estos reconocimientos, en los que se incluyen los del divorcio y los de la interrupción del embarazo, como una renovación de algunas de las partes de ese edificio educacional que muchos consideran ya obsoleto.

Es natural que la prudencia de estos gobiernos les obligue a dictar normas reguladoras que puedan evitar en principio, conductas poco sociales.

El criterio que se ha venido utilizando para expresar el concepto “familia” no es ninguna excepción en este proceso renovador. No hace falta aportar ejemplos, pienso que nuestro propio sentido común es suficientemente amplio en su comprensión, para abarcar este concepto y situarlo en ese nuevo lugar que le corresponde.

Creo sinceramente que las tradiciones eclesiales tendrían que ser revisadas por los sacerdotes de corazón puro y puestas al día si se quiere que la religión sea algo vivo y luminoso; que sus enseñanzas, aun siendo eternas como lo son, deberían ser renovadas en sus formas expresivas de manera asidua y en línea con el nivel de inteligencia de los verdaderos creyentes. También pienso que el cristianismo y sus Iglesias, mejor dicho, las Iglesias que difunden las enseñanzas que impartió Cristo, deberían hacer una profunda revisión de sus normas exotéricas y conciliarlas con el auténtico y primitivo cristianismo. ¿Cómo creemos que procedería Cristo si Se encontrase con la problemática actual planteada entre otros factores importantes por las disyuntivas que está creando este triángulo “divorcio – aborto – matrimonio gay” (que en sí constituye otro triángulo)?. Quizás algunos puede que opinasen que Su visión englobaría a toda la Humanidad y a sus problemas, (hambre, guerras, terrorismo, drogas, etc. como también a los que plantea a nivel planetario la ambición negativa de poder, la codicia, la intolerancia, y el vicio en todos sus aspectos). Y quizás más allá de todo esto viese nítidamente el camino que sigue el proceso evolutivo humano hacia el progreso y la perfección. Puede que se sonriese internamente y que su dulce sonrisa se reflejase en su rostro. Ella y Su mirada, profunda, indagadora pero llena de amor por todos, de ese amor que predicó cuando estuvo en la tierra, nos dijese: “Seguid caminando y no pequéis más contra vuestro prójimo. El amor os unirá a todos”.

Un fraterno abrazo de vuestro servidor y amigo

RAFAEL CONCA BOTELLA

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