En Sishu Bhavan y Daya Dan, ambas casas de la Madre Teresa, fue donde hicimos las dos últimas actuaciones de este increible periplo por India. Sin duda, como ocurrió en Etiopia, en las casas de la caridad fue donde la dificultad se unió a la angustia. Estábamos agotados hasta que asomamos la cabeza de payasos y vimos a esas criaturas ansiosas de novedad. Trescientos hermosos niños que esperan adopción fueron abrazados por un momento por la luz de la alegría. Por un momento, mientras visitábamos las habitaciones al final de la actuación y los pequeños ángeles corrían para abrazarnos soñábamos con poder adoptarlos a todos. Con llevarlos metidos en nuestros bolsillos, entre nuestros brazos, abrazados al cuello como hacían con desesperación suplicando un hogar. Por un momento… Pero alli están las hermanas de la Caridad, verdaderos ángeles de grandes sonrisas que abrigan con sus amplias y eternas alas-almas a esas criaturas… Una de ellas nos acompañó en la visita. Miraba sus ojos puros, su sonrisa infinita, su pureza, su entrega. Se podía sentir su amor por todo. En la despedida sonaba música celestial. Me paré por un instante en la penumbra de un pasillo. No pude evitar la emoción. Habíamos cumplido nuestra modesta y humilde mision, habiamos conseguido sonrisas, alegría, momentos inolvidables. Por un minuto todo el trabajo, todo el esfuerzo sucumbió en lágrimas. La felicidad es así y merece la pena seguir sus sendas… Por eso mañana volvemos a Bombay… y de ahi a España con la esperanza de no olvidar el aprendizaje, con la ilusión de seguir caminando por estos maravillosos caminos. La felicidad es posible, incluso en los lugares mas insospechados, en las situaciones más dificiles. La felicidad está en las cosas simples. Y nunca había conocido una fábrica de crear felicidad más sencilla que una sonrisa. Por eso la emoción… De ahi la plenitud…

Buena Voluntad en Acción

En el Sudder Street hay un ejercito de voluntarios. La mayoria de ellos japoneses, pero sobre todo españoles que se reparten entre el hotel María y la tasca vasca, lugar donde te sirven tortilla de patatas y gazpacho. Hay que tener cuidado con la comida o el agua ya que te pueden jugar una mala pasada tarde o temprano. Sentido comuún, nos dicen siempre. Habiamos aguantado hasta elúultimo momento sin mayores incidencias aparte del cansancio y el agotamiento exhausto, pero hoy los payasos han pinchado y a punto han estado de no poder actuar en las dos escuelas que teníamos comprometidas en el barrio que se conoce como la Ciudad de la Alegria. Kolo Kolo totalmente agotado y Kili Kili andaba suelto de estómago. Cinco minutos antes de la segunda actuación, a punto de vomitar, sacamos fuerzas de donde no las había y dimos nuestro particular espectáculo. Kolo Kolo solo podia responder con un recurso improvisado que utiliza cuando Kili Kili se sale del guión: “Kili Kili is a little crazy“. Kili Kili, carente de memoria, suele olvidarse del guión ensayado una y otra vez y termina improvisando cualquier gracia que Kolo Kolo soporta con santa paciencia. Al final todo salió afortunadamente bien y la terapia del show y las risas sirvieron para levantar el alma. Los abrazos de los niños y el agradecimiento que ofrecen sus inocentes miradas son bálsamo suficiente para levantar cualquier espíritu. Y eso, precisamente eso es lo que consigue que ese ejército de voluntarios vuelvan una y otra vez a este increible mundo donde el cielo y el infierno se confunden con cierta facilidad. Un ejército de soldados invisibles que no se cuestionan cuánto dejan atras, sino cuánto pueden aportar con su humilde trabajo. Los ves a todas horas y en todas partes, la mayoria exhaustos pero sonrientes. Cuentan con orgullo las veces que han vuelto a esta ciudad, lo mucho que dan y reciben. Lo mal que lo pasaron el primer día en la casa de moribundos, las pesadillas durante días, los llantos en las esquinas, el dia que tuvieron que ayudar a amputar un dedo o una pierna… Pero también los maravillosos cantos de las misioneras de Calcuta, o de las niñas que viven en ese paraíso a tres horas al sur, en la selva. Todo eso lo cuentan en la tasca vasca, o a la puerta de Casa Madre, o en las esquinas, sentados mientras hablan con mendigos o niños abandonados. Hay un espíritu que los mueve, una fortaleza que los conmueve, una energía de otro mundo que les impulsa a ayudar, a volver, a ir a sus familias y amigos con el testimonio de que hay mucho que hacer, de que hay una utopía que alcanzar, un mundo nuevo en el que creer. Respiran melancólicos cuando se sientan en su sofa de skay, alli en el primer mundo, viendo como les sobra todo, observando que nada material tiene importancia porque nada permanece y todo es provisional. Apagan la television de plasma y miran con extrañeza el microondas. Recuerdan que las misioneras de Casa Madre no poseen nada: ni siquiera lavadora, ni maleta. Tan solo tres saris (vestidos) y un par de sandalias. Y es que la vida nos provee de la esperanza de un presente hermoso y facilón para luego arrebatarlo sin miramientos. Eso se aprende rápido en India, especialmente en Calcuta, donde todo esta por hacer, donde todo es provisional, donde todo pesa poco porque la vida y la muerte rebosan en todos sus rincones.

Si alguien puede venir a India recomiendo que lo haga. Que visite Casa Madre, que trabaje de voluntario un par de días, un par de semanas. Las Hermanas estaran encantadas y te darán a cambio un desayuno a base de un trozo de pan y alguna banana en los dias de mejor lujo. Además, una sonrisa que no tiene precio, porque es profunda, sincera, desesperada. Hay mucho que hacer, la jornada empieza temprano. Y luego el premio: la vuelta a casa respirando un profundo perfume que atraviesa los poros de tu vida futura, por siempre, para siempre… Mañana será nuestro último dia en Calcuta. Mañana nuestras dos últimas actuaciones en Casa Madre. Será dificil, como lo fue en Etiopía, pero estaremos dispuestos a arrebatar al mundo un par de sonrisas mas antes de partir… Que la vuelta sea buena… que la vuelta rebose alegría y esperanza…

{jcomments on}