Vivimos tiempos llenos de posibilidades y de retos en los que somos protagonistas como nunca antes lo hemos sido. Toda la información está a nuestro alcance a golpe de clic, cambiando nuestra relación con el conocimiento desde algo exclusivo, cerrado a unos pocos, a algo que se regala al mundo para el que quiera aprehenderlo.

En este mundo en red, los compartimentos estanco saltan por los aires, y las fronteras físicas y mentales se diluyen según despertamos a otras realidades que antes estaban fuera de nuestro radar. Empezamos a ser conscientes de otros campos a los que antes no teníamos acceso.

En la experiencia diaria sentimos que el conocimiento no basta y que más allá, en otro plano superior, está la sabiduría, a la que accedemos por la intuición: pero no en el sentido que normalmente damos a este término sino en el más elevado de información que nos llega desde el ser, desde el alma. Y en nuestro camino evolutivo vamos ganando niveles de consciencia. Las enseñanzas del antiguo testamento son superadas por las del nuevo, y nuestro ámbito de fijación en “lo mío, en nuestro pequeño mundo”, va poco a poco abriéndose para abarcar al otro, que también (finalmente) puede convertirse en prójimo.

Los pedagogos hablan de que los bebés que están llegando al mundo llegan muy despiertos, con ojos muy atentos que focalizan la visión antes que los bebés de antaño. Para los que creemos en la reencarnación, estos bebés son almas que vuelven a la materia con una dosis adicional de consciencia, y con necesidad de remangarse en el servicio en unos tiempos quizás más urgentes que otros pasados, en los que la humanidad está despertando, no sin conflicto, a la interrelación de todo y de todos.

Dicen los místicos que todo está aquí abajo, el cielo y el infierno. El infierno es aparente, el cielo lo es menos. Pero ellos nos dicen que lo ven, sus antenas son más finas que las nuestras, sus pieles captan otras realidades: ven donde los demás no vemos. Y ven la belleza, la armonía y el gozo posibles. Algunos hablan de un éxtasis, que a veces, en momentos muy puntuales de nuestras vidas, también captamos nosotros.

La mayor consciencia de la humanidad se expresa de múltiples formas, muchas de ellas (como debe ser) muy prácticas. Un buen y solidario sistema de prestación de desempleo significa mayor consciencia para ayudar al necesitado; una sanidad universal y cuasi gratuita, es mayor consciencia a la solidaridad en el infortunio que nos debemos unos a otros; un sistema fiscal progresivo permite repartir la riqueza, y así sucesivamente. Esta consciencia hacia lo social, hacia el conjunto, es un foco potente hacia la fraternidad.

Junto a ello perduran formas pasadas, rígidas pero perfectamente entendibles. Algunos lo llaman realismo. Se trata de tener la pistola cargada y preparada porque el vecino vendrá a matarme. Es una consciencia que nos ha acompañado siempre: la de la amenaza y la violencia. Nos lleva a construir vallas, murallas, a separarnos del otro, a aniquilar al otro, que es una amenaza por ser diferente. Esta consciencia está grabada en nuestras neuronas, en nuestros patrones de pensamiento. De nuevo en teoría evolutiva (de nuevo hablando de reencarnación) es perfectamente entendible pues nuestro historial en la tierra ha sido en gran parte ese. La violencia sobre el otro.

Pero hay una nueva consciencia que se abre. Para los teósofos es la consciencia crística y búdica, que finalmente tendrá que habitar en todos nosotros, pues al final “todos podemos ser Cristo, todos podemos ser Buda” (creo en esta posibilidad). Otros son menos ambiciosos, pero reconocen e intuyen la fuerza del amor, de la compasión, del sacrificio, como fuerzas superiores al odio, al desprecio, al egoísmo. Y además de reconocerla, la ponen en práctica: son millones de seres en el mundo, limpios de corazón, ahora mismo.

La mayor consciencia a la que empezamos a despertar es un proceso irrefrenable y genera conflicto, no puede ser de otro modo. Por ejemplo, cuando a principios del siglo XIX las mujeres sufragistas pedían el derecho de voto, los policías les golpeaban con las porras para acallarlas. Esas mujeres tenían la consciencia de que la mujer tiene el mismo derecho que el hombre, algo que a una parte de la humanidad hoy nos parece obvio, pero que entonces no lo era. Por ejemplo, cuando Rosa Parks decidió que no se levantaba del asiento reservado a los blancos…. Tantos y tantos ejemplos…. Mi propia creencia en la reencarnación en épocas pasadas me hubiera llevado directamente a la hoguera, y en cambio hoy será compartida por unos y rechazada por otros, pero desde luego no me llevará la hoguera. Este abrirse a la consciencia es algo paulatino, personal, pero también el impulso colectivo puede ayudarnos, entre otras cosas para recordarnos que no estamos solos.

Alguna vez hemos recordado el bello sutra de las enseñanzas del Agni Yoga, que dice así:

“Caminante, amigo, viajemos juntos. La noche está próxima, hay animales salvajes alrededor, y nuestra hoguera puede apagarse. Pero si acordamos compartir la vigilia de la noche, podemos conservar nuestras fuerzas.

Mañana nuestro camino será largo y podemos acabar exhaustos. Caminemos juntos. Tendremos alegría y alborozo. Yo cantaré para tí la canción que tu madre, tu esposa y tu hermana cantaron. Tu me relatarás la historia de tu padre del héroe y sus logros. Que nuestro camino sea uno.

Ten cuidado de no pisar un escorpión, y avísame de las víboras. Recuerda, hemos de llegar a cierto poblado en las montañas.

Viajero, se mi amigo”.

 Desde muchos ámbitos nos llamamos los unos a los otros para ser amigos, para vivir esa mayor consciencia, ese caminar juntos en armonía y con propósito, en la búsqueda de ese poblado en las montañas. Este Foro, como recordaba Rio el otro día en el desayuno, es uno de esos instrumentos para caminar juntos, para intentar aprender, para intentar abrir la consciencia.

 Desde el pequeño ámbito de actuación de Fundación Ananta hemos puesto en marcha uno de los muchos recordatorios de esta nueva consciencia que se abre y a la que nos abrimos para hablar del sentido de la vida. Algunos amigos del Foro estáis ya al tanto: a otros os alerto ahora agradeciendo este espacio para poder hacerlo. Es el sábado 25 de septiembre.

 Los dos ponentes nos regalan su tiempo y su experiencia, y también su distinta sabiduría, para hablarnos del sentido de la vida. Vienen de lejos generosamente para compartir su consciencia. Pienso que puede ser un bonito momento para el encuentro, para recuperar la respiración consciente, para cargar el interior con alegría y con sentido del rumbo.  Para pensar, todos juntos, y desde la fuerza del grupo: “Que nuestro camino sea uno”.

Joaquín Tamames, 15 septiembre 2010