Desde muy pequeño una idea latía de modo impenitente, y por su frecuencia e intensidad casi impertinente, por mis adentros. Algo me conducía a creer que los humanos respondemos a un molde único en el que coexisten diferentes submoldes. Posteriormente comencé a llamarles biotipos. Al inicio los clasificaba solo por su apariencia física y encontraba realmente muchas coincidencias en los sujetos que, después de examinarlos con cierto detalle, adjudicaba a alguno de esos biotipos.. Pero pronto empecé a percatarme de que semejante idea, de primera y segunda derivadas mas bien complejas, podía acabar en un cierto componente obsesivo y arrastrarme, salvo control férreo, a mundos alejados de mi forma de pensar.

Mas tarde, bastante mas tarde, empecé a desarrollar una tesis mas compleja. Si pudieran entenderse bien mis palabras las escribiría con todas las letras, pero para que nadie pueda sentirse ofendido, diré que se dibujaban diferentes tipos humanos en grados de evolución espiritual. ¿Espiritual? Pues si, eso es lo que pensaba. No pretendo con ello crear una especie de racismo espiritual, ni mucho menos, porque la clasificación no implica jeraquía cualitativa en lo humano. No es mas quien se encuentra en un grado mas alto de esa supuesta o real escala. No se abdica de la condición humana ni de su dignidad inherente. Simplemente se ocupa un espacio distinto en el proceso de evolución.

La tesis conecta de manera directa con el proceso evolutivo de la Humanidad en su conjunto, un camino de ascenso desde la manifestación mas grosera, de mayor contenido denso, por decirlo de otra manera. Pero en el bien entendido de que en la catedral de la Humanidad, como en cualquiera de las góticas o románicas que pueblan Europa, todas las piedras son necesarias, desde la que con toda brillantez corona la cúpula a la que permanece oculta en los cimientos. Pero algo es inexcusable: todas las piedras deben ser pulidas, con el cincel de la inteligencia y el martillo de la voluntad. El bordón debe estar afinado para que al pulsarlo en el quinto traste provoque la vibración de todas las cuerdas quintas que se encuentren en el campo efectivo de su frecuencia.

Días atrás recibí el escrito de Alcyon sobre el Diseño Humano. Seguro que a algunos gustará, a otros dejará indiferentes y a un tercer grupo no gustará en absoluto. Así suele ser con todo lo sometido a polémica.

Recuerdo aquella mañana carcelaria de mi primer ingreso. el funcionario me tomaba las huellas digitales. Teóricamente cada uno de nosotros tiene un “algo” diferencial. ¿Cómo es posible? ¿De dónde la información para elaborarla? ¿Cómo podemos decir cientificamente que todos somos diferentes al menos en ese punto? ¿Disponemos de base estocástica adecuada? ¿Es una evidencia de la individualidad? ¿Eso destruye la tesis del diseño humano? ¿Y la de los biotipos? Claro que en principio nada tiene que ver con la evolución espiritual, con el posicionamiento en la catedral de la Humanidad, supongo.

Progresivamente nos reencontramos con el Hombre. El olvidado del racionalismo a ultranza. Incluso la traducción de Descartes fue errónea porque el “cogito ergo sum” ni siquiera se traduce, según me enseñaron, por “pienso luego existo”, sino por un mas contundente “razono luego existo”. Mis precauciones ante el racionalismo militante y excluyente ganaron peso con esta traducción que aseguran ser mas certera..

La Inmunología, la Nueva Medicina, la interacción emocional/orgánico… estamos recuperando al hombre abandonado de la ciencia, concentrada en el dolor, por ejemplo, antes que en la causa del sufrimiento. Y ese abandono trae consecuencias muy profundas y en muchos campos. El biotipo que germina en ese caldo tiene ciertos alejamientos del modelo mas depurado. Pero, en fin, poco a poco.

No se si este Diseño Humano contribuye a que entendamos mejor o peor algunas cosas, pero si sirve para que comprendamos y asumamos que se trata de recuperar al Hombre, entonces bienvenido sea.

(Blog de Mario Conde, 14 diciembre 2009)

{jcomments on}