Estamos en los inicios de lo que solemos llamar un nuevo año, los 365 días que, desde la época egipcia componen nuestro calendario y que, según los científicos, tarda la tierra en dar la vuelta al sol.

Si bien el tiempo es un continuo, a los efectos de su gestión y manejabilidad ordinaria lo reducimos a algo cuantificable como segundos, horas, semanas, lustros o milenios.

En nuestra cultura todos damos por finalizado el año el día 31 de diciembre e inauguramos el nuevo el 01 de enero, con gran alboroto festivo, celebración, consumo y con las mejores intenciones y deseos de todo lo mejor, para todos, durante este flamante período.

Personalmente, ambas fechas me son indiferentes, ya que empiezo mi nueva etapa de tiempo el día de mi cumpleaños, pero, con independencia de cuando considere cada quién el inicio de otro ciclo significativo de tiempo de vida, lo que sí considero es que solamente podrá definirse como “nuevo” si realmente vamos a estrenar algo diferente. Y me refiero a una nueva manera de pensar que nos lleve a tomar otras decisiones, compromisos, actitudes y acciones que nos proporcionen otras consecuencias. Caso contrario solo estaremos ante unas nuevas hojas de papel cuyos números ahora reflejan 2011, pero que será un suma y sigue en nuestras experiencias vitales.

Bien afinó Einstein cuando dijo que es de locos desear resultados diferentes sin hacer cambio alguno. Y cualquier cambio que merezca la pena pasa por una modificación mental, de creencias, paradigmas y perspectivas.

Son costumbres los buenos propósitos de año nuevo que usualmente duran el efecto del cava y aun quién se los toma en serio e incluso se compromete a su realización, abandona días después absolutamente frustrado o conformándose con el auto-engaño de volver a intentarlo el año próximo. Y el motivo es errar la base.

En lugar de coger un lápiz y listar todos nuestros deseos e intenciones de lo que queremos ser, hacer y tener en esta época, nos conviene coger una gran goma de borrar y eliminar de nuestra mente todas aquellas creencias negativas y limitantes que soportan nuestras debilidades, inseguridades y miedos y que nos impiden actuar a favor de nuestros intereses o nos hace que sigamos con nuestros hábitos, costumbres o vicios que tan seriamente nos  perjudican.

Una vez que borremos de nuestros pensamientos y circuitos neuronales todas las mentiras acerca de nuestro poco valor, impotencia, desmerecimiento y pobreza ; de que somos manejados y manipulados por todos y todo sin que podamos evitarlo y que nuestra felicidad y bienestar está en manos de la divinidad o el destino; que tachemos los sentimientos de cobardía, debilidad, apatía, resentimiento, culpa, queja y miedo y que suprimamos las palabras imposible, incurable, nunca, debo, crisis, odio… nos quedará una mente limpia para llenarla de verdades, enfoques y perspectivas que nos hagan vibrar de entusiasmo, amor y alegría y atraigan y expresen en nuestra realidad la vida que elegimos vivir y gozar. Solo entonces podremos sembrar con ilusión todos nuestros sueños y deseos para este maravilloso año nuevo que nos espera.

Ana Novo

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