Mucha razón tiene el poeta cuando dijo que se hace camino al andar, y también acierta el cantor al expresar lo que aprendió por una piedra que encontró en su camino. Pues así nos encontramos todos, realizando este viaje que es la vida, por distintos caminos no exentos de piedras, valles y montañas.
Y como la vida es movimiento, no podemos pararnos ni nos conviene en absoluto ir para atrás “ni para coger impulso”, pero lo que sí puede, cada quién, es escoger el camino por el que quiere transitar, porque siempre tenemos opciones, siempre nos encontramos indicadores con las distintas posibilidades y está en nuestra mano decidir la que creamos más conveniente. E incluso en el caso de que no veamos más que una senda tortuosa, siempre podremos resolver como la transitamos, con que actitud enfrentamos la situación. Por supuesto conlleva riesgo, por supuesto que podemos equivocarnos. Pero quejarnos, culpar, esperar que otro ande nuestro camino o nos lleve en brazos, no son alternativas válidas.
Y en el camino encontramos piedras, pequeños guijarros, molestos, incómodos, pero fáciles de esquivar o pedruscos y grandes rocas, que nos hacen daño y nos suponen un gran impedimento para seguir adelante o nos tientan para renunciar a llegar a nuestro destino.
Bien dijo Henry Ford, que los obstáculos son esas cosas espantosas que vemos cuando apartamos los ojos de nuestra meta. Sin embargo, precisamente, esos obstáculos y problemas son los que nos ayudan a conocernos, desarrollarnos, crecer y fortalecernos, a la vez que condimentan nuestros éxitos y triunfos. Todo depende de cómo los consideremos y afrontemos. El mismo nombre de obstáculo y problema ya tiene una connotación negativa de malestar, esfuerzo y dificultad. Sabemos el poder que tienen las palabras, ya que nuestra mente las traduce en imágenes y éstas nos darán unos sentimientos que apoyarán o debilitarán nuestras acciones y comportamientos. Por eso, simplemente con que cambiemos la referencia de impedimento, inconveniente o dificultad a oportunidad, ocasión, experiencia o reto, lo afrontaremos con un ánimo y ganas que nos llevará a adoptar una actitud de superación y éxito.
Fijemos nuestros ojos en el camino, en dirección a la meta. Es lo que nos recomendaban cuando aprendíamos a montar en bici: “mira para adelante”, porque si mirábamos hacia abajo o nos fijábamos en las piedras u obstáculos nos caíamos o chocábamos irremediablemente con lo primero que se nos pusiera por delante. Lo mismo sirve cuando hacemos nuestro camino de vida: fijar nuestros pensamientos y palabras en todo lo que deseamos, en todo lo que nos gusta, en todo lo que soñamos, y si una gran piedra nos sale al paso, la bordearemos o saltaremos, pero nunca permitiremos que nos paralice, nos dañe y nos haga renunciar. Porque no podemos pararnos. Porque al final del camino está nuestro premio: una vida plena y realizada.