28- Julio- 2008 Cada vez es menos frecuente en nuestras vidas que podamos encontrar silencio exterior e interior para entender los mensajes que nos llegan tanto desde fuera como desde dentro. Con gran frecuencia recibimos estos mensajes sin la debida atención, y ello impide que los interioricemos adecuadamente, por lo que quedan a nivel epidérmico y superficial. Es importante por ello que empecemos a desarrollar el hábito de escuchar, que como todos los hábitos requiere de disciplina y entrenamiento.

En una reciente conferencia del músico Daniel Levy en Madrid, asistimos a un excelente ejemplo de la diferencia entre escuchar sin más y escuchar con atención. Desde un modesto aparato reproductor de CDs, Daniel Levy propuso a la audiencia que escuchase una pieza clásica que duró aproximadamente 3 minutos. Transcurrida esta primera audición, el conferenciante propuso una segunda, pero antes pidió a los oyentes que se sentaran erguidos, con la espalda recta, en postura cómoda pero en actitud alerta y con la adecuada tensión física para evitar el embotamiento. La pieza volvió a sonar, y tras la nueva audición el conferenciante pidió al público que explicase la diferencia entre la primera y la segunda experiencias. Los comentarios respecto de la diferencia entre una y otra audición tuvieron algunos lugares comunes. Citamos algunos: “me ha generado paz”; “me ha parecido más armoniosa”; “la música me ha rodeado por completo y he sido mucho más consciente de su profundidad”; “me he sentido mejor”.

En seis minutos, y con este ejemplo tan simple, Daniel Levy demostró a la audiencia cómo la calidad de nuestra atención condiciona el nivel de absorción y con ello genera un nivel de percepción mucho mayor. Y esta mejora de lo percibido estando atento no es sólo aplicable a la música, sino a todos los ámbitos de nuestra vida. La alimentación, el caminar, los actos más cotidianos como incorporarse, sentarse, extender un brazo y una pierna, pueden hacerse o bien de un modo mecánico y mecanicista (como hacemos la mayoría de las veces) o bien con atención. Y no digamos la actividad de pensar, que podemos hacer conscientemente, dirigiendo nuestros pensamientos, o inconscientemente, dejando que nuestros pensamientos nos dirijan. Cuando actuamos con atención, notaremos que percibimos más, que somos más conscientes de lo que está ocurriendo, y ello irá generando paulatinamente una sensación de mayor control de nuestros pensamientos y también de nuestras emociones. En definitiva, un mayor nivel de consciencia de cuanto sucede a nuestro alrededor y también dentro de nosotros.

Estar atento es realmente estar vivo y es lo que permite estar en el aquí y en el ahora, “en cuerpo y alma”, y no solamente “en cuerpo” como tantas veces estamos cuando no estamos atentos. Porque cuando estamos atentos nuestros sentidos (y también el sexto) captan con mayor claridad y lo que nos llega es más nítido y transparente, y nos permitirá mejorar la calidad de nuestra presencia ante los demás (que nos percibirán como auténticamente presentes) y también la calidad de nuestra acción, que tendrá un mayor propósito.

El mundo de la empresa es especialmente rico y propicio para desarrollar la atención. La empresa procura una interacción permanente entre las personas, y genera oportunidades para comunicaciones de todo tipo, desde las más superficiales a las más profundas. Si en nuestras relaciones con los demás, en las que hablar y escuchar juegan un papel primordial, prestamos mayor atención, empezaremos a descubrir que la mejora en la escucha nos lleva a entender mejor, por lo que escuchar atentamente es el preludio necesario para entender, y entender es un presupuesto clave para poder luego actuar con el mejor criterio.

¿Cómo podemos generar estos niveles de atención de modo recurrente y cotidiano? Hay muchos modos, pero la única forma es buscándolos de modo regular mediante la adecuada disciplina. Para ello es importante que vayamos poco a poco despojando a nuestra vida de lo superfluo (conversaciones y actividades inútiles, por ejemplo) y vayamos incorporando lo verdaderamente importante, entre lo que debemos considerar los momentos de silencio que nos permitan aumentar nuestro nivel de atención y desde ahí el de consciencia. A este respecto, como ejemplo de disciplina para desarrollar la atención, comentamos una práctica en la India que ha desarrollado la Universidad Espiritual Brahma Kumaris consistente en hacer cada hora un minuto de silencio, sin para ello dejar de trabajar o cambiar de actividad. El ejecutivo de empresa podrá hacerlo en su despacho o en el avión o el taxi si está desplazándose, el operario de la fábrica podrá hacerlo en su puesto de trabajo, el oficinista en su mesa. Se trata de introducir cada hora un minuto de ”parada” que nos permita tomar aire y ser conscientes de nuestra respiración, a la vez que incorporar a nuestra mente un pensamiento distinto y preferiblemente elevado y reequilibrarnos conscientemente, siquiera durante 60 segundos, con nuestro interior. He aquí una práctica muy simple que irá generando en nuestra mente sosiego, armonía y calma, y también mejorará nuestro nivel de atención y consecuentemente de entendimiento.

Estando más atentos podremos escuchar mejor, y si escuchamos mejor nuestro nivel de entendimiento podrá mejorar cada vez más, hasta alcanzar un grado de excelencia al que todos podemos aspirar.

Ramiro Calle y Joaquín Tamames
21 de julio de 2008