En 1914-18 Europa dirimió sus diferencias en el campo de batalla. Arrastró al mundo. Millones murieron en las trincheras de hielo y de barro.

En 1939-45 las diferencias surgieron también en Europa. Arrastraron de nuevo al mundo. 80 millones de muertos, si se incluye la invasión japonesa a Manchuria, unos años antes del 39.

En 1945 surge un sueño, en algunas mentes. Y poco a poco el sueño va tomando forma, hasta llegar a una Europa sin fronteras, y con una moneda única.

Hoy Europa se cuestiona. Sin embargo, en ese espacio que es la Unión Europea se ha abolido la pena de muerte y las políticas de protección a los desfavorecidos son las más altas que jamás ha visto la humanidad.

Si, Europa ha sucumbido también a la tentación del dinero, del lujo, de la corrupción, del tráfico de armas, del tráfico de influencias. Los que tienen que dar ejemplo, apenas lo hacen; al contrario, a veces son los más corruptos.

Pero la idea de Europa permanece, no está muerta. Está en crisis, pero nunca mejor dicho que las crisis son las grandes oportunidades.

Hoy Europa dirime sus diferencias en Bruselas, en grandes conferencias. Ya no es en el campo de batalla. Ni en guerras comerciales salvajes. Ni con muros de Berlín.

Queda muchísimo por hacer, pero hace falta tiempo y un nuevo impulso.

Pienso que Europa ayer ha dado un paso de gigante.

En unos minutos es el plenilunio de Sagitario.

«Veo la meta, alcanzo esa meta y luego veo otra”, es el pensamiento simiente de Sagitario. Y es aplicable hoy a Europa.

Limpiemos la casa, eliminemos la corrupción, que las elites prediquen con el ejemplo. Y vislumbremos pronto, muy pronto, esa nueva meta.

Europa ha sido lugar para la esperanza de la humanidad. Hay que levantarse. Sacudirse el polvo. Volver a comprometernos con la dignidad, con la responsabilidad, y con la mano tendida.

Todos tenemos una responsabilidad que cumplir.

Que este segundo nacimiento de la Unión Europea sea, como el nuestro, el nacimiento a la verdad.

Joaquín Tamames