En presencia de determinados seres, al ver la expresión de su rostro, de su mirada, de todo lo que emana de ellos, surge de inmediato en la mente la palabra luz. Como si en su corazón, en su alma fueran capaces de destilar una materia imponderable y después proyectarla en forma de luz. O bien, como si hubieran captado un poco de la luz difusa por el espacio y la hubieran condensado en ellos. Su cuerpo entero parece formado de una sustancia translucida en el interior de la cual arde una llama.

Para muchos, esta llama continúa siendo un gran misterio, porque no saben que es el resultado de procesos muy reales de la vida interior: el sabio, el Iniciado, la obtuvo mediante un trabajo de todos los instantes. De cada pensamiento, de cada deseo, de cada sentimiento y de cada acto que logra hacer más desinteresado, más generoso y más puro, extrae una cantidad infinitesimal de luz.

Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86)