En los EEUU los republicanos se acaban de hacer con la Cámara de representantes y el Senado. América comienza a olvidar a Obama y nosotros escribimos nuevas letras de apoyo. América no daba ya para más y el presidente apuró todo su margen de maniobra. Todo apunta a que Obama es de esa clase de políticos que hubiera querido ir más lejos de lo que el común de la conciencia de la ciudadanía le permitía. Seguramente se sentía limitado y debía sujetar sus propios y más ambiciosos sueños. Ojalá  Hilary  Clinton pueda  en el  2016  con el empuje  republicano que se refuerza día a día. Si entonces los conservadores retoman el gobierno federal,  comenzaremos a recordar al primer presidente de color con nostalgia, olvidando cuando lo defenestrábamos.


Era de esperar, la ciudadanía pronto  comienza a relegar a un mandatario cuando no se  satisfacen sus aspiraciones de forma inmediata. Norteamérica comienza a olvidar al presidente que ahora batalla duro por legalizar la situación de millones de emigrantes, que  hace unos días, en plena  crisis del Ébola, determinó  mantener los  vuelos  con Liberia  y Sierra Leona, al máximo líder que no  ofrecía  reparo alguno a abrazar a una enfermera  recién descontaminada del virus implacable. Creo que Obama ha sido  inspirado y ha trabajado sinceramente por el progreso de las libertades en su país, por la implementación de medidas de   mayor  cobertura  social, por un avance  de la justicia y por una mayor protección de  la naturaleza. Se ha empeñado igualmente por el advenimiento de una nueva era de más amistosas relaciones internacionales.

Buena parte de la ciudadanía, desconocedora del inevitable ritmo lento de la evolución,  olvida pronto a los dirigentes que no se ponen enseguida a la altura de sus  demandas. Obvia que las reformas de más calado  exigen más tiempo. En tanto que la conciencia que son principios, que son valores no arraigue, el humano estará  sometido a los vaivenes de una emocionalidad siempre cambiante, siempre antojadiza. El baile no se acabará, en tanto en cuanto un mayor discernimiento no cale bien por dentro, en tanto en cuanto no nos anclemos plenamente en nuestro centro interior. Salir de la manida polarización y alcanzar la ponderación, el punto medio entre los extremos y opuestos es también pauta indispensable en el ámbito de la política.  

La ciudadanía puede ser, sobre todo en sus extractos menos instruidos, conmovida con facilidad por exhortaciones emocionales y promesas. La paulatina conformación de un criterio propio, de un pensamiento individual permite a los altos ideales y principios arraigar y al individuo no verse movido al albur de la corriente mayoritaria en ese momento. En EEUU y muchos países europeos la alternancia política ha sido la tónica dominante en las últimas décadas. La maleabilidad del electorado queda patente al repasar también nuestra historia electoral reciente. Sólo la conciencia y educación, el arraigo de firmes valores en las mentes emancipadas,  libera de la corriente emocional del momento. Mientras que en Norteamérica el sistema bipartidista sigue gozando de salud, en Europa comienza a cuestionarse.

En España la alternancia ha ido consolidando una élite bicolor, en muchos lugares rodeada de toda suerte de privilegios y poco motivada por las transformaciones imprescindibles. Los que durante tiempo votaron socialista fueron los que después alzaron a los conservadores al poder. Sin embargo todo apunta al fin de ese bipartidismo. Hay momentos de tensión, de especial crisis y por lo tanto de oportunidad en los que una nueva conciencia es capaz de permear y acabar con esa alternancia. Conservadurismo a ultranza, inmovilismo, corrupción y malas artes han anticipado ese momento. Felizmente vivimos aquí y ahora esa coyuntura de esperanza. Tal como indican las recientes encuestas, la formación de Pablo Iglesias puede polarizar ese enorme descontento para con los partidos tradicionales .

Que el discurso de “Podemos” se enfoque a la mente, no a las bajas emociones de la ciudadanía, que fomente el progreso de la conciencia y la capacidad de discernimiento de hombres y mujeres libres. Que el discurso de la nueva y prometedora formación supere cierto radicalismo de trinchera, eluda la confrontación y devenga positiva, didáctica y reconstructora alternativa; que puedan en definitiva estar a la altura de la confianza que buena parte del electorado parece dispuesta a otorgarles. Porque la política no es sólo el arte de ascender al poder, sino sobre todo de ejercerlo con altruismo, generosidad, tacto siempre inclusivo y visión de progreso.

Koldo Aldai, 6 noviembre 2014