Arañamos tiempo al sueño para poder compartiros nuevas y bellas historias. Al fin y al cabo toda esta anual farándula no es sino excusa para salir al paso de historias colmadas de esperanza y de vida. Entre las diferentes historias que estos días nos sorprenden, he escogido la de Grecia, por su cinta rosa a la cabeza, por su edad ya avanzada, por su piel muy negra, por sus ojos pequeños tan desbordados de vida… Estas letras no pueden expresar las ganas de vivir que esta dominicana de La Romana encarna. En realidad  escribo la historia porque se me acercó valiente cuando el baile  con sus manos a la cadera, con su sonrisa muda, con su silencio pícaro y angelical a un mismo tiempo…

Pese a su apariencia delgada, rebosa energía. Su alegría colma su fortaleza. Es de las ancianas con mejor salud en la Residencia. Siempre permanece activa. Ella empuja los carros de los impedidos, ayuda a las cuidadoras, echa una mano en el comedor… En nuestra primera visita al asilo conocimos también a Michael, un haitiano igualmente de edad que toca el tambor y al tañirlo con fuerza entra en puro éxtasis. Viste elegante, no muestra achaques y el tambor, que el día pasado le llevaron unos amigos catalanes, le devolvió la vida.

Sólo cuando dejamos La Romana nos enteramos del cuento. Tuvo que llegar una tranquila cena en un italiano de la capital, para conocer más de la historia de esta anciana cargada de vitalidad. Grecia desafió todo el orden y las «buenas costumbres» imperantes. Una noche dejó el pabellón de las mujeres y entró en el de los hombres. Avanzó a tientas entre las camas hasta dar con la de Michael.

Las primeras luces del día no lograron separarlos. Apuraron hasta el alba. Debe haber momentos únicos en la vida en los que es preferible no calcular las consecuencias. Hay instantes irremplazables en los que el que dirán no alcanza a significar absolutamente nada. Grecia apareció en la cama de Michael y se armó el revuelo. Los dos pabellones bien separados no daban ningún lugar a equívocos, pero ella hizo caso omiso de todas las pautas. Dicen que las hermanas monjas fueron muy comedidas en su reacción, que la escandalera vino de sus compañeras. Quizás ellas también pensaron saltar en alguna noche de pabellón, pero no reunieron la fuerza que a Grecia la sobraba.

Tras la «osadía», Grecia fue confinada durante un mes al vecino asilo de Higuey. Recientemente le han permitido volver al de La Romana. Sus ojos siguen despidiendo rayos de vida. Bailó con todos los que nos acercamos a visitar el día pasado la residencia. Fuimos a alegrar la tarde del casi centenar de ancianos y sin embargo fue Grecia la que nos regaló lección inolvidable de vida.

Tras el cuento de esta abuela entrañable, ponemos oídos a las historias hermosas que nos relatan, como esa otra de la pareja que llegó al mismo asilo y no querían revelar sus nombres. La superiora, muy práctica y bíblica ella, les puso entonces los nombres de María y José. Ella vivía por y para su compañero enfermo. José dejó recientemente el cuerpo. María ha entrado en un mutismo absoluto, como si se prepara también para el reencuentro. Durante el espectáculo de los payasos permaneció atrás de todos, como ajena a cuanto allí se desarrollaba. Podríamos hablar también de Pilar, una mujer de edad incierta, a quien le han regalado una estantería para que la llene con sus numerosas muñecas. Ella ha colocado toda la colección junto a su cama… Bellas y más bellas historias nos rodean en medio de un mundo de fantasía, donde la realidad se reúne con la ficción.

Yo tampoco sé si en realidad eran de verdad todas esas casas de cuento de hadas y sus flores gigantes y sus variados árboles tropicales que contemplábamos los días pasados en la ya lejana Casa de Campo. Yo no sé si es cierto toda esta vida de privilegiados que llevamos…, este verano tropical en mitad de vuestro invierno… No lo sé, pero necesitamos de vez en cuando sacudirnos la cotidianidad e ir al encuentro de otras gentes y sus geografías, sus afanes, sus desafíos de vida…

Quizás lo único cierto, lo único que de verdad cuenta y merece la pena relatar son esas historias de solidaridad y de ternura que cada día nos sorprenden en este periplo de torpes payasos. Siguiendo nuestro itinerario ya organizado  por  nuestros  generosos amigos Luci Morales y Luiggi Lucatello, hemos tomado rumbo a la capital. Aquí en los dos días y medio que llevamos, hemos podido visitar diferentes establecimientos. El paraíso en la tierra tiene los días contados. Hubo que dejar nuestra casita de madera frente a las palmeras para sumirnos en la vorágine del tour. Los ruidos y atascos de la capital, aún siendo grandes, no tienen nada que ver a los soportados en anteriores expediciones. Permiten además abrir el cuaderno de notas, relatar lo vivido antes de que se lo traguen nuevas experiencias.

En Santo Domingo hemos seguido encontrando esos oasis de seguridad y ayuda que representan los establecimientos que dirigen hermanas católicas. Es el mismo y alentador panorama de esperanza y entrega que hemos podido ver en otras geografías castigadas. De nuevo los mismos brazos amorosos, las mismas almas generosas en medio de entornos desolados. Concretamente nos admiró la labor de las hermanas de María Schoensttat en la localidad de la Victoria, a media hora de la capital. Por más que nos cueste entender sus hábitos negros, sus zapatos y medias también negras en mitad del trópico más asfixiante…, hay que reconocer que su labor es encomiable, me atrevería a decir que, dado el amor que invierten, irremplazable. Dan de comer tres veces al día a más de cien niños de padres sin recursos. Les dan educación, cuidados médicos y les proporcionan además atención en un privilegiado entorno de naturaleza. La sordidez de los barrios contrasta abismalmente  con los  cuidados  y anchos jardines  de  estas  hermanas de la orden alemana.

Ayer tocaba colarse entre los niños afectados de cáncer del hospital oncológico. Desde el principio del show constatamos como la enfermedad no ha podido con sus ganas de disfrutar y de jugar. Una niña casi adolescente atada a su suero, con operaciones fallidas a su espalda, reía y reía evidenciando la falsedad de lo que llaman muerte y que sólo es un liberador tránsito, que dicen a ella ya le aguarda. Como apuntaba Javi en sus letras, no hemos constatado allí el ambiente más derrotista que, por ejemplo, pudimos comprobar en un establecimiento similar de Bomaby.

Hoy llegamos de nuevo felizmente agotados a la habitación del hotel. De nuevo hemos tenido feliz contacto con más  ángeles en la tierra. Hoy la esperanza encarnaba  en el nombre “Escuelita Rayo de Sol” en la periferia pobre de Santo Domingo. Es una escuela católica en la que  acogen a casi doscientos niños y adolescentes con discapacidades mentales y que provienen de los  barrios desfavorecidos del entorno. De nuevo grandes cantidades  de amor y entrega derramados tras una rejas de color, en medio de unas  austeras aulas.  Allí reciben  no sólo educación adecuada a sus circunstancias, sino que también almuerzo en el turno de la mañana y merienda en el tarde. La  división en dos turnos es por  imposibilidad de acogida de todos los alumnos a la vez. Hay quienes  desean repetir  el turno con la sola finalidad de despistar el hambre que si no padecen. Tras la actuación mantenemos muy interesante  charla con la directora y promotora de la institución, Jacinta Torres.

Ella pertenece al movimiento cristiano “Fe y Luz”. Nos habla del compromiso que han adquirido de por vida para con esta  gente doblemente olvidada, primero por su condición de pobres y segundo por su condición de  retrasados mentales (que relativo es  aquello del retraso…) . Los padres casi nunca asumen  esas  situaciones y son las madres las que, en la inmensa mayoría de las ocasiones, han de cargar con la entera  responsabilidad. Parece que los varones habitualmente se permiten incluso el lujo de acusar a ellas como las causantes de esas insuficiencias de sus propios  hijos…

Esperamos poder seguir estos relatos. Javi ya colgó buena colección de fotos  en su blog “creandoutopias.org <http://creandoutopias.org> ”. Descansamos y escribimos los dos  en la habitación de nuestro  hotel con sendas máquinas sobre las piernas. Mañana vamos hacia el norte, en dirección a otra importante  ciudad por nombre Santiago. No sabemos lo que nos deparará esa nueva  jornada. Ojalá mañana  como hoy,  nuevas  historias de gentes volcadas hacia fuera,  de hombres y mujeres adnegados, olvidados de sí mismos en su afán de servicio. Ojalá  mañana  de nuevo  rendidos los cuerpos, agotados  en la cama, tecleando la  buena nueva  de otros seres de luz que  levantan con esfuerzo proyectos de ayuda a los más desfavorecidos, compartiéndoos vivos  testimonios de que quienes son por y para el prójimo en medio de esta geografía necesitada…

Koldo Aldai, 9 febrero 2012