El Rey pronunció un buen discurso. Lo dijo con un resto apreciable de juventud. Se refirió a su origen. (Cómo no va a hablar de su origen una institución hereditaria). El Rey habló de su padre, Don Juan de Borbón, conde de Barcelona, para referirse a él como lo que fue: el eslabón de donde procede su legitimidad. No la, sino su.

El Rey no se refirió ni una vez al general Francisco Franco, y posiblemente hizo bien. Franco es, y lo será quizá durante generaciones, sinónimo de imposición a los vencidos, es decir, a media España. Símbolo primero de una durísima dictadura, al final del todo deslavazada. Como su padre, Juan Carlos I ha querido ser un pacificador. Y en parte lo ha conseguido. Quienes pretenden que Franco eligió a su sucesor –así de simple– demuestran una alergia profunda a la complejidad de los hechos. No. Todo fue más complicado. Aunque en parte el dificilísimo proceso empiece a descubrirse ya.


Cada país procede de siglos muy lejanos. Hay más de 1000 repúblicas en el mundo, y apenas 25 monarquías. Reino Unido y España, Holanda y Japón, han preservado ese sistema más que ceremonial. Los gobiernos se eligen, faltaría más: pero un árbitro observa, vigilia, felicita, tuerce el gesto… Si la lejana crisis de Suez no hubiera afirmado en Gran Bretaña a Isabel II, y si Tejero no hubiera dado una oportunidad de oro al monarca español, las monarquías europeas hubieran podido desaparecer. Pero la historia demostró de nuevo que lo simplísimo no es regla siempre aplicable. Quizá Felipe VI, rey desde el 20 de junio, contribuya a mantener el equilibrio. La información acumulada por Juan Carlos I durante 50 años ha sido puesta por él a disposición de los intereses españoles. Estratégicos y políticos, también empresariales y tecnológicos. El futuro rey guarda, actualizada, información sobre Latinoamérica. La relación que su padre mantuvo con Lula da Silva se renovará con otros líderes del inmediato mañana. Como Juan Carlos I, Felipe VI habrá de cubrir sobre todo tres frentes, América Latina, mundo árabe y presencia europea, trasmisible, cuando se le pida, a Washington. Esa vinculación entre Norteamérica y Europa será clave quizá a lo largo del siglo XXI. Mantener la relación con los países árabes y al mismo tiempo mantenerla ejemplarmente con Israel indica que la monarquía española no tiene como prioridad el ceremonial.
 

En los últimos 40 años, ¿la monarquía ha sido útil o inútil para España? Posiblemente una corta mayoría piense que, a pesar de Botsuana o de Urdangarin, el Rey ha hecho un notable servicio a los españoles en los años en que su país pasaba del siglo XX al XXI.
 
Darío Valcárcel, 3 de junio 2014 (publicado en ABC)