La espiritualidad no se limita a los ejercicios denominados espirituales: la meditación, la oración… En realidad, cualquier actividad de la vida cotidiana puede ser espiritualizada si se sabe introducir en ella un elemento divino. Y a la inversa, la oración, la meditación o toda otra actividad llamada «espiritual», puede convertirse extremadamente prosaica si no está animada, sostenida por una idea sublime, un ideal superior.
La espiritualidad no consiste en descuidar o menospreciar el mundo material, sino en esforzarnos siempre en actuar con la luz y para la luz. Sólo con esta condición, incluso la actividad más ordinaria puede servir para elevarnos, para armonizarnos, para unirnos al mundo divino.
Omraam MikhÄel Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta